CENTENARIO DE UN MITO

Jack Kerouac y la mercantilización de la Generación Beat

Se cumplen cien años del nacimiento de una de las figuras más relevantes de la Generación Beat, cuya existencia quedó marcada, para bien y para mal, por el fenómeno sociológico que supuso su libro 'En la carretera'.

Allen Ginsberg fotografió a Jack Kerouac paseando por Manhattan en el otoño de 1953. Las anotaciones son del primero.

Allen Ginsberg fotografió a Jack Kerouac paseando por Manhattan en el otoño de 1953. Las anotaciones son del primero. / EFE - The Allen ginsberg LLC

Eduardo Bravo

2022 está siendo un año abultado en lo que a efemérides literarias se refiere. Además del centenario de la publicación de Ulises de James Joyce y de Tierra baldía de T. S. Eliot, este 12 de marzo, se cumplen los cien años del nacimiento de Jack Kerouac, autor estadounidense que, en palabras del escritor William S. Burroughs, provocó "una revolución cultural sin precedentes en todo el mundo" gracias a su libro On the Road (En la carretera), publicado en 1957.

En la carretera era la segunda novela de Kerouac después de La ciudad y el campo, un intrascendente drama costumbrista escrito a lo largo de tres años, un plazo que contrastaba con las apenas tres semanas que le llevó finalizar el que sería su libro más conocido. Para lograrlo, el autor se valió de grandes dosis de alcohol, anfetaminas y una máquina de escribir a la que incorporó un rollo de papel sinfín para no perder tiempo cambiando los folios e interrumpir lo que denominó "prosa espontánea", técnica literaria trepidante inspirada en la improvisación de los músicos de jazz be-bop.

La aparición de On the Road fue recibida con entusiasmo por Gilbert Millstein, crítico literario de The New York Times que, en un artículo del 5 de septiembre de 1957, calificó la novela como "una auténtica obra de arte, la expresión más bellamente ejecutada, la más clara y la más importante hecha hasta ahora por la generación que Kerouac mismo nombró hace años como ‘Beat’, y cuyo principal representante es él mismo".

La reseña de Millstein, la más influyente de la larga historia del prestigioso diario neoyorquino, catapultó a la fama a un Kerouac que, después de años intentando vivir de la literatura sin demasiado éxito, se vio desbordado por las ventas millonarias de sus libros, las traducciones a otras lenguas, las adaptaciones al cine y la televisión, las solicitudes para dar charlas en universidades y la absoluta mercantilización de lo que, en origen, no era más que un movimiento espontáneo protagonizado por unos jóvenes desencantados con la sociedad surgida después de la Segunda Guerra Mundial.

De la chica ye-ye a la vampiresa beatnik

Impactado por la dimensión del fenómeno On the Road, el periodista Herb Coen acuñó desde su columna del San Francisco Chronicle el término beatnik, palabra que combinaba el término Beat con el nombre del satélite de comunicaciones Sputnik porque, reconocía Coen, tanto una cosa como la otra le resultaban igualmente lejanas e incomprensibles.

En 1958, pocos meses después de que ese neologismo calase entre la sociedad estadounidense, la revista Look publicó un artículo titulado The Bored, the Bearded and the Beat [El aburrido, el barbudo y el Beat], al que siguieron tres reportajes en Playboy (todos ellos con abundante material gráfico) que acabaron de definir la estética y comportamiento que, hasta el día de hoy, se asociaría a los beatniks: barbas, gafas oscuras, boina, jerséis de cuello vuelto, bongos, pipas, jerga, música jazz, action painting y marihuana.

De izda. a dcha., Hal Chase, Jack Kerouac, Allen Ginsberg y William Burroughs, cerca de la universidad de Columbia hacia 1944.

De izda. a dcha., Hal Chase, Jack Kerouac, Allen Ginsberg y William Burroughs, cerca de la universidad de Columbia hacia 1944. / Allen Ginsberg - Corbis

Si bien esa imagen arquetípica del beatnik nada tenía que ver con el sentimiento de Kerouac y sus amigos, resultó tan del agrado de la prensa y las agencias de publicidad que, a partir de ese momento, todo pasó a ser beatnik. Pedro Picapiedra fue beatnik; Joe Cool, el alter ego molón de Snoopy, fue beatnik; Herman Munster recitó poesía en una reunión beatnik organizada por su sobrina Lily; los padres del personaje de Los Simpson Ned Flanders fueron beatniks y, como el término beatnik resultaba tan sugerente, también se utilizó para vender toda clase de productos a una clase consumidora que empezaba a emerger: los jóvenes.

