Festival de músicas avanzadas
Sónar 2022: magnéticas voces femeninas en el tórrido arranque del festival
La muestra recuperó la bonanza de los viejos tiempos en una primera jornada multitudinaria en la que destacaron las propuestas de artistas carismáticas como Tarta Relena y Eartheater
Jordi Bianciotto
Hay que ver con qué alegría pasamos página de los episodios traumáticos de la vida: el Sónar era todo desahogo, olvido colectivo y celebración ritual, este jueves en su regreso tras el fatal bienio pandémico. Jornada de arranque acalorada, entre chanclas, abanicos y ‘bpms’ trepadores, marcada por un hermoso elenco de voces femeninas de aquí y de ultramar, de las litúrgicas Tarta Relena a esa criatura del ultramundo llamada Eartheater.
Verano antes del verano y regreso al futuro en este Sónar de reencuentro, el 29º según el recuento del festival (que considera ediciones a pleno derecho los formatos reducidos de 2020 y 2021). En realidad, la muestra no vivía en la normalidad desde cuatro años atrás, considerando las anomalías de 2019 (cambio de fechas, huelga de montadores), así que había motivos acumulados para disfrutar del ‘déjà vu’ de ese ‘village’ multitudinario, como antes, sin mayores obstáculos que un sol cayendo a plomo que nos invitaba a buscar zonas de sombra o el aire acondicionado de los pabellones. Sabor de hogar a golpe de ritmos house en roce con Bollywood, a cargo de la británico-pakistaní Manara, sobre el césped artificial, con un público risueño pero contenido, sin ansiedad, entre el que se vio, un año más, a la figura de la alcaldesa Ada Colau.
Ecos de otra era
Ante la perspectiva de los 30 grados a la sombra del ‘village’, muchos encaminaron sus pasos hacia el confortable auditorio SonarComplex, que se llenó para propuestas, en teoría, tan raritas como la de Tarta Relena. Pero, hoy en día, ¿qué es accesible y qué no lo es? Marta Torrella y Helena Ros manejan, además del catalán, el castellano o el occitano, lenguas portadoras de un eco antiguo como el latín, el griego clásico o el judeoespañol, y sus juegos de palmas y subgraves saturados, y sus diálogos de canciones del campo, para recoger higos, y ‘drones’ electrónicos monocordes, pueden parecernos cualquier cosa menos anacrónicos, al tiempo que despiertan la curiosidad de una audiencia fatigada de los seculares moldes pop.
En su regreso al Sónar, redoblaron la apuesta rindiendo honores al lema bíblico ”se haga la luz” (Fiat lux, su último álbum) arropadas por un coro de 16 voces que elevó sus celestiales polifonías con una cuidada escenografía, vistiendo largas túnicas y con un virtuoso círculo de neón como telón de fondo. Espasmos épicos en el clímax de la sesión, Las alamedas, poema de Lorca musicado por Manuel Oltra.
Náufraga sideral
Posmodernidad filo-gregoriana en contraste con asaltos mucho más físicos, como el de Paranoid London, que avasallaron con sus tramas techno influidas por los pioneros de Detroit y sus amagos pos-punk. Y el denso guion de la francesa Coucou Chloe, hecho de vestigios de ritmos hip-hop con graves gruesos, ‘downtempo’ abstracto y pianos neoclásicos. Concierto este en un SonarPark de escenario recolocado en el otro extremo del recinto, uno de otros tantos cambios apreciados en el recinto del Sónar de Día.
Y en el auditorio, otra intrigante atracción: Eartheater, alter ego de la estadounidense Alexandra Drewchin, nos conquistó con su figura de náufraga sideral, su vestido hecho de nudos y jirones y su voz prodigiosa capaz de alcanzar vertiginosos agudos (propensa a la sobreactuación, hay que decir). Art-pop en llamas, el suyo, con herencias de creadoras como Kate Bush o Björk, y puntos de anclaje en su álbum Phoenix: Flames Are Dew Upon My Skin (2020), tirando de maquinaria electrónica pero presta también al registro de trovadora con guitarra acústica en una sugerente línea dream-folk.
Hay un fondo de metáforas terrestres y telúricas en Eartheater, y el cuidado de la naturaleza flotó en otro confín de la Fira Montjuïc, en la charla de Michel André, fundador y director del Laboratori de Recerca en Bioacústica de la Politècnica, donde disertó (en el marco del Sónar +D) sobre un concepto poco mencionado: el estrés acústico al que sometemos a nuestro planeta, incluyendo polos, selvas y océanos. La palabra, más integrada ahora que en ediciones anteriores, es también una poderosa fuente de sonido en este 29º Sónar, que dispone de un fin de semana por delante.
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