UN CLÁSICO TELEVISIVO

'The Office' ya tiene hasta videojuego. ¿Por qué esta comedia sigue siendo tan popular 17 años después de su estreno?

Hablamos con guionistas, expertos y fans acerca del éxito de la adaptación estadounidense de la serie, mucho más conocida ahora que cuando se emitió en televisión, especialmente en nuestro país

'The Office', un entorno de trabajo insuperable.

'The Office', un entorno de trabajo insuperable.

Juanjo Villalba

Hubiera estado bien empezar este artículo con esta frase: Hay muchas series sobre el trabajo, pero solo hay un The Office. Pero es que hasta en eso es singular la serie de la que vamos a hablar. Como muchos de los lectores ya sabrán, la idea original del programa nació de las mentes del gran Ricky Gervais y de su colaborador habitual, Stephen Merchant, y fue estrenada en 2001. Además, estaba basada, según ha confesado Gervais en alguna entrevista, en sus propias y kafkianas experiencias laborales.

Para aquellos que todavía no la hayan visto, The Office está rodada como un falso documental y sigue las vidas de los trabajadores de una empresa de venta de papel situada en un grisáceo polígono industrial de una ciudad mediana. A pesar de lo poco prometedor de esta premisa, la The Office británica es, sin duda, uno de los mejores ejemplos del tipo de humor al que el dúo Gervais-Merchant ha sido fiel a lo largo de toda su trayectoria: incómodo, rasposo, grimoso, pero abruptamente divertido. Una forma de hacer reír que definitivamente no es para todo el mundo.

Pero lo que aquí nos interesa es la adaptación estadounidense de The Office. Una versión que, corregida, aumentada y reformulada por el guionista, productor y director Greg Daniels, constituye uno de los éxitos más longevos y globales de la historia de la comedia televisiva, y que a su vez ha generado diez adaptaciones más en países como Chile, Suecia, Alemania o Francia.

Daniels, los guionistas que lo acompañaron y la genial interpretación del puñado de actores que se colocaron delante de las cámaras, consiguieron aportar a la idea de Gervais un no sé qué que lleva cautivando a espectadores de todas las edades desde hace más de 17 años. Pero, ¿cómo es posible?

The Office emitió su último capítulo en Estados Unidos el 16 de marzo de 2013, hace casi 10 años, pero quizá nunca había estado tan presente como ahora en la cultura popular. Internet está lleno de memes que utilizan imágenes de la serie y de clips en los que se recopilan sus mejores momentos, así como decenas de tomas falsas.

En la red puede encontrarse fácilmente merchandising tanto oficial como, sobre todo, no oficial, que en muchos casos imita al de una aburrida empresa de verdad: tazas, camisetas o gorras, con el logotipo de Dunder Mifflin Paper Company, la empresa ficticia en la que trabajan los personajes. Pero también objetos más rebuscados, como cojines, juegos de mesa, kits de punto de cruz e incluso muñequitos de la marca Funko Pop, que aluden a episodios muy concretos.

Un ejemplo de la vigencia del programa y de la juventud de sus seguidores es el lanzamiento hace solo unos días de The Office: Somehow We Manage, un videojuego para móviles que, a pesar de tener unas críticas mediocres, acumula más de medio millón de descargas solo en la plataforma de Google.

El videojuego 'The Office: Somehow We Manage'.

El videojuego 'The Office: Somehow We Manage'. /

Un fenómeno que estuvo a punto de no ocurrir


Tras unas cifras de audiencia muy prometedoras durante su estreno en la NBC, conforme los episodios fueron avanzando, los espectadores cayeron en picado. Y nadie en la cadena estaba muy convencido de la continuidad de la serie. Esta primera tanda de episodios, que seguía de forma bastante fiel la trama de la serie inglesa, había resultado brusca y antipática para el espectador medio estadounidense.

Hay que recordar que corría el año 2005 y que la televisión era muy diferente a la que conocimos después: el boom de los realities todavía no había llegado y las comedias que triunfaban seguían casi todas el formato de las sitcoms. Un programa en el que la mayoría de los actores eran desconocidos, no demasiado atractivos, tenía un ritmo lento, sin risas enlatadas y con un formato de falso documental, era de una rareza tal que despistaba a los televidentes.

Por suerte, el momento de la decisión coincidió con el estreno en cines de Virgen a los 40, una comedia dirigida por Judd Apatow y protagonizada por Steve Carell, responsable también del papel de Michael Scott, el director de la oficina. El film de Apatow, con su humor facilón y un punto marcadamente emotivo, tuvo un enorme éxito en su país y convirtió al actor en el cómico de moda, además de hacerle ganar el MTV Movie Award a Mejor actor cómico.

Steve Carell, como el inimitable Michael Scott, jefe de la oficina.

