VERANO MUSICAL EN MADRID

Paraíso, el festival de electrónica que decrece para que todo funcione mejor

Este fin de semana regresa la principal cita de la capital con la música electrónica menos comercial, que en esta edición reduce su aforo y presenta un cartel de nombres menos populares pero de calidad contrastada, como Shygirl, Axel Boman, Roman Flugel o Baiuca

"No tenemos zonas VIP porque entendemos que todo nuestro espacio tiene unos estándares de calidad elevados", sostiene su director, José Morán

Ambiente en una de las ediciones anteriores de Paraíso, que se celebra en la Ciudad Universitaria.

Ambiente en una de las ediciones anteriores de Paraíso, que se celebra en la Ciudad Universitaria. / Paraíso

Jacobo de Arce

Jacobo de Arce

Este fin de semana, el complejo deportivo Cantarranas de la Ciudad Universitaria vuelve a acoger, tras dos años de parón, el festival Paraíso, una de las citas más importantes con la música electrónica que se celebran en la capital. Con tan solo un par de ediciones a sus espaldas, las que celebró en 2018 y 2019, Paraíso consiguió consolidar una marca con una identidad fuerte: la de un festival cómodo y muy cerca del centro de la ciudad que ofrecía al público las últimas tendencias de una música de baile alejada de lo comercial y en las mejores condiciones posibles para su disfrute.

Lo que ahora nos parece imposible, después de varias semanas viendo las colas, los grifos de agua cortados y los desmayos por el calor que se han dado en diferentes citas festivaleras a lo largo y ancho del país, lo hizo posible Paraíso. En el recinto de la Complutense era difícil tardar más de tres minutos en pedir una cerveza, el espacio verde y fresco de los campos de rugby en los que se asienta ahuyentaba el calor, algo inaudito en el infierno que es Madrid a finales de junio, y el recinto se convertía en un gigantesco club al aire libre en el que se empezaba moviendo los pies por la tarde y se acababa cimbreando todo el cuerpo a altas horas de la madrugada, sin haber pasado muchas de las penalidades asociadas a estos macroeventos.

Este año la propuesta es casi la misma, aunque son muchos los que echan a faltar en el cartel algunos grandes nombres como los que pasaron por él en ediciones anteriores. Artistas de enorme influencia como Roisin Murphy, Charlotte Gainsbourg, Hot Chip, Laurent Garnier o Cerrone, entre otros, dejaron aquí su huella en 2018 y 2019. José Morán, director del festival y todo un pionero de este negocio en España, fundador con su hermano Miguel del Festival de Benicassim en 1995, defiende sin embargo su nueva propuesta artística, que califica como "de muchísima calidad" y que, dice, ha sido confeccionada a la medida exacta de esta edición. Porque su novedad principal es que el aforo decrece hasta quedarse casi en la mitad: de los 15.000 espectadores diarios que acogía hasta ahora, pasa a 8.500. Es lo que sus organizadores han llamado "nuevo formato", y la culpa la tienen principalmente los estragos causados por la pandemia, pero también, apunta Morán, el querer ofrecer al público la mejor experiencia posible.

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José Morán, fundador y director del festival Paraíso.

José Morán, fundador y director del festival Paraíso. / Paraíso

“Es una reflexión que hicimos a finales del año pasado, cuando nos estábamos planteando la posibilidad de volver, todavía en un entorno covid 100% donde no sabíamos a qué situación nos íbamos a enfrentar. Los conciertos aún eran sentados y casi no había nada al aire libre. Y por eso optamos por irnos a un formato mucho más pequeño y más controlado -explica Morán con un pragmatismo que no abunda, precisamente, en el circuito de festivales-. Eso también nos llevó a planificar un line-up con menos artistas, para mantener esa coherencia con el festival que queríamos hacer. Y a la vez queríamos seguir apostando por el concepto que fue el del festival desde sus inicios: artistas que te hacen bailar, con algunos que ya son relevantes pero descubriendo también a nuevos talentos”.

Un cartel equilibrado

El resultado es un muestrario bastante equilibrado del amplio espectro que abarca la música electrónica actual, en el que ningún estilo impone su tiranía e incluso las propias etiquetas tienden a ser borrosas. Si cabía esperar que los sonidos urbanos ocuparan la mayoría del espacio, como hacen en la calle, aquí estarán presentes, pero sin avasallar y en su vertiente más mestiza. El granadino Chico Blanco o la británica Shygirl -una de las actuaciones imprescindibles del festival- son dos de sus nombres más destacados, pero ambos han ido evolucionando hacia la música de club, y la segunda colabora ya con nombres del nivel de Arca o FKA Twigs.

Detroit y Chicago, capitales históricas del tecno y del house respectivamente, tendrán como embajadores a Seth Troxler, hábil heredero de ambas tradiciones, y al dúo germanoamericano formado por Danilo Plessow y Marcellus Pittman, que llevan años fusionando los ritmos de los dos lados del Atlántico. Desde Berlín llega también Roman Flügel, un nombre legendario del tecno y de la cultura rave. El gallego Baiuca, casi un padrino de las Tanxugueiras, desplegará su fusión de electrónica y folclore. Y el empuje actual de los sonidos africanos tendrá en la dj británica de origen sudaficano Shannon SP una de sus principales bazas. Habrá también mucha música disco mezclada en un buen puñado de sesiones, porque aquel sonido de finales de los 70, reconvertido en mil spin-offs y subgéneros, es uno de los ejes más potentes de la música de baile actual.