El término beatnik resultaba tan sugerente que también se utilizó para vender toda clase de productos a una clase consumidora que empezaba a emerger: los jóvenes"

Fue cuestión de tiempo que Europa se contagiase de la fiebre beatnik surgida en Estados Unidos. El mismísimo Yves Saint Laurent denominó Beatnik a una de sus colecciones. Michel Polnareff compuso Beatnik y la lanzó como cara B del single que contenía La popupée qui fait no. En Operación Cabaretera, José Luis López Vázquez (del que también se cumple en 2022 su centenario) gritaba "¡Bítnik! ¡Bíiiitniik!" mientras bailaba en una boîte, y Concha Velasco se quejaba en la película Pero… ¿en qué país vivimos? de que su novio no la "quería como un beatnik". Por si no fuera suficiente, a finales del siglo XX, BMW utilizó fragmentos de On the Road en uno de sus spots para su gama de automóviles Serie 1.

Semejante éxito comercial provocó que, durante décadas, no hubiera efeméride relacionada con la Generación Beat que no fuera rentabilizada por el mundo editorial o la industria de Hollywood. En 2006 fueron los cincuenta años de la publicación de Aullido; en 2007, el medio siglo de On the Road; en 2016, el quincuagésimo aniversario de El almuerzo desnudo de Burroughs y, en 2019, el cincuenta aniversario del fallecimiento de Jack Kerouac, a consecuencia de una hemorragia interna provocada por el abuso continuado de alcohol, acentuado por un cuadro depresivo cuyo origen estaba, en cierta manera, en esa mercantilización del fenómeno del que había sido protagonista y que, a esas alturas, sentía como ajeno.

¿Intemporal o pasado de moda?

Fiel a esa lógica repetida en el tiempo, el mercado debería haber aprovechado el centenario de Kerouac para llenar las librerías, los cines y las plataformas de streaming de biografías, reediciones, nuevos títulos sobre el escritor, películas, series o documentales, pero no ha sido así. Salvo alguna iniciativa independiente, como el libro-disco homenaje Cien Años en la Carretera y la organización en Lowell, ciudad natal de Kerouac, de un festival en el que habrá charlas y una exposición en la que se podrá ver un fragmento de diez metros del manuscrito original de En la carretera, los eventos y proyectos relacionados con el centenario son pocos e irrelevantes.

La razón para ese desinterés tal vez sea que, a pesar de la voracidad del mercado, lo Beat no da más de sí. Después de la sobreexplotación del fenómeno durante las décadas pasadas, ya no quedan más libros inéditos, obras inacabadas, rarezas, manuscritos descartados o correspondencia entre Kerouac, Ginsberg y Burroughs que publicar. Por otra parte, tampoco hay que descartar que, si bien los escritores Beat siguen despertando pasiones entre muchos lectores, es un hecho que el movimiento no ha envejecido bien.

Sus loas al automóvil y los combustibles fósiles como símbolo de libertad en plena crisis climática, su exceso de testosterona, su machismo y su ninguneo a las mujeres que formaron parte del círculo de autores Beat (con capítulos de violencia doméstica como el asesinato de Joan Vollmer a manos de William S. Burroughs incluidos) alejan a estos creadores del público más joven, que es cada vez más consciente de que la sociedad del futuro será feminista y ecologista o no será.

De hecho, las novedades más interesantes relacionadas con el movimiento Beat de los últimos años no han sido precisamente En la carretera. El rollo mecanografiado original, volumen de Anagrama que reproduce el texto tal y como se escribió, del tirón y sin separación de párrafos. El interés radica ahora en la recuperación de la obra de esas autoras Beat ignoradas en su momento por el mundo editorial y sus propios colegas.

Ejemplo de esa labor de rescate es la antología Beat Attitude, seleccionada y traducida por Annalisa Marí Pegrum y editada por Bartleby, la publicación por parte de Las Afueras de Memorias de una beatnik de la escritora Diane di Prima o la reivindicación de la figura de Carolyn Cassidy, la esposa de Neal Cassady, trasunto de Dean Moriarty en On the Road, a través del documental Love always, Carolyn.

Tampoco se ha aprovechado este centenario para dar visibilidad a otras facetas literarias de Kerouac más allá de la de prosista. Por ejemplo, su guion para la película de Robert Frank Pull my Daisy, sus obras místicas inspiradas por la filosofía zen, sus discos de spoken word junto a músicos de la talla de Al Cohn, Zoot Sims y Steve Allen o su relectura del formas poéticas como el haiku.

Admirador de la cultura oriental, Kerouac rompió las estrictas reglas relativas al número de sílabas y a las referencias temporales propias de esos poemas, e incorporó a los haikus guiños sobre la cultura popular estadounidense. Una combinación que dio lugar a piezas como: "Crossing the football field / coming home from work / the lonely businessman" ("Atraviesa la cancha de fútbol / regresando a su casa del trabajo / el solitario oficinista") o "Empty baseball field: / A robin, / Hops along the bench (Cancha de béisbol vacía: / un zorzal, / da saltitos sobre el banco)".

