PREMIO DEL FESTIVAL DE DONOSTIA

Poca agua, mucha arena y cuatro cámaras: así es la primera generación de cineastas saharauis

La academia de cine del Sáhara acaba de recibir el premio del festival de Cine y Derechos Humanos de Donostia

“Le pediría a Sánchez que viva él bajo una autonomía marroquí cinco días”, dice su director Brahim Chagaf

Se muestran hartos de vivir en un “desierto dentro del desierto”

Cineastas de la Escuela de cine saharaui Abidin Kaid Saleh

Cineastas de la Escuela de cine saharaui Abidin Kaid Saleh / Escuela de cine saharaui Abidin Kaid Saleh

Mario Saavedra

Mario Saavedra

Brahim Chagaf es un saharaui de 34 años, alto y con facciones muy marcadas. Su mirada es penetrante, y se endurece aún más cuando se le pregunta cómo se siente tras el cambio de postura del Gobierno español ante el Sáhara Occidental. “Le pediría a Pedro Sánchez que pruebe a vivir él siquiera cinco días bajo una autonomía marroquí”, dice, en referencia a la decisión del presidente español de respaldar el plan de Rabat para crear una autonomía en los territorios disputados de esta zona del norte de África. 

Chagaf es el director de la primera escuela de cine saharaui. Está ahora en San Sebastián junto a los cineastas Lafdal Mohamed Salem (39 años) y Ahmed Moh Lamin (31). Atienden a

EL PERIÓDICO DE ESPAÑA

tras recibir el premio del Festival de Cine y Derechos Humanos de Donostia a su escuela, llamada Abidin Kaid Saleh, que cumple diez años. Han proyectado sus películas y recibido los honores al mismo tiempo que el presidente del Gobierno español visitaba al rey Mohamed VI para formalizar el restablecimiento de la sintonía entre Madrid y Rabat. Esta situación, no lo esconden, les irrita.

7 de abril de 2022.- De izquierda a derecha, Brahim Chagaf, director de la Escuela de cine saharaui Abidin Kaid Saleh; Lafdal Mohamed Salem, cineasta saharaui; María Carrión (directora de FiSahara) y  . La escuela ha recibido el premio del festival de  Cine y Derechos Humanos de San Sebastián.

Escuela de cine saharaui Abidin Kaid Saleh recibe el premio del festival de Derechos Humanos de San Sebastián, este 7 de abril de 2022. / Festival de Cine de DDHH de San Sebastián

Chagaf cuenta que cuando le refirió lo ocurrido a una mujer del campo de refugiados argelino donde vive, ella se sonrió y le dijo: “Viniendo de España me parece lo más normal del mundo. Y además me da igual porque nadie puede decidir por nosotros nuestro futuro”. Un futuro que los saharauis, insiste, ya determinaron el 13 de noviembre de 2020. Ese día, tras un ataque marroquí en el paso fronterizo de Guerguerat, el Frente Polisario declaró el estado de guerra en todo el territorio del Sáhara y dio por roto el alto el fuego firmado con Marruecos en 1991.

“Sentimos cómo se repite la historia, cómo España vuelve a traicionar al pueblo saharaui. Y qué curioso, el mismo partido político, el PSOE, es el que sigue sucumbiendo ante el Rey alauí”, dice Chagaf. “Ha vuelto a pasar lo mismo que con Felipe González en los años setenta. Visitó los campamentos de refugiados antes de las elecciones, y prometió que su partido iba a acompañar al pueblo saharaui ‘hasta la victoria final’. Luego llegó al poder y nos abandonó”.  

En 1976, el entonces secretario general socialista se trasladó a los territorios liberados del Sahara Occidental tras la entrega de la que entonces era la provincia 53 española a Marruecos y Mauritania. Fue el resultado de la Marcha Verde, centenares de miles de marroquíes enviados a ocupar la excolonia española por el entonces rey Hasam II.  

“El pueblo saharaui va a vencer en su lucha”, dijo González. “Para nosotros no se trata ya del derecho de autodeterminación, sino de acompañaros en vuestra lucha hasta la victoria final.

