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Jorge de Cascante, el autor sin rostro que busca la belleza en el espanto cotidiano

El escritor madrileño ilumina el desolador absurdo del mundo laboral en el libro de relatos 'Una ciudad entera bañada en sangre humana'

Jorge de Cascante, celebrando la felicidad que proporcionan los placeres sencillos, el día de su sexto cumpleaños.

Jorge de Cascante, celebrando la felicidad que proporcionan los placeres sencillos, el día de su sexto cumpleaños. / ARCHIVO

Rafael Tapounet

En una de las paredes del estudio en el que escribe sus cosas Jorge de Cascante (Madrid, 1983), hay colgado un póster de la película de terror gore 2000 maníacos, de 1964, en el que se incluye la imbatible frase promocional An Entire Town Bathed In Pulsing Human Blood!. Una ciudad entera bañada en palpitante sangre humana. “Cuando buscaba un título para mi libro, vi la frase, la traduje y ya está -explica-. Me parecía que pegaba porque siempre hay mucha gente pasándolo mal en mis cuentos”.

Una ciudad entera bañada en sangre humana (el adjetivo palpitante se ha perdido por el camino) es el tercer libro de relatos que publica De Cascante. El segundo en la editorial Blackie Books, para la que el autor trabaja como editor, traductor, consejero y antólogo. El título puede llevar a engaño, porque en las 80 minificciones que aquí se incluyen no hay sangre ni desmembramientos y lo más cercano al terror canónico es un cuento en el que los actores y actrices del Pasaje del Terror de un parque de atracciones se declaran en huelga para mejorar sus condiciones laborales y Freddy Krueger y el hombre lobo charlan acerca del tiempo mientras comen pistachos. Lo que sí tiene el libro es horror existencial. A porrillo. De Cascante escribe crónicas sobre el vértigo que da vivir, pero lo hace aplicando un personalísimo filtro de humor y distancia que convierte el espanto cotidiano en fuente de asombro y hasta de risa un poco culpable.

Cosas terribles y escenas bonitas

“Si sales a la calle te encuentras un montón de cosas terribles, y en tu vida privada también -relata el autor-. Pero si prestas atención, ves que continuamente se producen escenas increíbles en las que nadie se fija. Ese es el tipo de material que me interesa cuando escribo, porque me permite aferrarme a algún tipo de esperanza en la vida, decirme a mí mismo que en medio del horror hay cosas que están bien, que merecen la pena, que son bonitas”.

El corazón de las tinieblas de ese horror que describe De Cascante en los relatos de Una ciudad entera bañada en sangre humana es el mundo laboral, un universo de alienación, explotación y aislamiento. “Son cosas que he ido viendo en los trabajos que he tenido. La vida en la oficina. Gente que igual tiene un mundo interior riquísimo y que está aislada en un cubículo o trabajando en una correduría de seguros… Yo, si a la hora de escribir tengo alguna duda y no sé para dónde tirar, pongo que alguien trabaja en una correduría de seguros, porque eso siempre está ahí”.

Problemas de comunicación

La incomunicación es otro asunto recurrente. Igual que sucedía en su anterior libro de cuentos, Hace tiempo que vengo al taller y no sé a lo que vengo (2019), los personajes de De Cascante fracasan una y otra vez en sus intentos por entablar un diálogo productivo con otros seres humanos. “Supongo que eso es algo que le pasa a todo el mundo. Intentas transmitir un mensaje a alguien y no hay forma, porque no compartes referencias o por lo que sea”. Esa incapacidad para relacionarse con el entorno, pregunto, ¿tiene un componente generacional? “No estoy muy seguro de que sea así. Si escuchas una conversación en un bar entre gente de 70 años también ves que la comunicación es prácticamente imposible, y eso da lugar a situaciones cómicas, malentendidos, etcétera. Y ya cuando es entre generaciones ni te cuento. Realmente no veo mucha comunicación en ningún ámbito de la sociedad”.

La sensación de extrañamiento permanente que recorre las ficciones del libro se ve reforzada por los escenarios en los que el autor sitúa a sus personajes, a menudo establecimientos de restauración pertenecientes a alguna franquicia (VIPS, Rodilla, McDonald’s, Pizza Queen, Nostrum…) y supermercados de largos pasillos y luz azulada. “Son espacios en los que me siento muy cómodo, de manera cero irónica. Hay como un vacío, y quizá por eso la gente habla allí de manera más relajada, como si estuviesen rodeados de la nada. Soy consciente de que son sitios horribles, pero me gusta estar ahí y escuchar las conversaciones, porque siento que tengo una conexión más directa con lo que se dice”.

El escritor fantasma

Se diría que a Jorge de Cascante le gusta escuchar a los demás casi tanto como le incomoda ser reconocido. Esa es la razón por la que este artículo va encabezado por una fotografía del autor en su sexto cumpleaños. “El de la foto soy yo, cien por cien, no engaño a nadie, lo juro”. Desde que hace dos décadas empezó a colaborar en fanzines y revistas, De Cascante ha ocultado su rostro con un celo digno del fantasma de la ópera, pese a no padecer, asegura, ninguna deformidad especialmente destacable.

¿Se trata, tal vez, de una estrategia de márketing para llamar la atención? “No, no, qué va. Es solo que no tengo interés en poner la cara. Hay gente que me habla de Salinger y tal, pero esa no ha sido una referencia en absoluto. De hecho, las primeras veces que me pidieron una foto para algo, en fanzines y tal, yo estaba obsesionado con el rapero MF Doom, que llevaba la máscara del Doctor Muerte en los conciertos, y me molaba mucho y pensaba: 'Qué guay, esto también se puede hacer así'. Así que junto a la firma empecé a poner fotos de futbolistas, sobre todo del Atlético de Madrid. Juanma López era un recurso bastante habitual. Luego pasaron los años y mantuve esa costumbre. Ahora suelo poner fotos de mis perros”.

Portada de 'Una ciudad entera bañada en sangre humana'.

Portada de 'Una ciudad entera bañada en sangre humana'. / BLACKIE BOOKS

'Una ciudad entera bañada en sangre humana'

Jorge de Cascante. 

Blackie Books.

304 páginas. 21 euros

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