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'Cinco lobitos': aprender a ser madre, aprender a ser hija

Después de pasar por Berlín y triunfar en el pasado Festival de Málaga, se estrena una de las grandes óperas primas del año, dirigida por Alauda Ruíz de Azúa, que aborda la maternidad y las diferencias generacionales con los progenitores

Laia Costa, en un fotograma de 'Cinco lobitos'.

Laia Costa, en un fotograma de 'Cinco lobitos'. / BTEAM PICTURES

Beatriz Martínez

Desde que las mujeres tomaron las riendas de sus propias ficciones, la maternidad ha dejado de ser el espacio idílico y abnegado que había propuesto la mirada patriarcal tradicional. Las nuevas generaciones la abordan desde nuevas perspectivas que obligan a desmitificar y a poner de manifiesto la necesidad de desenterrar los tabúes. Hay madres que no quieren serlo, como ocurre en Ninjababy, de la directora noruega Yngvild Sve Flikke; hay madres que carecen de instinto o apego maternal, como es el caso en Vida perfecta, la serie de Leticia Dolera; hay madres que anteponen su deseo y su vida a la de sus hijos, como en La hija oscura, de Maggie Gyllenhaal o El horizonte, de Delphine Leherice o madres que se encuentran atrapadas, solas y en un estado de precariedad económica que afecta a su equilibrio psicológico, véase Ama, de Júlia de Paz Solvas. Todos estos relatos se alejan de los estereotipos para plantear la realidad de muchas mujeres que hasta el momento había sido silenciada. 

La maternidad siempre supone un punto de inflexión. Es un antes y un después que te obliga a replantearte tus prioridades, que descoloca y te pone a prueba, tanto en la manera de relacionarte contigo misma como con el resto de las personas que te rodean. Puede ser una experiencia transformadora, pero también puede ser un infierno. Puede sacar tu lado luchador, pero también tus miedos e inseguridades. Precisamente en este espacio de incertidumbre se sitúa la ópera prima de Alauda Ruíz de Azúa, Cinco lobitos.

Su protagonista es Amaia (Laia Costa). Acaba de ser madre y se encuentra desbordada por las circunstancias. La sombra de la depresión postparto asoma por cada esquina. Hay miedo, cansancio, sentimientos paradójicos. Su pareja no estará ahí para ayudarla como habría esperado. Así que viajará a Euskadi para pasar una temporada con sus padres, Koldo (Ramón Barea) y Begoña (Susi Sánchez).

“Cuando fui madre por primera vez experimenté muchos altibajos, muchas sensaciones contradictorias”, cuenta la directora. “Pero una de las cosas que más me sorprendió fue comenzar a ver a mi madre de otra manera y entenderla mejor a partir de cuestiones que hasta el momento se me habían escapado. Y eso cambió radicalmente mi relación con ella”.

Ahí empezaría otra película. Ser madre y ser hija. Cómo aprender a ser madre, cómo aprender a ser hija. ¿De qué forma condicionan los vínculos que has establecido con tus progenitores a la hora de crear una relación sana con tu propio bebé? El choque generacional, resulta inevitable. 

Una brecha "brutal"

“Creo que hay una brecha brutal entre nuestras madres y la gente de mi generación”, continúa la directora. “Ellas tuvieron niños mucho antes que nosotras, en muchas ocasiones no pudieron desarrollarse profesionalmente y quedaron vinculadas al espacio doméstico. Ahora estamos en un momento en el que resulta clave el debate sobre la conciliación, intentar encajar en nuestro tiempo la crianza con el trabajo sin que nadie salga perjudicado”. “La maternidad afecta a las mujeres a todos los niveles, doméstico, profesional, de pareja, un cúmulo de presiones a las que a nadie le interesa contar”, corrobora Laia Costa. 

De alguna manera, Amaia redescubrirá a su madre en ese regreso inesperado al nido familiar en el que todo para ella ha cambiado. Ser madre le hará entender las renuncias que la suya hizo por ella. Los límites de la incomunicación, por fin empiezan a resquebrajarse. “No hay familias idílicas, y lo que quería precisamente la directora era apartarse de todo eso. El concepto de familia sigue siendo profundamente patriarcal y aquí se cuestiona ese constructo. En mi época las mujeres no teníamos elección, teníamos que ser las cuidadoras porque era lo que la sociedad esperaba de nosotras. Pero ahora las mujeres tienen otras posibilidades, y en el caso de Amaia, creo que lo que quiere es preservar su entidad individual, lo cual me parece muy necesario”, continúa Susi Sánchez.

Cinco lobitos tiene muchos niveles de lectura. Uno de ellos, es la necesidad de hablar de los afectos, de no tener miedo a verbalizarlos. Todo ello dentro de un espacio de una enorme intimidad, muy austero y minimalista en el que la cámara de Alauda se centra en sus personajes para capturar su evolución a través de sus sentimientos y emociones, desde la transparencia y la delicadeza. Desde la verdad.

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