“Yo recomendaría todo el cartel, claro -dice José Morán-, pero hay joyas que hay que ver. El disco que va a presentar Axel Boman es un discazo. La sesión de Ben UFO va a ser increíble. Y si hablamos de chicas, Charlotte Adigery, Crystal Murray o Sophia Kourtesis son nombres más underground pero que tienen un futuro alucinante. También hay una sesión que me parece muy memorable, que es la de John Talabot y Pional”, subraya. El productor barcelonés y el madrileño, que hace una década se convirtieron en los nombres más destacados de la electrónica española en el mundo, pincharán a cuatro manos la noche del sábado, algo que nunca habían hecho en Madrid.

Precisamente Madrid y su escena electrónica son, un año más, los huéspedes del escenario Nido, el más pequeño de los tres con los que cuenta el festival. Por allí pasarán algunos de los artistas que están creando en la ciudad un tejido que, para Morán, “cada vez es más sólido y de más calidad”, lo que ha hecho “que se haya recortado la distancia respecto a Barcelona”, todavía capital musical del país. “A la hora de elegir a los once artistas del Nido hemos tenido muchas dudas, porque había mucho donde elegir. Y se han quedado fuera un montón que ya tenemos ojeados para el año que viene. En 2018 fue mucho más sencillo escogerlos”, explica el director del festival. Entre los nombres que pasarán por él están Javi Redondo y Álvaro Cabana, residentes de clubs como Sport o Mondo Disko; Ears On Earth, un trío de djs habituales de Siroco y Club Malasaña, o Flaca, que seguro pinchará una de las sesiones más reguetoneras y cumbieras del fin de semana.

Por los pelos

Esta tercera edición del festival no siempre estuvo clara. Sus promotores llegaron a plantearse seriamente que no sería posible seguir celebrándolo. “A finales de octubre del 21 fue un momento muy crítico, porque durante el verano parecía que la cosa iba bien, pero a la vuelta se empezó a complicar y pensamos que no podríamos soportarlo”. La decisión se retrasó todo lo que se pudo. “Estuvimos esperando hasta comienzos de enero de este año, sin tener ninguna certeza porque había unos contagios muy elevados. Y como organizador tienes que saber muy bien no solo si se puede hacer, sino también qué se puede hacer, para no tener un fallo logístico y perder mucho dinero. Y ahí tomamos la decisión, arriesgando y sabiendo que si no empezábamos entonces ya no podríamos hacerlo, porque un festival necesita diez meses mínimo para para poder construirse, y nosotros íbamos apenas con seis meses por delante”.

A esos obstáculos se añadieron otros. La colaboración con Sónar, que participaba en la programación del festival, se terminó a raíz de la pandemia. Más tarde, en marzo, las lluvias torrenciales provocaron un aluvión de agua en el recinto que todavía está en vías de solución, y que obligó a reducir sus dimensiones.

Después de tanta dificultad finalmente doblegada, Morán se muestra convencido del éxito de esta edición. Incluso la meteorología va a jugar a su favor, con sol y temperaturas suaves previstas para el fin de semana en Madrid. Tan seguro está de que todo va a funcionar como un reloj, que en esta ocasión la organización no ha puesto a la venta entradas VIP, habitual panacea -y a menudo escándalo- de otros festivales. “Cuando las teníamos nunca nos gustó llamarlas VIP, las llamábamos ‘premium’ para huir de ese término. Este año tenemos una pequeña zona de invitados, pero no hay zonas VIP porque entendemos que todo nuestro espacio tiene unos estándares de calidad elevados. Tenemos unos baños super limpios a las 3 de la mañana. Puedes pedirte una copa sin largas colas. Tienes zonas de descans. Y también comida de mucha calidad comisariada por una chef -Rebeca Hernández, que cimentó su prestigio en los fogones de La Berejena- que usa producto de proximidad. Esas son las cosas que habitualmente buscas en la zona VIP, y nosotros lo tenemos fuera”.

Una sesión nocturna en Paraíso.

Una sesión nocturna en Paraíso. / Paraíso

Respecto a la saturación de festivales que se está produciendo este año en España, Morán, que hace ya más de una década que dejó los macroeventos para centrarse en festivales más nicho, lo tiene claro. “Que alguien se atreva a hacer un festival y sea capaz de sacarlo adelante me parece heróico. Pero desde una opinión personal, creo que hay una sobreoferta que está repercutiendo de manera negativa. Cuando el sector de repente crece de manera desmesurada, no crea una buena base sobre la que sustentarse. Y surgen grietas muy visibles. Una es el dinero que se paga por los artistas, que en muchos casos se ha duplicado e incluso triplicado. Otra es la capacidad de los proveedores que hay en el mercado, que no dan abasto: hay problemas para montar escenarios, para tener baños y para tener sonido. Y por último no hay suficiente demanda para absorberlo todo. Ahora mismo tocamos a dos festivales, una gira y dos verbenas populares por habitante en España”. ¿Hay algo que se pueda hacer para enderezar esta situación a estas alturas? En opinión de José Morán, parece que no mucho. “Será el mercado el que, al final del verano, diga que mucha gente no puede continuar”.