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Montero Glez: "El tema de mi obra es la relación del ser humano con la propiedad"

El escritor madrileño acaba de publicar 'Carne de sirena', una novela negra sobre narcotráfico ambientada en la costa gallega, con influencias de Thomas Mann y el recuerdo imborrable de Mario Muchnik

El escritor Montero Glez, hace unos días en Madrid.

El escritor Montero Glez, hace unos días en Madrid. / Eduardo Bravo

Eduardo Bravo

"Llegué ayer, salí a pasear y me puse a recordar. En esta zona estaba Radio Luna, que era una de las emisoras libres de los 80 en las que yo colaboraba. Estaba al final del dial, junto a Onda Verde Vallecana o La Cadena del Water, que era la única que se escuchaba en todo Madrid porque tenían repetidores. De repente, cuando apareció Radio El País, todo eso se neutralizó. Cuando ibas a pillar las otras frecuencias, solo se sintonizaba Radio El País que, en un principio, no estaba mal porque por las mañanas estaba Moncho Alpuente haciendo Madrid me mata con Carmen Maura y tenía un punto transgresor que se fue perdiendo. En esa época, en Radio Luna, me dedicaba a hacer entrevistas a los grupos de aquel entonces. A Leño, a Asfalto… También aparecía por ahí un tipo que acababa de sacar un disco y que se buscaba la vida para que lo entrevistasen. Era un tipo que me fascinaba porque, en plena Movida madrileña, hablaba de Scott Fitzgerald, de Luis Cernuda, recitaba… Ese tipo era Joaquín Sabina. Ahora me paro a pensar y me asombra cómo ha cambiado todo… incluso Joaquín Sabina".

Hace años que Montero Glez (Madrid, 1965) decidió cambiar la impaciencia de Madrid por la tranquilidad de Cádiz. "No tengo teléfono móvil, ni reloj. Los relojes miden el tiempo de otros relojes. Yo lo mido por las flores, por las estaciones…", explica el escritor al que desplazarse a la capital supone un esfuerzo nada desdeñable. "Tengo que coger un taxi, dos trenes… Hasta tengo que calzarme, porque allí yo estoy descalzo, caminando por la playa…", comenta Montero Glez que, si bien no acudió a la recién celebrada Feria del Libro para presentar su nueva novela Carne de sirena, no faltó al homenaje que el Instituto Cervantes dedicó hace unos días al escritor, fotógrafo y editor Mario Muchnik.

"Mario Muchnik es mi padre literario. Ha sido la persona que me ha dado la dimensión de autor. Que él, que había trabajado con García Márquez, con Juan Rulfo, con los grandes, me escribiera una carta en la que decía: "tú dirás qué esperas de este editor que, con toda sinceridad, se sentirá honrado de ser el tuyo…", fue un sueño porque eso es lo que cualquier autor querría recibir. Estoy en deuda con la vida por haberme puesto en el camino de Mario, porque un editor no es el que pone los puntos sobre las íes, sino el que te pone en contacto con tu obra y te hacer crecer al mismo tiempo que tu obra crece. Hay gente estupenda en el mundo editorial actual, por supuesto, pero él fue único y para mí va a ser irremplazable".

Montero Glez. 

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P. ¿Le consultaba sobre los manuscritos antes de publicarlos?

R. Se lo pasaba todo antes para que me diera su toque mágico y me decía: "che, ¿pero qué toque mágico, Monterito?". Carne de sirena no se la mandé porque, cuando hablé con él, estaba traduciendo las cartas de Joseph Conrad y pensé que era mejor que siguiera con eso que darle un manuscrito mío. Tenía casi noventa años y no quería desgastarle. La última novela que él editó fue justamente Pistola y cuchillo, que es lo mejor que he escrito nunca. Por eso, yo que me escaqueo de viajar todo lo que puedo salvo cuando gano un premio literario, no podía faltar al homenaje a Mario Muchnik.

P. Ahora que lo menciona, usted sigue presentándose a premios literarios a pesar de que, en el panorama editorial español, parece algo más reservado a autores jóvenes que a escritores consagrados.

