LIMÓN & VINAGRE

Johnny Depp, pata de palo

Depp/Sparrow prefirió convertirse en una caricatura de sí mismo: jets privados, 30.000 euros al mes en vinos, desayunos de cocaína y juergas desmelenadas

Johnny Depp en Limón&Vinagre.

Johnny Depp en Limón&Vinagre. / EPE

Olga Merino

Olga Merino

Cada vez que sale indemne de un entuerto, el protagonista de la serie cinematográfica 'Piratas del Caribe' pronuncia indefectiblemente la misma frase: "Siempre recordarás este día como el día en el que casi capturas al capitán Jack Sparrow". Y ha vuelto a enunciarla, en este caso el actor que lo encarna, Johnny Depp, tras vencer en la causa por las acusaciones cruzadas de difamación entre él y su exmujer Amber Heard. En realidad, nadie ha salido victorioso. Ha sido un juicio feo, embarrado y desagradable, mediatizado hasta la locura, un espectáculo con la sala del tribunal convertida en plató, un circo que tan solo ha subrayado la incompatibilidad entre la justicia y el reality show. Aquí tuvimos un caso parecido, menos chocarrero pero más castizo, con Antonio David y Rocío Carrasco, el guardia civil y la hija de la folclórica.

Johnny Depp o Jack Sparrow, qué más da. El intérprete ha terminado por convertirse en su propio personaje, ese pirata con rastas, barba de chivo trenzada, el habla y los andares tambaleantes por el exceso de ron, un sinvergüenza irresponsable que se aprovecha de las mujeres rendidas a los pies de su encanto. Un bucanero que se parece a su satánica majestad Keith Richards, pero con sable en lugar de guitarra. Ya solo le falta la pata de palo. Tanto se ha creído a su trasunto que el actor concluyó su comunicado oficial emitido tras el juicio con la expresión latina veritas numquam perit (la verdad nunca muere), como si estuviera lacrando el pergamino con el mapa del tesoro.

A punto ha estado de que se lo zampara el Kraken de sus excesos, después de que Amber Heard se autodescribiera, sin nombrarlo, como "figura pública que representa la violencia doméstica" en un artículo de opinión publicado en The Washington Post en 2018. Pero Depp ha salvado de nuevo el pescuezo: la sentencia obliga a Heard a pagarle 10 millones de dólares como indemnización y otros cinco como castigo; el actor, a su vez, deberá abonar a su exesposa una multa compensatoria dos millones. El lío padre. La justicia habló y no hay nada que objetar, pero lo más terrible del caso resulta el hostigamiento a que ha sido sometida la actriz. ¿Eran sus lágrimas reales? El movimiento MeToo, la lucha de las mujeres por enterrar la violencia sexual, ha podido cometer sus excesos, pero el resentimiento fermentado está reventando las redes. Odio a paladas.

Es fácil imaginarse el percal. Sexo, alcohol, droga, mucho dinero, celos mutuos, una palabra más alta, un empujón, una sartén que vuela por los aires, una relación turbulenta y tóxica que, por fortuna, duró poco, apenas un año: los actores solo estuvieron casados entre 2015 y 2016. No deja de ser curioso que ambos se conocieran durante el rodaje en 2010 de 'Los diarios del ron', película basada en la novela homónima de Hunter S. Thompson, icono del periodismo gonzo, el mismo que escribió 'Miedo y asco en Las Vegas' y quien se quitó la vida en 2005 de un disparo en la cabeza. Uno de los ídolos del actor, junto con Richards, el guitarrista de los Stones, e Iggy Pop. Aunque estos dos se quitaron de las drogas hace años, el protagonista de estas líneas, quien este jueves cumple 59 años, sigue cuesta abajo, jugando todavía a ser Peter Pan.

Niño pobre, nacido en Kentucky, hijo de una camarera, con una infancia errante de más de 20 domicilios antes de cumplir los 7 años, Depp constituyó en sus orígenes un espécimen de eso que los norteamericanos llaman despectivamente white trash (basura blanca) y no supo gestionar el golpe de suerte, la fama, el innegable atractivo que poseía en sus inicios. Se erigió en el representante de una nueva masculinidad en los 90, con un toque femenino, un tipo grunge capaz de expresar ternura. A nadie le sentaba como a él la raya de kohl negro en los ojos. Tuvo relaciones con mujeres bellísimas e intensas, como la actriz Winona Ryder, la modelo Kate Moss y la cantante Vanessa Paradis, quien le dio dos hijos y el periodo más largo de estabilidad en su vida. Pero Depp/Sparrow prefirió convertirse en una caricatura de sí mismo. Jets privados, 30.000 euros al mes en vinos, desayunos de cocaína y juergas desmelenadas: cuando estuvo de novio con Kate Moss destrozó la suite de un hotel en Manhattan.

Tras su victoria (relativa) en el juicio, suben como la espuma las ventas del perfume Savage, de Christian Dior, que el actor publicita tocando la guitarra en el desierto, en compañía de lobos. Significativo y preocupante el fenómeno comercial en un momento de regresión en las libertades de las mujeres.