El “desierto dentro del desierto”

Ahmed ahora reside temporalmente en Vitoria y Lafdal en Madrid. Brahim sigue viviendo en el campo de refugiados de Bojador.  “Más bien sobrevivo”, dice. “Es un campo de refugiados improvisado, temporal (aunque tenga más de cuarenta años), construido en un territorio hostil, donde no hay nada, ni vegetación: es el desierto dentro del desierto”.

El campo de Bojador es como tantos otros de la provincia argelina de Tinduf, donde malviven los refugiados saharauis desde 1975. Primero, las viviendas eran jaimas que las madres fabricaban de sus melfas, los trajes típicos tradicionales de cuatro metros de tela, cuenta Brahim. Luego llegaron otros tipos de telas más resistentes y más gruesas, con las que fabricaron jaimas más estables, uniéndoles dos palos de madera, clavos y cuerdas para tensarlas. A mediados de los noventa, empezaron a fabricar ladrillos de adobe y chapas de zinc para hacer el tejado. A continuación llegaron los ladrillos de cemento, y construcciones más sofisticadas, siempre de una sola planta. 

Escuela de cine saharaui Abidin Kaid Saleh

Escuela de cine saharaui Abidin Kaid Saleh / Escuela de cine saharaui Abidin Kaid Saleh

Hoy, explican estos cineastas, viven en casas de una planta hechas de ladrillos de cemento, con electricidad, conexión móvil e incluso internet. Lo que no hay es agua corriente, sino un pozo desde el que se saca a través de unas bombas eléctricas. Con ellas se llena un camión cisterna que reparte el agua a las casas, para luego almacenarla en grandes bidones. “Tenemos una ración de agua mensual”, explica Lafdal.

Existe también una televisión nacional en la que se emite una de las series dirigidas por Brahim. Se trata de una comedia llamada Jruchu Fi Lucho que rompe algunos tabúes de la población saharaui. “Toca la igualdad de género, los restos culturales de la esclavitud (como las formas despectivas de referirse a los de piel más morena)”, dice. "O el conservadurismo social que rechazaba el cine como algo occidental”, añade Ahmed. 

La Escuela de Formación Audiovisual Abidin Kaid Saleh la montaron en parte con la ayuda y donaciones de cineastas españoles, como la familia Bardem o Luis Tosar, entre otros. El Ayuntamiento de Zaragoza les financia ahora un proyecto. Y, destacan, está la ayuda del proyecto español Festival Internacional de cine del Sahara.

En esa escuela se está formando la primera generación de cineastas saharauis. Cuentan con tan solo tres cámaras réflex y una grande que graba en 4K y que llaman “la reina de la casa”. Y con eso han producido algunas decenas de documentales y series. Los temas abarcan desde el paro juvenil, la precariedad de la salud, la memoria histórica, los cánones de belleza, la depresión o la adicción a Internet. Se han mostrado en Perú, Argentina, Uruguay, Suecia y Suiza, España. Pero también en todos los campamentos saharauis de la zona. Lo llaman Solar Cinema Western Sahara. Un coche, un proyector, su cine y coloquios tras la película bajo las estrellas.

“No es solo un entretenimiento para hacer volar la imaginación”, explica Brahim. “Esto ahora es parte de la conservación de nuestra cultura y nuestra identidad”. Antes se transmitía de forma oral, de generación a generación. “Tras la injusticia que hemos sufrido, la transferencia cultural se ha visto cortada por el cambio de vida: dejamos de ser un pueblo nómada que no conocía fronteras y nos vimos obligados a establecernos en un campamento de refugiados”. 

Rodaje de la Escuela de cine saharaui Abidin Kaid Saleh en el Sáhara

Rodaje de la Escuela de cine saharaui Abidin Kaid Saleh en el Sáhara / Escuela de cine saharaui Abidin Kaid Saleh

“¿Albergáis alguna esperanza de tener un Sáhara libre? Las grandes potencias ya parecen haber decidido el futuro…”, les preguntamos. “No, no, no. Mientras siga existiendo el Ejército Popular Saharaui tenemos no sólo la esperanza sino la certeza de que nuestro territorio será libre. Si no conseguimos liberarlo, lucharemos. Los saharauis somos indomables”, concluye Brahim.