R. En una sociedad justa no tendrían que existir los premios, del mismo modo que tampoco deberían existir los castigos y yo aspiro a una sociedad justa. Sin embargo, como los anticipos, los mal llamados anticipios porque luego no les sigue nada más, son tan cortos… Otra cosa que me enseñó Mario Muchnik fue que, cuando pones un manuscrito en la mesa de un editor, estás poniendo dinero y, a cuenta de ese dinero, él te tiene que adelantar. Mario fue el que mejor me ha pagado porque tenía ese concepto marxista de que el origen del trabajo vivo es el sujeto, en este caso, el autor. Por eso, aunque era independiente, trabajaba con las grandes y, si sacaba cien, noventa eran para el autor. Cuando Mario se retiró, empecé a presentarme a premios.

P. Entre ellos, el Premio Azorín, el Premio Llanes de Literatura de Viajes, el Premio Logroño de Novela, el Ateneo de Sevilla, el Premio Breton & Bodegas Olarra…

R. Los premios que he ganado los he ganado por derecho. Una versión de Carne de sirena, porque luego seguí trabajándola, la presenté al Premio Planeta del 2019 con el pseudónimo de Salomé Becerra y el título La rosa de Jericó. Ganó Javier Cercas y Manuel Vilas de finalista, pero quedó entre los diez primeros. Por eso, no descarto ganarlo un día. Si me dedicase a conducir coches de Fórmula 1 o a presentar un programa de entretenimiento sería descabellado, pero como me dedico a escribir… En todo caso, creo que Carne de sirena no hubiera sido una novela apropiada para un Premio Planeta, ni siquiera como finalista.

P. Tal vez ahora no, pero antes sí había Premios Planeta más arriesgados, como Los mares del sur, la autobiografía de Federico Sánchez, Crónica sentimental en rojoLa muchacha de las bragas de oro

R. E incluso un libro del Ángel Vázquez. Pero es que, en esa época, Mario Muchnik trabajaba en Planeta. De hecho, fue él quien consiguió publicar La vida perra de Juanita Narboni.

P. En todo caso, Carne de sirena ha sido publicada por Temas de hoy, que es uno de los sellos de Planeta.

R. En Temas de Hoy está Marcel Ventura, que es joven, que ha trabajado en Latinoamérica y que conocía mis libros. Gracias a él surgió la posibilidad de recuperar toda mi obra y hacer las cosas a mi manera: que las cubiertas fueran de Alberto García Alix, que sus fotografías no se pisasen ni con el título de la novela ni con mi nombre… Al final, el departamento de diseño decidió hacer lo de la faja que se puede quitar y, en el caso de Carne de sirena, la foto de la paliza de 'El Hortelano' es más o menos el estado en que te quedas después de leer la novela.

Montero Glez.

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P. ¿Por qué esa tendencia a escribir novelas de género negro en las que está tan presente la violencia?

R. El tema de mi obra es la relación del ser humano con la propiedad y cómo surge el conflicto cuando absolutizamos la propiedad, cuando la fetichizamos. Eso es lo que más me interesa y el género a través del cual se puede explicar mejor todo eso es el género negro. Es ahí donde yo acostumbro a moverme, aunque luego traspase los límites de la novela negra clásica.

P. Una de las novedades de Carne de sirena es que no es una novela negra ambientada en un entorno urbano, sino en la costa y con referencias marineras. ¿Es consecuencia de haberse ido a vivir a Cádiz?

R. Salí de Madrid hace ya 25 años. Mi mujer tiene una casa en Galicia y nos fuimos allí, pero no aguante más de un año y medio porque, aunque el paisaje es muy bonito, llovía todo el tiempo. Como soy fumador de hachís, cuando me fui para allá me llevé hachís de Madrid pero, al llegar, encontré que había un polen de humo dulzón que entra alegre en los pulmones. El mismo que había fumado en Marruecos, algo que me parecía asombroso. Además, me di cuenta de que, mientras que en otros lugares quedar con el camello es un lío, en Galicia eran personas muy serias. Si te han citado a las cinco, a las cinco menos cinco está ahí. Se toman algo contigo, te preguntan qué te ha parecido y es una relación comercial que trata bien al cliente. Son señores vestidos con un polo Lacoste que podrían estar de dependientes en una papelería.

