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'El hombre del norte': la superproducción de vikingos maldita

El director Robert Eggers firma su película más ambiciosa, protagonizada por Alexandre Skarsgård y que aúna la violencia y brutalidad de los guerreros berserkers con el elemento sobrenatural que aporta la mitología nórdica

Un fotograma de 'El hombre del norte'.

Un fotograma de 'El hombre del norte'. / ARCHIVO

Beatriz Martínez

En los últimos años hemos asistido a una insólita explosión de ficciones televisivas ambientadas en el mundo de los vikingos, pero faltaba una gran película que nos sumergiera en ese universo primitivo y salvaje sobre el que se han basado tantas leyendas. El hombre del norte es quizás la repuesta menos obvia que pudiéramos esperar, sobre todo si tenemos en cuenta que la dirige un autor como Robert Eggers, responsable de dos películas de culto como son La bruja El faro. Su acercamiento no podía ser convencional, aunque la película se enmarque en los parámetros de una superproducción de más de 90 millones de dólares. Y precisamente este hecho ha sido fundamental a la hora de valorar todas las polémicas que se han generado a su alrededor, entre ellas, su fracaso en la taquilla norteamericana y las declaraciones del propio director a The New Yorker, donde aseguraba que no había tenido acceso al montaje final de la película.

En cualquier caso, El hombre del Norte parece destinada a convertirse en una película maldita, una de esas obras únicas en las que se conjuga la visión autoral y la ambición como hacía tiempo que no se veía en una producción de este tipo, un blockbuster adulto, en el que late la épica, pero totalmente alejada de los convencionalismos: una épica sórdida, violenta, telúrica, sucia, en la que el entretenimiento es secundario y lo importante son las texturas, los movimientos de cámara, la dimensión mitológica, la atmósfera alucinógena, sus referencias pictóricas y poéticas y otros mil detalles que la sitúan casi como una pieza de arte racial y kamikaze.

Tradición oral

Para situarnos en ella, la historia se basa en el mito medieval escandinavo del príncipe Amleth, que más tarde sería utilizado por Shakespeare para componer su Hamlet. Junto a esta historia oral de traiciones y venganza, también nos adentramos en toda la simbología del folclore nórdico. Así, nos encontramos con los despiadados guerreros berserkers, que luchaban desnudos cubiertos de pieles en estado de trance sin sentir el dolor, con el árbol genealógico Yggdrasil que establece las dinastías, con las valkirias, con el rey Odín y mítico Valhalla, la tierra prometida. El director quiso escarbar en la esencia de toda esta mitología, y para ello contactó, a través de la cantante Björk (que aparece en un pequeño pero impactante papel), con el escritor Sjón Sigurdsson

"Este proyecto empezó hace diez años", cuenta el verdadero artífice de todo, el actor Alexandre Skarsgård, a El Periódico de Cataluña. "Teníamos el sueño de hacer una gran aventura épica de vikingos y transportar al espectador a ese mundo de las grandes sagas islandesas. Queríamos que fuera una versión moderna en la que latiera la libertad creativa, por eso fue fundamental la incorporación de Robert Eggers, al que siempre le han interesado tanto las raíces folclóricas y la mezcla entre lo real y lo sobrenatural". 

En realidad, Alexandre Skarsgård no lo pasó especialmente bien durante un rodaje bastante más duro de lo que nadie habría podido imaginar, sobre todo por la forma de filmar de Eggers, a través de largos planos que pueden durar muchos minutos y que dotan a la película de una dimensión coreográfica única. "Normalmente en este tipo de producciones tienes varias cámaras que filman diferentes ángulos, lo que significa que puedes hacer una secuencia larga dividida en varias partes. Pero Robert no trabaja así, él no hace cortes, ya sea en una escena íntima y dramática o en una de acción con millones de extras alrededor. Así que hemos tenido que trabajar meses y meses antes del rodaje para que todas esas coreografías internas fueran fluidas. Y si algo salía mal, había que empezar desde el principio, así que en las escenas muy físicas esto podía resultar frustrante", reconoce el actor. "Es un sistema de trabajo que te pone al límite, pero el resultado es impresionante, porque puedes sentir y tocar todo lo que pasa". 

Controversia

Eggers también se confiesa: "Efectivamente, solo utilizamos una cámara para filmar, que movíamos o yo o el director de fotografía, Jarin Blaschke. Queríamos transportar al espectador a ese lugar y a ese tiempo y crear un universo, que para mí es más importante que la historia en sí". 

También se muestra rotundo sobre la controversia que supuestamente lo habría enfrentado a Universal Pictures. "Para mí la posproducción fue lo más difícil. Sabía que la película era muy grande y cara y que no iba a tener el corte final. Intenté hacer algo de lo que me sintiera orgulloso, pero tuve muchas presiones del estudio que me desanimaron. Ellos querían la versión más entretenida de la película, y eso fue lo que les prometí, pero fue un proceso doloroso. En cualquier caso, esta es la película que quería hacer y sin esas presiones igual no estaríamos aquí", cuenta Eggers. 

Sin penes

¿Podría haber sido todavía más violenta? "No, no. Lo único a lo que me comprometí fue a no sacar penes. Nos habrían distraído de la trama", bromea. "Imagina a todos esos enormes guerreros berserkers totalmente desnudos, sería una imagen bastante perturbadora". 

En este mundo repleto de testosterona brillan dos mujeres que sirven como contrapunto a esta historia de machos alfa airados: la joven esclava Olga (encarnada por Anya Taylor-Joy, que ya trabajó con Eggers en La bruja, la película que supuso su descubrimiento) y la madre del protagonista, la reina Gudrún (una sorprendente Nicole Kidman). "Está claro que la visión del mundo de los vikingos era patriarcal y misógina, pero ellas son en realidad las verdaderas protagonistas de esta historia, las que llevan las riendas del relato", cuenta Eggers.

"Hay una interesante dicotomía en la mentalidad de los vikingos", continúa Skarsgård. "Hay una deidad llamada el fuego, que es femenina y que habita en todos ellos. En esta película, mi personaje, Amleth, es constantemente guiado por los espíritus femeninos y cuando se encuentra con Olga, se da cuenta de que él representa la fuerza bruta, pero ella tiene la inteligencia de la que él carece, y ambos se complementan a la perfección". "¿Hay alguna imagen más sofisticada que la de una valkiria?", culmina Eggers. 

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