CÓMIC

Una biografía en viñetas de Mao: así fueron los inicios del manga en España

Los orígenes de este tipo de tebeos en nuestro país tuvieron primero un tinte político y después muy undergound, precediendo en varias décadas a Akira, Son Goku y la gran avalancha televisiva

Una viñeta del manga 'La vida de Mao Tse-Tung'.

Una viñeta del manga 'La vida de Mao Tse-Tung'.

Alex Serrano

El manga o cómic japonés ha pasado de ser el bicho raro que miraban con recelo los lectores de cómic de superhéroes o de tebeo francobelga a convertirse en un fenómeno imparable de ventas con una especial incidencia en el lector juvenil. Sin embargo, no siempre fue así. Pese a que el imaginario popular identifica fogonazos como Candy Candy, Mazinger Z o Los Caballeros del Zodíaco como momentos previos al desembarco definitivo de la animación y cómic japonés que encabezaría Dragon Ball de Akira Toriyama a principios de la década de los noventa del siglo pasado, la llegada del manga a España se remonta varias décadas más atrás y no se trató de un éxito instantáneo.

La revista infantil en catalán Cavall Fort fue pionera en publicar una página de cómic japonés en su número 137/138, en 1968. Pero sería diez años después cuando la editorial Grijalbo lanzaría la primera obra completa en formato cómic proveniente de Japón. Se trata de una biografía de Mao Tse-Tung en viñetas a cargo de Fujiko Fujio, seudónimo utilizado por los autores Hiroshi Fujimoto y Motoo Abiko, creadores de personajes de gran calado en Japón como Hattori el ninja. Ya por separado, Fujimoto sería también creador del celebérrimo Doraemon.

La llegada de una biografía del padre del comunismo chino puede considerarse una apuesta comprensible en una España recién salida de la dictadura franquista, con un público joven ávido de libertad y de ampliar horizontes entre el que partidos políticos maoistas como la Organización Revolucinario de Trabajadores o Bandera Roja arrastraban cierto predicamento. La decisión de importar una obra exótica para los parámetros de una época en la que el cómic seguía siendo casi unánimemente asociado a un público infantil fue recibida, con toda seguridad, con un punto de sorpresa en las librerías de la época.

Reconstruir los pasos de cómo y por qué llegó este primer manga a España no es tarea fácil. La obra nunca se ha reeditado y el escaso éxito que tuvo en su momento hace que sea extremadamente difícil de encontrar fuera de algunas bibliotecas públicas que cuentan con una copia en su catálogo. La editorial Grijalbo fue adquirida en 1989 por el gigante editorial Mondadori (hoy en día Penguin Random House) y Albert Mayol, que figura en los créditos como responsable de la edición, falleció en octubre de 2021. El único vínculo identificable que quedaba era el traductor, el japonés Junichi Matsuura.

El currículum de Matsuura es amplísimo: fue el creador del departamento de japonés de la Escuela Oficial de Idiomas de Barcelona en 1971, traductor de autores como Haruki Murakami y autor de numerosos manuales de su lengua materna para castellanoparlantes. Tras varias semanas de búsqueda, una dirección de correo electrónico facilita el contacto inicial con el traductor del primer manga publicado en España. La respuesta son unas educadísimas líneas en las que el profesor Matsuura, con toda sinceridad, cuenta que tradujo La vida de Mao-Tse Tung hace más de cuarenta años, y que no se acuerda de casi nada. “No sé hasta qué punto pueda ser útil para su artículo”, concluye, mientras sugiere que quizás su hijo pueda aportar algo más sobre manga y novela gráfica, ya que es autor de varias obras.

El traductor Junichi Matsuura y su hijo Jun.

El traductor Junichi Matsuura y su hijo Jun. / Herder Editorial

Jun Matsuura, nacido en Barcelona, no solo es autor de cómics como Frau Tovarich, la camarada (La Cúpula, 2009) o las biografías en formato manga de Beethoven o Sócrates, sino también uno de los dibujantes de storyboards más importantes del cine español actual, habiendo participado en películas como Rec 2, La caja Kovak o Tres metros sobre el cielo.

Todo queda en familia

Jun facilita un encuentro por Skype en el que padre e hijo están presentes. Junichi Matsuura, nacido en Osaka en 1947, recuerda su llegada a España en 1969. Aterrizó en Madrid, pero pronto se trasladó a Barcelona. “Llegué en tren expreso desde Madrid y desde la ventana veía muchos trabajadores que llevaban algo debajo del brazo envuelto en papel y resulta que eran bocadillos”, cuenta.