P. En el fondo es comprensible, porque no dejan de ser empresarios.

R. Efectivamente. De hecho, luego leí Fariña de Nacho Carretero y ahí me enteré de cómo las estructuras del tabaco de contrabando fueron utilizadas para trasladar el hachís desde Marruecos y, posteriormente, la cocaína de Colombia. Además, el libro de Carretero tiene muchas historias que subyacen como un iceberg y fue a partir de ellas que empecé a trabajar Carne de sirena. El protagonista, Andrés Bouza, un marinero que sale a jugarse la vida en el mar todos los días, ya lo tenía más o menos pensado en Galicia. Luego decidí el conflicto, porque si no hay conflicto la novela no engancha y, por último, el final. Me cuesta mucho, pero tengo que tener claro cuál va a ser el final antes de empezar a escribir porque a mí eso de "Si sale con barba San Antón y si no la Purísima Concepción…", no me vale. Luego, por los medios, es por donde me lo paso bien escribiendo.

P. Lo que sí está presente en Carne de sirena, como en el resto de sus novelas, es esa capacidad para recrear las hablas marginales o locales sin que la transcripción resulte sonrojante y chusco.

R. Soy un músico frustrado, me hubiera encantado tocar la trompeta como Chet Baker pero no ha sido posible. Sin embargo, puedo presumir de "tener oreja" y mucha facilidad para captar los diálogos y los tonos. El habla de Galicia, lo gitano, en seguida lo capto y lo llevo al papel.

P. Ahora que menciona su faceta de músico frustrado, a diferencia de otras de sus novelas en las que hay tango o flamenco, en Carne de sirena no hay música.

R. En esta novela no suenan discos, pero está el mar, el ruido de los relámpagos, los sonidos de la naturaleza y la palabra. Me gusta mucho La Montaña Mágica, especialmente esos diálogos introspectivos que tiene y, salvando las distancias, quise hacer algo parecido pero mezclando cierta introspección con superficialidades. Aunque nunca estoy del todo satisfecho con cómo quedan mis trabajos, con esta novela estoy contento.

P. Es para estarlo. Desde el prólogo, se percibe un trabajo muy fino de búsqueda de la palabra exacta, de prescindir de lo superfluo, de autoexigencia.

R. El primer párrafo, por ejemplo, me costó mucho, pero siempre me cuesta. Los primeros párrafos me torturan. Luego sigo puliendo hasta el final y me martirizo mucho. Eso es porque he tenido muy buenos maestros. En Madrid tuve mucha relación con los flamencos y han sido una escuela para mí. He visto cómo trabajaba Paco de Lucía, cómo trabajaba Antonio Gades, que era un tío que se torturaba hasta conseguir un paso de baile. Con Paco era igual. He estado en sesiones con él en Cinearte y, cuando acababa, pedía que le sacasen la grabación en una casete. Nos íbamos al coche, que era un Mercedes, y se ponía a escucharla con su hermano Pepe, con Rubem Dantas y conmigo. Empezaba a ver fallos que nadie más percibía y volvía al estudio a grabarlo de nuevo.

P. Los casetes casi han desaparecido de la vida cotidiana y los dispositivos electrónicos están ocupando el lugar que ocupaban los libros en el metro, los trenes o los autobuses. ¿Ve amenazada la profesión de escritor?

R. La gente está muy condicionada por los cacharritos. Eso limita bastante la lectura de una novela porque no se van a leer Guerra y paz de Tolstoi cuando lo que quieren es una velocidad que Tolstoi no tiene. En mi caso, creo que seguiré escribiendo porque soy lector. De hecho, sigo leyendo en papel, en la playa, en la cama, porque no tengo Kindle y no leo en PDF porque me duelen los ojos. Lo que sí he visto cuando venía ayer en el tren es que mucha gente sigue las teleseries, que no son otra cosa que el folletín del siglo XIX. Ahí está Dumas, está Víctor Hugo, Eugenio Sue… Me gusta mucho David Simon, así que, si no se leen a Dumas, por lo menos que vean una serie de Simon. Creo que la gente a la que le gustan las historias verá teleseries y la gente que escribimos, contaremos pajas mentales porque eso no se puede contar en una teleserie.

'Carne de sirena'

Autor: Montero Glez

Editorial: Temas de Hoy

224 páginas. 19,90 euros

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