Steve Carell, como el inimitable Michael Scott, jefe de la oficina. /

Los ejecutivos de la NBC pensaron que merecía la pena aprovechar el nuevo impulso de la carrera de Carell y le dieron a Daniels la oportunidad de grabar una nueva temporada. A partir de entonces, la estrategia del guionista cambió: había que transformar a Michael y convertirlo en un personaje más empático y humano (más parecido al papel de Carell en Virgen a los 40), alejarlo de la idea inicial de Gervais y darle a la serie un aire más optimista y esperanzador.

Esta nueva fórmula se reveló como un éxito total y los números de la nueva serie se recuperaron a una velocidad pasmosa. Fue a partir de esta segunda temporada cuando la adaptación se convierte en otra cosa, cuando nació de verdad la versión estadounidense de The Office. Aquellos retoques no sólo garantizaron su supervivencia durante nueve temporadas y más de 200 episodios, sino que sentaron las bases de su éxito actual.

Se podría incluso decir que esta fórmula de humor y emotividad acabó contagiando también a otros productos que en el futuro firmaría el propio Gervais, que incluyó en sus series Derek o Afterlife grandes dosis de ternura, además de su clásico humor amargo. Una sensibilidad que en su The Office o en otros de sus programas, como An idiot abroad, no estaba por ninguna parte.

Pero, ¿por qué nos sigue gustando The Office?


¿Quién recuerda otros bombazos televisivos de la época, como Prison Break, Supernatural o incluso Perdidos? ¿Qué tiene de especial esta serie? Para indagar un poco más sobre esta cuestión, decidimos contactar con varios fans de The Office que además son escritores, guionistas o profesores en la universidad, para que nos diesen su punto de vista al respecto.

Anna Pacheco, periodista, guionista y autora de la novela Listas, guapas, limpias (Caballo de Troya, 2019) llegó a la serie durante la pandemia, después de que varias personas se la recomendaran en múltiples ocasiones. “Me dijeron que tenía todo lo que me gustaba. Y así fue”, explica. “Es posiblemente la serie con más temporadas que he visto en un tiempo más corto. Me hice adicta. No podía parar”. Reconoce que lo que más le gusta de la ficción es que, realmente, los personajes nunca están trabajando. “Eso es maravilloso. Lo que menos me gusta son las expectativas que te genera respecto a tu propia jornada laboral. Hay veces en las que pienso: ¡Dios, solo voy a ser feliz si trabajo vendiendo papel en Scranton con todos mis amigos!”.

Antes de que aborreciéramos los Powerpoints, The Office ya se reía de eso. Antes de que les viéramos las costuras a las dinámicas corporativas como el ‘Diversity day’ o a las clases de 'mindfulness', los personajes de The Office ya estaban hartos de eso"

— Anna Pacheco, periodista y escritora

Respecto al éxito tan duradero de la serie, Pacheco cree que tiene que ver precisamente con su tratamiento del tema laboral. “Creo que da con unas claves buenísimas y sofisticadas de lo que significa realmente trabajar y la absurdidad del trabajo. Sus personajes captan muy bien el espíritu de una oficina que es a la vez muchas oficinas: desde el que no trabaja nunca (como Stanley) hasta los cargos intermedios ridículos (Dwight y su cargo de Assistant to the Regional Manager), el bromista, la freak de los gatos… Y, por supuesto, el personaje de Michael Scott: un hombre blanco heterosexual, mediocre y faltón, cuya máxima virtud es que su sede funciona a pesar de su pésima gestión. La serie consigue que estos personajes creados hace 17 años sigan teniendo una vida y sigan resultando contemporáneos. Antes siquiera de que aborreciéramos los Powerpoints, The Office ya se reía de eso. Antes de que les viéramos las costuras a las dinámicas corporativas como el ‘Diversity day’ o a las clases de mindfulness, los personajes de The Office ya estaban hartos de eso. De alguna forma, hay un montón de conversaciones interesantes que están pasando ahora y que ya estaban ahí. Es una serie definitivamente anti trabajo, un elogio a la pereza, al juego y a la mediocridad”.

A Ana Macías, guionista, ilustradora y conocida en las redes como Soy Cardo, le recomendaron la serie en un curso de guion y se enamoró de Michael Scott, el personaje interpretado por Steve Carell. “Tengo una sudadera y una libreta suyas”, reconoce. “Pero también soy una obsesa de la serie. He visto la versión americana y la británica. Es más, sigo una playlist en Spotify de la banda sonora y me pongo los temas en el gimnasio para motivarme. Por ejemplo, la música de la boda de ciertos personajes (tampoco voy a decir quiénes) me la pongo para hacer elíptica o cuando estoy triste para llorar a gusto”.

Para ella, The Office sigue siendo relevante porque “trata temas muy actuales. No ha pasado de moda como otras series tipo Aquí no hay quien viva. Además, su humor ha envejecido muy bien. ¡Es que es increíble la serie, el reparto, el guion... ¡TODO!”