A Matsuura no le costó hacerse a la vida de una España en plena recta final de la dictadura franquista. “Nosotros seguíamos viviendo al estilo japones, pero a través del cine y demás conocíamos bastante bien la manera de vivir occidental”, rememora. Sí le impresionó, mientras cursaba estudios universitarios, la presencia de policías en el campus. “Entre clase y clase salíamos al patio y entraban los grises. A veces la policía suspendía las clases. Yo venía de un país con libertad de expresión, y eso me llamó la atención”.

Hasta que la editorial Grijalbo se puso en contacto con él, Junichi Matsuura había realizado traducciones de corte empresarial, pero nunca literarias. Había leído manga en su Japón natal, pero no había traducido ningún cómic. A la editorial no pareció importarle, y le encargaron no solo la traducción de la biografía en versión manga de Mao Tse-Tung, sino también las de Hitler (a cargo de Shigeru Mizuki) y la de Karl Marx. “Yo traduje tres libros, lo que pasa es que solo editaron uno”, explica el veterano traductor, que aventura que “se ve que no vendió mucho, porque en aquella época en España muchos adultos aun pensaban que los cómics eran para niños”.

Matsuura recuerda cómo contó con la colaboración de un amigo colombiano que era profesor de inglés y le ayudó a pulir el texto en castellano, y cómo una tercera persona (posiblemente Albert Mayol) adecuó la traducción al formato comic. “En Japón los libros se leen de derecha a izquierda, y en aquella época lo que hicieron fue invertir el sentido de las páginas” subraya el profesor, que recuerda divertido el detalle de que “si ves el libro hay un montón de pistoleros zurdos por eso”. Tampoco olvida el arduo proceso de documentación al que tuvo que someterse para comprobar el nombre de los personajes de estas biografías en castellano, ya que en japonés la pronunciación difiere en muchos casos.

“En Japón los libros se leen de derecha a izquierda, y en aquella época lo que hicieron fue invertir el sentido de las páginas. Si ves el libro hay un montón de pistoleros zurdos”

El profesor cuenta cómo el perfil de estudiante de japonés en España ha cambiado mucho a lo largo de los años. “En los setenta la gente estudiaba japones por trabajo y ahora se ve más gente que estudia por el manga. Ahora pueden ver anime y tienen mucha facilidad para escuchar japonés. Antes la gente ni sabía dónde estaba Japón”.

Matsuura padre no volvió a traducir manga y, de hecho, ni siquiera conserva una copia de La vida de Mao Tse-Tung. La sorpresa viene cuando su hijo Jun cuenta durante la entrevista que él desconocía completamente que su padre hubiese traducido un manga. “Hasta que no has venido tú yo no sabía nada de este libro. Es así el hombre, no me había dicho nada”, cuenta con una sonrisa cómplice.

Jun Matsuura llegó al manga y el anime igual que muchos otros jóvenes catalanes durante los primeros noventa: a través de la celebérrima serie Dragon Ball y el desembarco de cómic y animación subsiguientes. “Mi [serie] favorita era Musculman”, advierte el dibujante, que destaca que la poderosa carga visual del manga le influyó muy pronto. “Me gustaba dibujar desde pequeño, era una cosa muy innata. Con los años lo mantuve, y en la adolescencia siempre hacia historias, diseñaba personajes”, recuerda. Luego entraría en el mundo del storyboard “por casualidad, cubriendo una baja de última hora. La primera vez, con Jaume Balagueró, los tenía de corbata, no sabía lo que tenía que hacer”. Esa casualidad se ha convertido en profesión. Recientemente ha terminado los storyboards de las últimas películas de los hermanos Pastor o Neil Jordan, y tiene dos más en cartera. Con ese ritmo de trabajo, su producción de nuevos cómics pasa, según sus propias palabras, al estatus de hobby, por lo que posibles proyectos para editoriales con las que ya ha publicado, como Herder o La Cúpula, van para largo.

Undergound internacional


Precisamente, La Cúpula no solo es una de las editoriales de cómic más veteranas de nuestro país, con más de 40 años de historia a sus espaldas, además de un nombre inseparable del underground español de la democracia. También fue pionera en la publicación habitual de cómic japonés en las páginas de la revista El Víbora, junto a autores internacionales como Robert Crumb y Gilbert Shelton o españoles como Max y Miguel Gallardo.

“Nosotros éramos amigos de toda la gente progresista que hacía cómics en Europa y de algunos de EE.UU”, recuerda Emilio Bernárdez, director editorial de La Cúpula, que recuerda cómo, en un viaje a París, entraron en contacto con el editor de la revista Le cri qui tue, primera en dedicarse a la publicación de autores japoneses en el mercado francés. “De lo que vimos, Yoshihiro Tatsumi nos gustó y nos interesamos por publicarle en El Víbora”, recuerda. “Como hablaba un poco de inglés, le escribimos, le encantó la idea de publicar en España y empezó a enviarnos obras suyas que fotocopiaba del revés y retocaba para que los personajes no fueran zurdos”.

