ARTE URBANO

Clet Abraham, el artista bretón que tunea las señales para que nos cuestionemos por qué obedecemos las normas

Entre el arte y el activismo, el creador francés está detrás de las indicaciones viales más divertidas que se pueden encontrar en muchas ciudades de Europa, Estados Unidos y Asia

Clet Abraham, colocando uno de sus diseños en una señal en el centro de París.

Clet Abraham, colocando uno de sus diseños en una señal en el centro de París. / ARCHIVO

Silvia López Díaz

Todo empezó con un hombrecillo pintarrajeado en la señal de tráfico de un callejón sin salida. El objetivo era representar la más típica escena de crucifixión. Pero los porqués detrás de este atentado son mucho más complicados.

Clet Abraham siempre ha vivido por y para el arte. Se formó en la Academia de Bellas Artes de Rennes (Francia) y más tarde se trasladó a Roma (Italia), donde trabajó como restaurador de muebles. Durante casi 15 años fue carpintero, hasta que consiguió convertirse en artista. Galerías francesas, inglesas, italianas exhibían sus obras, y llegó a realizar pedidos para instituciones importantes como El Banco Popular del Lazio o El Castillo de Poppi.

Sin embargo, como pintor al óleo más canónico siempre tuvo la sensación de no encajar. Por eso, para evitar los posibles filtros institucionales y en busca de la posibilidad de expresarse libremente, Abraham dio el salto a un lienzo más duro: las señales de tráfico. "Aunque tienen sus funciones, las señales generalmente están sobreutilizadas, son redundantes y se colocan con frecuencia sin ninguna necesidad real", dice sobre ellas para EL PERIÓDICO DE ESPAÑA. El artista reside desde 2005 en Florencia, la ciudad donde se localiza la mayor parte de su trabajo y también su taller, que funciona a la vez como tienda de souvenirs.

Clet Abraham en su taller en Florencia. 

Clet Abraham en su taller en Florencia.  / CLET ABRAHAM

GUÍAS CON MENSAJE


Un prohibido agujereado por una flor, un corazón atravesado por un sentido obligatorio a la izquierda, señales de peligro con caras divertidas y hasta un ceda al paso con corsé son algunos de los ejemplos de su infinito catálogo de intervenciones, y los lugares en los que ha dejado su huella se extienden a rincones urbanos de todo el mundo. De hecho, su trabajo adquiere nuevos significados en función de la ciudad en la que se coloca: Londres, Hong Kong, Miami... incluso Barcelona y Valencia, las dos únicas incursiones en España hasta la fecha.

Al ser pegatinas de quita y pon, no hay garantía de que su trabajo no pueda ser destruido, pero eso también asegura que el posible "daño" a las señales sea temporal y enmendable. Aun así, Abraham confiesa que en París y Oslo ha llegado a acuerdos interesantes con las autoridades para mantenerlo allí.

Un artista no es ajeno a su contexto y a lo que sucede en su entorno. Las pegatinas de Abraham dejan claros sus mensajes, a menudo políticos. En una señal de salida, por ejemplo, colocó a un agente de policía que perseguía a un monigote para plasmar su desconfianza en este cuerpo de seguridad días después de producirse el asesinato del afroamericano George Floyd en mayo de 2020.

La crisis con los refugiados que atraviesan el Mediterráneo en busca de un futuro mejor llegó a las calles de Oslo por medio de una señal de prohibido en el que se ve una lancha hundida en la franja blanca. Y durante el famoso Brexit colocó una señal de único sentido con las 12 estrellas de la bandera de la Unión Europea para expresar su disconformidad con la decisión de Reino Unido. Una de sus últimas obras es un tanque tachado en una señal de prohibido estacionar para decir "no" a la guerra en Ucrania.

MÁS ALLÁ DE LAS SEÑALES


Además de su famoso street art, Abraham se ha labrado también una reputación por sus intervenciones site-specific en el ámbito de la escultura. Para el artista urbano, Florencia necesita una sacudida que la saque de sus esquemas tradicionales, y el florecimiento del arte callejero es una prueba de lo que sus habitantes venían pidiendo. La Nariz (2010) fue la primera de una serie de intervenciones que realizó en diferentes estructuras, con el consentimiento de las autoridades florentinas. "Vi la torre y pensé que sería una cara perfecta. Decidí producir la pieza que faltaba, la nariz y... mírala. Es tan genial ver cómo se transforma esa torre sólo con la ayuda de una pequeña diferencia... Me satisface completamente, sin necesidad de justificarlo", comenta divertido. 

Al colocar El Hombre Común (2011), una figura humana tallada en metal que parece a punto de caer desde uno de los puentes que cruza el Arno, Clet Abraham quiso plantear una especie de encuesta provocadora para ver si hay algún espacio urbano que no esté regido por las normas. Ubicada en las barandillas del Puente de Gracia y colocada sin autorización, la figura es un paso libre fuera de lo establecido. Al mismo tiempo, sin encarnar a nadie específicamente, cualquiera puede identificarse con la estatua: "Es un monumento a la gente común que tiene que lidiar con las dificultades cotidianas, un paso en el vacío por una figura humilde pero orgullosa". Pese a la controvertida historia, las multas, los traslados y hasta un juicio, las autoridades finalmente no han impedido que permanezca en el puente. 

'El Hombre Común' en el Puente de Gracia, en Florencia. 

'El Hombre Común' en el Puente de Gracia, en Florencia.  / CLET ABRAHAM

SU ARTE ES COMUNICACIÓN 


El propósito del artista con todo su trabajo es el de explorar un marco intermedio, una zona gris, con la que trata de demostrar que existe una verdadera distinción "entre el concepto moral de lo bueno y lo malo. Entre lo que el sistema legal considera que se puede hacer o no". "Las leyes son algo necesario para nuestras sociedades", explica Abraham, "pero al mismo tiempo deberíamos tener en cuenta que son meros instrumentos". Para él, nuestro deber es impulsar esa evolución continua y cuestionarnos las normas, para evitar limitarnos a seguirlas por costumbre. 

Pieter Brueghel fue considerado el pintor holandés más importante del siglo XVI. Brueghel, principal referencia de Abraham, era consciente del analfabetismo generalizado de aquella época. Por eso, sus cuadros solían contar historias de forma muy clara y sencilla, para que cualquier persona pudiese entender su mensaje. "Era muy bueno a la hora de expresar cosas complejas con imágenes. Tener esta habilidad en una sociedad que no estaba educada, significa que era capaz de comunicarse con todo el mundo", explica. "La comunicación, especialmente aquella de algo que no es fácil de expresar con palabras es, al menos para mí, el principal objetivo del arte". 

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