El gran secreto de The Office es que tiene el equilibrio perfecto de risas, emoción y ternura"

— Adolfo Valor, guionista y productor

Para el guionista y productor Adolfo Valor, autor de series como Días mejores y Reyes de la noche, que pueden verse en Amazon y en Movistar+ respectivamente, “la ficción es divertidísima y además increíblemente generosa en el volumen, la cantidad y la calidad de los gags. Pero yo creo”, añade, “que hay algo que trasciende eso. Cuando escribes comedia, los guionistas queremos hacer reír cuanto más mejor. Pero eso hace que a veces descuidemos la parte emocional. Yo creo que el gran secreto de The Office es que tiene el equilibrio perfecto de risas, emoción y ternura. No hay ningún capítulo que esté descompensado. Hay por lo menos uno o dos momentos que son increíblemente divertidos y luego, en el tramo final, de repente gira y te da un pellizquito de emoción o de ternura”.

Isadora García, profesora de Ciencias de la Comunicación de la Universitat Internacional de Catalunya y cuya tesis giró alrededor de los remakes transculturales de series de ficción, analizando en profundidad el caso de The Office, está de acuerdo con esta última idea. En concreto, la profesora pone como ejemplo una frase que el personaje de Pam pronuncia en el último episodio de la serie. Parece como si los guionistas hubieran querido aprovechar esos momentos finales para resumir de alguna forma todo lo que habían intentado hacer en The Office. La recepcionista, que a lo largo de la serie se convierte en vendedora, dice algo así como: “Creo que al final Dunder Mifflin ha sido un buen sitio para hacer un documental porque puedes encontrar la verdad y la belleza en los lugares más ordinarios”.

'The Office' y sus lecciones en gestión laboral disfuncional.

'The Office' y sus lecciones en gestión laboral disfuncional. /

“Ricky Gervais y Stephen Merchant”, afirma la experta, “pretendían mostrar ‘la futilidad existencial de la vida’, según contaron en el libro sobre la serie británica The Office, de Ben Walters. Considero que ahí radica la diferencia fundamental entre ambas series: hablan de lo mismo, pero desde dos perspectivas completamente distintas, adecuadas a sus respectivos contextos socioculturales”.

“Creo que la serie observa en detalle la parte tragicómica de toda existencia humana”, opina Anna Pacheco, “y lo hace de una forma tan fina que es imposible que caduque. Por ejemplo, recuerdo una intro increíble de Jim (creo que era Jim) en la que llega a trabajar y no para de morderse la lengua, ese dolor tan injusto. Una vez, otra vez. Se pone nerviosísimo y quiere romperlo todo. Bueno, ¿pues cómo no va a seguir siendo eso genial años después?”.

El trabajo era el centro de muchas tramas, con una visión casi siempre glamurizada. En cambio, 'The Office' creo que va justamente de lo contrario: de no trabajar y no ambicionar, es una serie anti adrenalínica"

Resulta desde luego especialmente llamativo la cantidad de miembros de la Generación Z que se declaran fans de la serie cuando muchos de ellos casi nacieron con ella. “Creo que algo del trend entre la gente más joven tiene que ver con el hecho de que es un programa que se ríe precisamente del trabajo”, afirma Pacheco. “En realidad, conecta muy bien con una mirada actual tal vez más irónica y desencantada. En la época pre crisis, el trabajo seguía siendo el centro del todo, existía una narrativa hegemónica en torno al mito del esfuerzo y del trabajo como fuente de autorrealización. De hecho, existían muchas series que iban precisamente de trabajar: en hospitales, en periódicos, en despachos de abogados, en comisarías de policía… El trabajo era el centro de muchas tramas y casi siempre se presentaba desde una visión más o menos glamurizada. En cambio, The Office creo que va justamente de lo contrario: de no trabajar y no ambicionar, es una serie anti adrenalínica. Yo pienso que tal vez hay algo de eso que la relaciona muy bien con el público de ahora y es también el motivo por el que resulta un refugio tan apacible”.

Andy (Ed Helms) y Kevin (Brian Baumgartner) resolviendo cuitas laborales.

Andy (Ed Helms) y Kevin (Brian Baumgartner) resolviendo cuitas laborales. /

Para Janira Planes, miembro de la Gen Z y autora de la newsletter Truffle Season, un boletín semanal sobre tecnología, memes y cultura de internet, “The Office aporta tranquilidad mental al romantizar un trabajo de oficina que desde fuera podría ser de lo más aburrido; te dice que hasta en lo sencillo puede haber diversión y momentos de descontrol”. Pero la periodista, que conoció la serie mientras estudiaba en Estados Unidos, también está convencida de que una parte de su éxito entre los más jóvenes radica en cómo sus contenidos han acabado mutando en otra cosa al trasladarse a las redes sociales. “The Office se ha popularizado mucho gracias a los clips meméticos e incluso personas que no han visto la serie comparten referentes y bromas”, afirma.

En lo de la tranquilidad también coincide Ana Macías. “Cuando siento que estoy agobiada o estresada, The Office me ayuda a ver que otros llevan una vida rutinaria, sencilla y sin la presión de tener una idea creativa para el día siguiente. No creo que los protagonistas sean muy felices, pero se conforman con lo que tienen y, al fin y al cabo, ¿no es esa la definición de la felicidad?”.

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