QUEMAR DESPUÉS DE LEER

La inocencia invencible de John Barth

El autor de la recién recuperada 'Sabático' llegó tarde a todo, incluso a la guerra, pues, a diferencia de sus contemporáneos, nunca pisó un campo de batalla, y eso, dice, le dotó de "una inocencia invencible" que explica hasta el último de sus temerarios pasos

El autor estadounidense John Barth

El autor estadounidense John Barth

Laura Fernández

Laura Fernández

Existe una calle en la encantadora, fría y solitaria Iowa City en la que debes caminar leyendo. Esto es, porque, como en un particular y exclusivamente literario paseo de la fama, en dicha calle, la céntrica Iowa Avenue, aquí y allá, el suelo está repleto de citas de los escritores que alguna vez recorrieron esa misma calle camino de algún supermercado, porque, por supuesto, vivían allí. Queda algo lejos de su casi único bar de copas, ese mito de barra pegajosa y destartalados reservados de madera llamado Foxhead, en el que aún se sirve, en honor de todos ellos, un whisky llamado Writer’s Tears.

El caso es que, de entre todas esas citas, y pensando a la vez en el ejemplar de 'Letters', la novela de siete cabezas que John Barth tardó siete años en completar, y en el sótano en el que Brandon Sanderson produce, a una velocidad de vértigo, cada nueva entrega de su 'Cosmere', hay una que mide el esfuerzo de uno y otro en su justa medida. "Somos lo que pretendemos ser, así que elige bien lo que pretendes ser", dice. Su autor es el tipo que denunció a una tabacalera porque el tabaco no le había matado y acabó matándose de una caída cuando salió a fumarse un cigarrillo poco después: Kurt Vonnegut.

Kurt Vonnegut, en un retrato de 1970.

Kurt Vonnegut, en un retrato de 1970. / IFPA

Hubo un tiempo en el que John Barth se levantaba cada día a las seis de la mañana y preparaba una cafetera –una cafetera familiar– para obligarse a abandonar periódicamente lo que fuese que estuviese escribiendo en busca de una taza de café. El olor del café le mantenía, de alguna forma, en contacto con el mundo. Y tal vez siga haciéndolo; es decir, tal vez siga levantándose a las seis de la mañana, preparándose todo ese café y tratando de escribir hasta mediodía.

Porque John Barth (Maryland, 1930), como Thomas Pynchon y Robert Coover, el otro par de ilustres supervivientes de lo clásico posmoderno, sigue vivo. Aunque, en su caso, hace 40 años que no publica. Exacto, nada se ha sabido del más destacado de los alumnos de Pedro Salinas desde 1982 –ajá, el poeta dio clase en la universidad a la que asistía Barth, la Johns Hopkins, cuando aún quería ser músico, y le abrió los ojos. "Él, un viejo sabio, un refugiado de la España de Franco, me convenció, convenció a aquel ingenuo e inocente yo de entonces, de que dedicar la vida a construir frases y contar historias podía ser de lo más digno y noble", dijo en una ocasión–.

Ese fue el año en que publicó 'Sabático', novela que acaba de ser editada por Piel de Zapa, y que había permanecido inédita en español hasta la fecha. Barth escribió 'Sabático' para escapar de 'Letters', la casi criatura mitológica –no es fácil verla, la última vez que la vi, tomó la forma de una vieja edición que esperaba a ser rescatada en un estante de la frondosa librería El Lector de Arequipa– o monstruo epistolar que marcó una cima, y a la vez, un descenso en su mutante, y antes, nihilista, pero siempre absurda y brillante narrativa. Un descenso figurado, al centro mismo de la Narración.

Porque las cartas que Barth –que a veces es una tal Lady Amherst– escribe en 'Letters' se las escribe a cinco de sus personajes, entre ellos, el poderoso Todd Andrews, protagonista de 'La ópera flotante', el soldado que, un día, en el frente, se topa con un soldado enemigo y, temiéndose lo peor, lo abraza con todas sus fuerzas, y lo cubre de besos porque está vivo, ¡vivo!, y él también, y ninguno de los dos tiene por qué dejar de estarlo. Van a curarse las heridas, van a reír y a llorar y a compartir cigarrillos, porque nada más que el hecho de estar vivo importa.

Barth llegó tarde a todo, incluso a la guerra –a diferencia de sus contemporáneos, nunca pisó un campo de batalla– y eso, dice, le dotó de "una inocencia invencible" que explica hasta el último de sus temerarios pasos. "Mis novelas no saben que son novelas. Fingen muy bien serlo, como yo finjo ser su autor", dijo en una ocasión. No citaba a Vonnegut él cuando decía que somos lo que pretendemos ser sino a Scherezade, el primer personaje escritor que dio la literatura, y epicentro de un protoposmodernismo anterior a 'El Quijote'.

El viaje en velero de la pareja protagonista de 'Sabático', una profesora de literatura más que probable descendiente de Edgar Allan Poe y un exagente de la CIA obsesionado con una boina, es un homenaje a la manera en que las historias contienen historias en 'Las mil y una noches', y para ella, Barth inventó un nuevo tipo de narrador, algo que él mismo llamó "primera persona dupla", un prodigio intermitente que no, nada tiene que ver con el sótano desde el que Brandon Sanderson recauda fondos para convertirse en un Autor Empresa que evite el sistema editorial una vez este lo ha colocado en lo más alto, porque uno y otro han elegido pretender ser algo muy distinto.

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