ARTE

La luz de Turner ilumina el MNAC

Un centenar de obras del mejor paisajista del periodo romántico reflejan en una exposición en colaboración con la Tate su interés por la naturaleza y los fenómenos atmosféricos

En paralelo, otra muestra reúne 80 piezas sobre la misma temática de artistas del siglo XIX de la colección del museo barcelonés

Un visitante, en la muestra sobre Turner del MNAC, entre un esbozo (izquierda) y una obra terminada del pintor inglés.

Un visitante, en la muestra sobre Turner del MNAC, entre un esbozo (izquierda) y una obra terminada del pintor inglés. / JORDI COTRINA

Anna Abella

"Ojalá tuviera un color para hacerlas aún más negras", dijo sorprendentemente, refiriéndose a sus obras, William Turner (1775-1851), considerado el gran pintor de la luz y el mejor paisajista del periodo romántico por el dominio que demostró sobre ella y sobre el color y la atmósfera. En sus cuadros y miles de esbozos y dibujos transmitió su interés por la naturaleza y a los fenómenos atmosféricos: las tormentas, el movimiento de las nubes, los arco iris, la niebla, la luna, el mar o el fuego llenaron sus acuarelas y óleos. Pero, sobre todo, el sol, su tema preferido. Él mismo proclamaba que era "el más bello de los seres" y "fuente de alegría". Incluso se afirma que sus últimas palabras antes de morir fueron "El Sol es Dios". 

De reflejar la fascinación por la naturaleza que el pintor inglés plasmó en sus paisajes, buscando siempre capturar la luminosidad también en contraste con las sombras se ocupa la exposición que hasta el 11 de septiembre puede visitarse en el Museu Nacional d’Art de Catalunya (MNAC) y que en colaboración con la Tate de Londres reúne un centenar de pinturas, dibujos, grabados y libretas de apuntes del artista. Su título, Turner. La luz es colorque remite a una famosa frase que el artista pronunció en una conferencia en 1818.  

'Lago, Petworth, atardecer; esbozo de estudio' (hacia 1827-8).

'Lago, Petworth, atardecer; esbozo de estudio' (hacia 1827-8). / TATE

Una de las particularidades de esta muestra, que no es cronológica ni retrospectiva, señala su comisario, el conservador David Blayney Brown, es que combina obras terminadas de Turner con una gran cantidad de esbozos, estudios y acuarelas, que son de carácter privado y que nunca pensó mostrar al público. "Estos los tomaba al aire libre y le servían para memorizar y recordar lo que veía en ese momento y para experimentar. Luego, ya en su taller, los utilizaba como elementos del paisaje que aparecerían en sus obras, algunas pintadas muchos años después de haber tomado los esbozos", señala recordando por ejemplo cuatro estudios de color de 1802, realizados durante una visita a Grenoble, que culminaron en una acuarela de 1824. "Fue un avanzado a su tiempo. Creó como un banco de imágenes de fenómenos naturales", añade. Y aunque no eran obras terminadas el hecho de que los conservara sugiere que estaba satisfecho con su estado inacabado. 

'Lago Buttermere, con parte de Cromackwater, Cumberland, un chaparrón' (expuesto en 1798). 

'Lago Buttermere, con parte de Cromackwater, Cumberland, un chaparrón' (expuesto en 1798).  / TATE

Turner captó paisajes de Gran Bretaña y de Europa continental. Dos lugares le obsesionaban especialmente, revela Blayney: Los Alpes suizos, más oscuros y tenebrosos, y Venecia, cálida, brillante y colorida. Esos contrastes lo reflejó a menudo en sus cuadros pues consideraba que no hay luz sin oscuridad y entrelazaba ambas para lograr mayor impacto. Apunta el comisario, antiguo conservador jefe en la Tate, la obra Apolo y Pitón (1811), con el dios del sol y la luz enfrentándose a la bestia surgida de una cueva oscura, o Lago Buttermere, con parte de Cromackwater, Cumberland, un chaparrón, donde el arco iris destaca en una atmósfera sombría y tormentosa, y que se basa en un esbozo en acuarela que probablemente presenció en el Distrito de los Lagos en Inglaterra. "En su época, el color negro no tenía buena prensa, pero Turner lo defendió siempre".  

La amenaza de la Revolución Industrial

También el paisajismo era considerado como un género menor. Él, desafiando convenciones y con nuevas técnicas, logró elevarlo a la categoría de gran arte. Mañana entre el Coniston Fells, Cumberland "resume el alma de la exposición", según Blayney: el lienzo, en formato vertical, "refleja un paisaje inglés, la salida del sol, cómo las nubes y la niebla van difuminándose y la sonoridad y el dinamismo que transmite un riachuelo que desciende".

En los viajes que realizó por Europa durante décadas, Turner observó las fuerzas de una naturaleza que empezaba a verse transformada y amenazada por la Revolución Industrial y así lo reflejaron algunos de sus estudios, con una atmósfera contaminada por el vapor y el humo de las máquinas, como se aprecia en la acuarela ‘Espigón, con un barco de vapor en el mar a lo lejos’.  

Fue también el artista inglés muy hábil al mostrar la insignificancia del ser humano, a través de pequeñas figuras, frente a la magnificencia de la naturaleza. Para transmitir la experiencia de lo vivido de primera mano se dice que Turner aseguró haberse atado al mástil de un barco durante una fuerte tormenta para poder reflejarla mejor de memoria, aunque el comisario no cree que fuera cierto. A menudo entrelazó en sus paisajes hechos del pasado e historias que beben de la mitología clásica, la literatura, el arte o la poesía. Con el teatro como inspiración, sus escenas son capaces de evocar estados de ánimo dispares, de la calma al drama pasando por la alegría o la sorpresa. 

Muestra en paralelo

En paralelo al recorrido sobre Turner, el MNAC estrena también la exposición El latido de la luz, con 80 obras, principalmente dibujos, de artistas del siglo XIX de la colección del museo barcelonés, entre ellos Marià Fortuny, Ramon Martí i Alsina, Lluís Rigalt, Antoni Fabrés o Jaume Morera. 

Visitantes en la muestra 'El latido de la naturaleza'.

Visitantes en la muestra 'El latido de la naturaleza'. / JORDI COTRINA

Comisariada por Francesc Quílez y Aleix Roig, ‘El latido de la luz’ implica un salto cronológico respecto a la de Turner, mostrando la eclosión del interés del arte catalán por la naturaleza que se extendió por Europa y cristalizó en el movimiento romántico y dando visibilidad a un fondo muy desconocido e inédito. En ella, por ejemplo, se rescata obra de la pintora barcelonesa Teresa Lostau (1884-1923), que dedicó parte de su producción al género floral, un espacio reservado tradicionalmente a las mujeres "por el misógeno sistema imperante". 

En la misma sala, una caja-paleta de madera utilizada por Marià Fortuny (1838-1874) cuya tapa el pintor de Reus decoró con un paisaje. De él figuran dibujos preparatorios y esbozos realizados en Marruecos que utilizaría para crear su famosa La batalla de Tetuán.   

Ambas exposiciones -con un presupuesto total y "extremadamente ajustado" de 450.000 euros, según el director del MNAC, Pepe Serra- dialogan compartiendo la fascinación del artista por la naturaleza, que, recuerdan Quílez y Roig, según Rousseau era el barómetro del alma.

'Turner. La luz es color'

MNAC  

Comisario:  David Blayney Brown

Del 20 de mayo al 11 de septiembre

'El latido de la naturaleza'

MNAC  

Comisarios:  Francesc Quílez y Aleix Roig

Del 20 de mayo al 11 de septiembre

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