FESTIVAL

Mad Cool, día 2: cuando al rock de masas se le llama 'alternativo'

Con Imagine Dragons y The Killers como platos fuertes, el 'indie' de mayorías tomaba el recinto de Valdebebas, en un día en el que la electrónica más exquisita y una cantante icónica como St. Vincent se presentaban como la mejor alternativa a los grandes. Un sonido deficiente volvió a ser la nota negativa de la jornada

Brandon Flowers, líder de The Killers, uno de los protagonistas de la noche del jueves en Mad Cool.

Brandon Flowers, líder de The Killers, uno de los protagonistas de la noche del jueves en Mad Cool. / Francisco Guerra - EP

Jacobo de Arce

Jacobo de Arce

A la segunda jornada del Mad Cool se llega con algunas lecciones aprendidas. La primera y más importante: que el taxi y las VTCs no son buenas soluciones para la vuelta. La segunda: que siempre hay que procurar colocarse en las primeras filas de los conciertos, por más que conlleve un esfuerzo, porque si no es probable que se escuche mejor al artista que actúa a 800 metros de distancia que al que se tiene delante.

Una tercera: que aunque uno se tope en medio del recinto con una cola de gente esperando para que le alisen el pelo o con una descacharrante cúpula geodésica de donuts rojos con nombre de banco, no necesariamente tiene que haber consumido psicotrópicos: sí, están ahí. La cuarta: que el mejor puesto de comida de todo el recinto se llama Horno Galaico y sirve unos bocadillos de jamón que han asado in situ durante ocho horas. Merecería varias estrellas Michelin. Está entrando al recinto, a la izquierda. Importante tomar nota de esto.

Hay una quinta: que las carpas vuelven a ser tendencia en los festivales. O al menos en este. Algunos recordarán la célebre ‘carpa dance’ que solía haber en este tipo de eventos allá por 1996. Pues aquí han vuelto. Y la razón, con los índices de precipitaciones de Madrid, no puede ser la lluvia. ¿Quizá evitar los tan comentados cruces de sonido entre escenarios, o los efectos negativos del viento sobre este? Tampoco sirven para eso. Pero nada, ahí tienen a varios miles de personas bailando apiñadas a las órdenes de Peggy Gou y sudando la gota gorda en una enorme tienda de campaña convertida en sauna covid-friendly.

La jornada del jueves no tenía un protagonista tan claro como la del miércoles, que fue casi un monopolio de Metallica. Si acaso, el cetro tocaba repartirlo entre tres bandas líderes en eso que vamos a llamar 'rock alternativo de masas', es decir, no se sabe muy bien alternativo a qué. Ese giro se notaba desde las primeras horas en la vestimenta del público: donde el día anterior había camisetas negras, el jueves tocaba más color en las prendas, se daba un aumento notable de niños y niñas bien, y una multitud de personas jugaban a ser influencer o incluso lo eran de verdad.

La tarde arrancaba suave en el escenario principal con la actuación de los franceses La Femme, un sexteto de synthpop que son exactamente como nos gusta pensar que son nuestros vecinos galos: estilosos y caraduras, atractivos sin esforzarse. Aunque han tenido ya varias formaciones diferentes y por el camino se han quedado algunos de sus miembros fundadores, su pop sexy y bromista de querencias retro y tropicales sigue ahí. A ratos recuerdan a referentes franceses algo petardos como Jacqueline Taïeb o Plastic Bertrand, y como ellos consiguen que el público baile aunque no sea la hora, hablando en español para seducir a la audiencia local y dando todo el protagonismo a su single más reciente y también más picante, un Sácatela que, en un castellano explítico, hace referencia a lo que todos estamos pensando.

Ambiente en el segundo día del festival Mad Cool 2022.

Ambiente en el segundo día del festival Mad Cool 2022. / Ricardo Rubio / Europa Press

Mucha más seriedad había en el otro extremo del reciento, en el que llamaremos escenario Ayuso (en realidad, Region of Madrid), donde desplegaban unos encantos un tantos mermados esos clásicos del indie rock americano que son Modest Mouse. Quedan ya muy atrás los años dorados de la banda de Isaac Brock, aquella primera década de los dosmiles en la que eran capaces de producir hits como Float On, con el que casi cerraron el concierto, y alistar en la banda durante un tiempo a Johnny Marr, ilustre cofundador, con Morrissey, de The Smiths. Con Marr como miembro, Modest Mouse grabaron un disco inolvidable como We Were Dead Before The Ship Even Sank, y aunque el que tuvo retuvo, en Valdebebas solo consiguieron que el público se moviera cuando Brock se arrancó con el banjo para interpretar un tema hillbilly que el público empezó a bailar como ha visto en las películas de vaqueros que se bailan esas cosas.

Pero es que a esas horas, la fiesta ya estaba en otra parte. El escenario The Loop, la auténtica y real 'carpa dance' de este Mad Cool 2022, empezaba ya a funcionar a pleno rendimiento con la sesión de Octo Octa, una joven dj norteamericana con aspecto de nerd que pinchó como cada vez menos se pincha ahora: con vinilos. Su sesión de disco house trotón fue efectiva desde el primer minuto. Ella se ocupaba solo del precalentamiento de lo que vendría después, una sesión contínua de varias horas con lo más granado de la electrónica actual. Por el escenario de The Loop pasaron, consecutivamente, Floating Points, Peggy Gou y Four Tet. El primero y el último son dos británicos que saben cómo elevar la música de baile a la categoría de arte, y Gou, la celebrada disjockey coreana que divide su vida entre Ibiza, Berlín y los mejores clubes del globo. Una de las reinas indiscutibles de la música dance.