Seres beatíficos

"Aunque en España se conoce a Kerouac más como narrador, sobre todo por On the Road, creo que su poesía tiene una importancia similar", explica Marcos Ricardo Barnatán, escritor y traductor que, en 1970, publicó en la editorial Plaza y Janés Antología de la 'Beat Generation', en la que se incluían piezas de Allen Ginsberg, Gregory Corso, Laurence Ferlinghetti, Philip Lamantia y, por supuesto, Jack Kerouac.

Escrito por invitación del editor y poeta Enrique Badosa, el libro no tardó en convertirse en un clásico. Entre otras cosas, porque se trataba de la primera recopilación sobre la producción poética de estos autores aparecida en España e incluía la que tal vez sea la primera traducción al castellano de Aullido, de Allen Ginsberg. "No sé si soy el primer traductor de Aullido al castellano. Sé que soy el primero en traducirlo en España, que es algo diferente", puntualiza Barnatán que, más allá del matiz, logró que su trabajo interesase al propio Ginsberg que, cuando ofreció su primer y único recital en Madrid en 1993, pidió que se lo presentasen. "Ginsberg y yo habíamos coincidido en un tren Talgo Zaragoza-Madrid, pero no nos habíamos reconocido —relata Barnatán—. El 14 de diciembre, recuerdo el día porque era mi cumpleaños, Ginsberg preguntó al poeta José María Parreño si 'Barnatán vivía'. Este le dijo que sí y quiso conocerme".

Antes de la aparición de su antología, Barnatán, cuyo primer contacto con la obra de los escritores Beat se remontaba a su adolescencia en Buenos Aires, ya había publicado traducciones de poemas la generación en Claraboya, revista de poesía que se editaba en León, a pesar de lo cual, el movimiento Beat seguía sin ser demasiado conocido en España. Si bien durante los años sesenta habían aparecido algunas obras de Kerouac en ediciones de Losada o Luis de Caralt, y revistas como Blanco y Negro habían dedicado algún artículo a los beatniks con marcado enfoque amarillista, la prensa no acababa de enterarse muy bien de qué iba el tema. Prueba de ello era la desidia con la que el diario ABC citaba los títulos de algunos libros de Kerouac y que fluctuaban entre la influencia de las traducciones argentinas (En la ruta) y el rechazo a cualquier forma alternativa de vida que no fuera el nacionalcatolicismo: Los golfos del Dharma.

"El espiritualismo panreligioso es muy importante en estos poetas. Desde los orígenes judíos de Ginsberg a su interés por las religiones orientales o al catolicismo de Kerouac"

En semejante erial, la Antología de la 'Beat Generation', recientemente recuperada por la editorial albaceteña Chamán Ediciones, fue muy bien recibida por los lectores, que agradecieron la acertada selección de textos, los sucintos perfiles biográficos de los autores y la breve introducción sobre la Generación Beat. En ella, Barnatán explicaba el origen del término Beat, del que decía que estaba relacionado tanto con la idea de generación golpeada y desheredada, como con el término "beatífico", un punto de vista que enfatizaba el aspecto místico y trascendente de la obra de estos escritores. "El espiritualismo panreligioso es muy importante en estos poetas. Desde los orígenes judíos de Ginsberg tan presentes en Kadish, el poema fúnebre a su madre que murió loca en un manicomio, a su interés por las religiones orientales, hasta llegar al catolicismo de Kerouac", explica Marcos Ricardo Barnatán.

Más de medio siglo después de su aparición en el panorama literario, Barnatán considera que los autores Beat "ya están incorporados a la poesía norteamericana como verdaderos clásicos", un triunfo del que muchos de ellos, empezando por Kerouac, no salieron ilesos. Apenas unos meses después de la aparición de On the Road, el autor ya mostraba signos de agotamiento por el éxito excesivo de su novela. Para sobrellevar ese hartazgo, Kerouac comenzó a beber más de lo habitual en él y su desinhibición llegó hasta el punto de presentarse completamente borracho a actos públicos y entrevistas.

Una de las más recordadas fue su aparición en el programa de su amigo Steve Allen en noviembre de 1959. Cuando el presentador le pidió que, por favor, leyese algunos fragmentos de On the Road, Kerouac, sobrepasado por todo lo que le estaba sucediendo, comenzó a leer. De costa a costa, millones de espectadores permanecieron extasiados ante el televisor escuchando al escritor de moda. Sin embargo, solo sus amigos más cercanos repararon en que, en lugar del libro que le había hecho famoso, Kerouac estaba recitando un emotivo pasaje de Visiones de Cody, otro de sus libros que el escritor no llegó a ver publicado en vida porque la obra fue considerada pornográfica. Aquel que concluye con unas palabras que, escuchadas con la perspectiva del tiempo, avanzaban el estado de abandono en el que había entrado y que le provocaría la muerte una década después: "Adiós, rey".

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