El editor de La Cúpula conserva “un recuerdo muy vago, de decir ‘esto es una flipada’” sobre La vida de Mao Tse-Tung, de Grijalbo. “Era como un contrasentido: una gran editorial publicando a Mao Tse-Tung. Recuerdo haberlo visto en alguna parte, pero me pareció una chorrada. Francamente no recuerdo que esto despertara ningún interés entre mi pandilla. Éramos de lo más underground, por lo que lo que hiciera una gran editorial, a nosotros nos la traía al pairo”.

El editor Emilio Bernárdez, a la dcha., junto a los autores de 'El Víbora' Miguel Gallardo (en el centro) y Max (detrás de él, con chaleco).

El editor Emilio Bernárdez, a la dcha., junto a los autores de 'El Víbora' Miguel Gallardo (en el centro) y Max (detrás de él, con chaleco). / La Cúpula

Desde un punto de vista puramente editorial, Emilio Bernárdez opina que “se difundió bastante mal”. En aquel momento, destaca, “había una o dos librerías de comics, pero eso seguro que no acabó allí, y la gente que lo viera en una librería, pues imagínate, ver un cómic en una librería normal, debía de ser algo raro. Si a nosotros los de los comics nos miraban con desprecio, imagínate cómo se miraría algo que encima era con ese dibujo raro”.

Si a nosotros los de los comics nos miraban con desprecio, imagínate cómo se miraría algo que encima era con ese dibujo raro”

A diferencia de la aventura editorial de Grijalbo, La Cúpula inauguró con Tatsumi una relación con el cómic japonés que se ha mantenido durante cuatro décadas y ha llevado a la editorial catalana a convertirse en hogar de autores como Katsuhiro Otomo, Suehiro Maruo o Masashi Tanaka pero, sobre todo, Hideshi Hino y, más recientemente, Gengoro Tagame.

“La ventaja de trabajar con Tatsumi o autores de su estilo es que eran el equivalente al underground japonés, estaban fuera de los cauces comerciales, eran atípicos, gente que tenia relaciones con el extranjero”, contextualiza el editor. “Para nosotros no se trata de nacionalidades o de colores, se trata de calidad. A nosotros los booms nos dan igual. Publicamos algunos mangas porque nos gustan”, concluye.

En un mar de anécdotas de incalculable valor para reconstruir la historia del manga en España, Emilio Bernárdez desliza cómo, merced a un acuerdo con la todopoderosa editorial Kodansha, el que fuera fundador de La Cúpula y editor hasta su fallecimiento en 2012, Josep Maria Berenguer, se fue a vivir a Japón varios meses con su pareja y sus tres hijos para trabajar en un proyecto que buscaba facturar cómics de estilo europeo dibujados por autores japoneses. El resultado más notable fue Miyuki Mata, de Kazumasa Takayama, obra serializada en su momento en páginas de El Víbora.

Una joya oculta

Alfons Moliné fue uno de los primeros divulgadores de cómic español en profundizar en el mundo del cómic japonés. Toda una generación de lectores de los años noventa en adelante han podido conocer más y mejor el manga gracias a sus textos. Sin embargo, el divulgador admite haber pasado por alto en su momento La vida de Mao Tse-Tung de Fujiko Fujio: “hace unos años hice una cronografía y se me escapó”. Moliné sí destaca la publicación de las primeras historias cortas de Tatsumi en El Víbora, así como los artículos de Hisao Kato en The World Encyclopaedia of Comics, obra originaria de 1976 coordinada por Maurice Horn, considerado uno de los primeros estudiosos del cómic con perspectiva académica.

“Creo que hacia 1985-1986 empecé a escribirme con Hisao Kato”, rememora el divulgador. “Recuerdo que me mandaba mangas y revistas de anime, imposibles de conseguir por aquel entonces. Entre ellos, el primer volumen de Dragon Ball, que por cierto le dejé a Antonio Martín (por entonces editor de cómic en Planeta-deAgostini) y luego él usó para comprar los derechos de las series en España”.

Moliné cuenta cómo vio venir el boom de la cultura japonesa con las primeras series de animación en las emisoras de televisión de los noventa y disfruta del momento actual del manga, que permite que lleguen obras de todo tipo. “Me parece fascinante que se edite una buena parte de la obra de Osamu Tezuka y de otros autores clásicos porque, sin ellos, el cómic no sería lo que es hoy”. Quizás, tras más de cuarenta años, y el intento fallido en 2012 de Editora de Tebeos, que no se llevó a cabo por el cierre de este sello, alguien se anime a volver a publicar La vida de Mao Tse-Tung. Esta vez, sin “pistoleros zurdos”.