Sam Shepherd, el productor de Manchester que se esconde tras el alias artístico Floating Points, era sin duda uno de los imprescindibles de la noche. Shepherd es uno de los grandes cerebros de la electrónica actual, y Promises, el disco que lanzó el año pasado con la London Symphony Orchestra y el octogenario saxofonista de jazz Pharoah Sanders, una obra de arte mayor, reposada y abstracta, que demuestra qué buen resultado puede dar un maridaje musical de electrónica, música contemporánea y jazz cuando se saben hacer las cosas.

A Mad Cool, sin embargo, venía con un objetivo muy distinto, su otra vertiente: poner a la gente a bailar. Y lo hizo recurriendo, como suele hacer, a diferentes secuencias de ritmos relativamente sencillos sobre los que va deslizando con sutileza piezas orquestales, cánticos y melodías de cualquier rincón del planeta. Pero su fórmula esta vez no tenía la riqueza que se ha visto en otras de sus actuaciones, y además quedaba un tanto apagada en un escenario oscuro y sin ningún tipo de encanto. Lo mismo que les pasaría después a Peggy Gou -esta, con mucho visual de animación de fondo- y a Four Tet. Lo que tenía que haber sido un descorche de champán electrónico y bailable se quedó en un espumoso con pocas burbujas.

Ambiente en el segundo día del festival Mad Cool 2022.

Ambiente en el segundo día del festival Mad Cool 2022. / Ricardo Rubio / Europa Press

Tampoco iban demasiado bien las cosas para Deftones en el escenario principal, al menos en lo que a sonido se refiere. La apuesta 'dura' del día empezaba fuerte, entonando un tema, Genesis, que daba muestras de su vertiente más death metal y con la que Chino Moreno, su aguerrido cantante, emprendía sus habituales carreras por el escenario y sus saltos sobre los monitores, algo poco aconsejable para un tipo que ni está en la mejor de las formas ni es ya un chaval. A la tercera canción, esa pésima calidad de sonido, un engrudo atribuible en buena parte a un viento que aniquilaba cualquier tipo de ecualización, hacía ya el concierto difícilmente soportable y solo apto para fans.

El cantante del grupo estadounidense Imagine Dragons, Dan Reynolds, durante su actuación hoy jueves en el Mad Cool.

El cantante del grupo estadounidense Imagine Dragons, Dan Reynolds, durante su actuación hoy jueves en el Mad Cool. / EFE / Kiko Huesca

Los platos fuertes de la noche provenían ambos de Las Vegas, y ese origen no era inocente. Tanto Imagine Dragons como The Killers son a la música lo que su ciudad a la arquitectura y el urbanismo: puro cliché y megalomanía. Lo que no tiene por qué ser necesariamente malo. Los primeros tienen algo más de grupo de diseño, por momentos cercanos a una boyband a lo Take That, y su sonido juega a ese crossover que encarna a la perfección Believer, el mayor de sus hits y la segunda canción que tocaron en Mad Cool, uno de esos temas que no se sabe si es rock, rap o una canción de misa posmoderna, pero que entra a la primera. Que la fórmula funciona lo demuestra que sean la banda de rock con más escuchas del planeta.

En Madrid, sin embargo, tenían un rival importante en sus paisanos The Killers, un grupo muy querido por la juventud liberal de la capital del liberalismo global. El grupo de Brandon Flowers pudo disfrutar de un escenario mayor y de la hora punta de la jornada, una oportunidad que no desaprovecharon para dejar claro que nadie domina el rock épico de radiofórmula como ellos. Flowers es seductor nato con algo de telepredicador simpático y divertido, con un control absoluto de la intensidad y la emoción necesarios en cada acorde. En Madrid no se dejaron ni uno solo de sus hits: cayeron Human, Read My Mind, Somebody Told Me y un Mr Brightside con el que terminaron por todo lo alto, con un mar de brazos ataviados con relojes caros y pulseras con la bandera de España alzándose hacia el cielo madrileño.

La gran injusticia de la noche fue la coincidencia de la actuación de una artista tan sobresaliente como Annie Clark, más conocida como St. Vicent, con el concierto de The Killers. A una mujer que ya atesora tres Grammys, que es un icono cultural imprescindible y que además goza de un carisma insuperable, además de ser una excepcional guitarrista, no la deberían de estar viendo algo más de mil personas en un recinto donde hay más de 70.000. Pero así de crueles son los festivales. Clark, que lució la mejor escenografía vista hasta el momento, hizo lo que pudo, sobreponiéndose a la probable decepción, haciendo algún guiño a Broadway y mostrando a los fieles allí reunidos todo el cariño posible cuando cantó esa joya hermosa que es New York subida a la valla y agarrando a su público. En cuanto su música paraba, se escuchaba lejana la de The Killers. En una noche más plural que la primera, el canibalismo entre los diferentes artistas estaba servido.