LIBROS

Espías, punks, curas y... Víctor Manuel: los años salvajes del Berlín Oriental

El periodista David Granda repasa en 'Planes para conquistar Berlín' los últimos meses de la República Democrática Alemana y la Stasi, a través de los movimientos culturales subterráneos y sus protagonistas. Uno de ellos, un icono español.

Un jóven punk rompiendo el Muro de Berlín.

Un jóven punk rompiendo el Muro de Berlín. / ARCHIVO

Eduardo Bravo

El 17 de octubre de 1987, Zionskirche, una iglesia protestante de Berlín Oriental, acogió un concierto que marcaría el devenir de la República Democrática Alemana que, unos meses después, vería cómo se derrumbaba la Muralla de Protección Antifascista, pomposo nombre para denominar al conocido popularmente como Muro de Berlín que, desde agosto de 1961, había dividido la ciudad centroeuropea en dos.

El cartel de esa noche estaba formado por Element of Crime, un grupo de Alemania Occidental que había entrado de manera clandestina en Berlín Oriental expresamente para esa actuación, y Die Firme (La Compañía), grupo autóctono cuyo nombre hacía referencia directa a la Stasi. Los agentes del omnipresente Ministerio para la Seguridad del Estado controlaban hasta el más mínimo detalle de lo que sucedía en la sociedad oriental, incluida la escena punk. De hecho, dos de los miembros de Die Firme, el cantante de la banda Frank Tröger y la bajista Tatjana Besson, eran confidentes de la Stasi.

Aunque ese vínculo con las fuerzas represoras no se confirmó hasta la apertura de los archivos de la Stasi a principios de los años 90, sobre los miembros de Die Firma siempre recayeron sospechas de colaboración con el servicio secreto. No en vano, eran de los pocos grupos de Berlín Oriental que contaban con el Einstufung, licencia para poder actuar en público, que daba también acceso a los estudios de grabación oficiales y a publicar discos en Amiga, el sello discográfico estatal.

A pesar de todo, la euforia de los jóvenes punks por asistir a un concierto que desafiaba las restricciones estatales parecía haber disipado momentáneamente esa paranoia que empapaba la vida cotidiana en la RDA. Así fue, al menos, hasta que, finalizado el recital, un grupo de skinheads irrumpió en la Zionskirche y, tras increpar a los asistentes al grito de Sieg Heil!, comenzaron a perseguirlos y golpearlos. La completa pasividad de la policía desplegada en el lugar, acabaría demostrando semanas después dos cosas que el gobierno de la RDA hubiera preferido que no trascendieran. La primera: que en la Arcadia socialista de Berlín Oriental había elementos de ideología nazi; la segunda: que esos ultraderechistas eran utilizados por el Estado para reprimir la escena cultural underground de Berlín Este.

SATÁN CRUZA EL MURO

El concierto de la Zionskirche y sus consecuencias judiciales, sociales y políticas es el punto de partida de Planes para conquistar Berlín, libro del periodista David Granda que tiene como subtítulo "Espías, Stasi, punk rock y disidencia cultural antes de la caída del muro" y que acaba de ser publicado por Libros del K.O.

"El libro surgió un poco por azar. Buscaba información sobre David Bowie en el archivo de la Stasi, cuando me crucé con la historia del concierto de la Zionskirche. El músico inglés había vivido en Berlín Occidental, protagonizó un concierto muy polémico en el 87 frente al Reichstag, en las inmediaciones del Muro y, al fin y al cabo, era el autor de un himno berlinés, Heroes. Sin embargo, lo que sucedió esa noche en Zionskirche me llamó la atención", explica Granda sobre la génesis de un libro en el que retrata la vida cotidiana en la Alemania Oriental y por el que desfilan personajes tan variopintos como David Bowie, Iggy Pop, Willy Brandt, Ronald Reagan, Nick Cave, R. W. Fassbinder, Christiane F. y hasta el mismísimo Víctor Manuel.

P. ¿Cuál fue la trascendencia del concierto de Die Firma en Zionskirche para la sociedad y la política de la RDA?

R. Fue una toma de conciencia colectiva. La gran mayoría de berlineses, tanto de Berlín Occidental como de Berlín Oriental, ignoraba que en esa iglesia de Prenzlauer Berg se había formado un cenáculo contestatario. Se enteraron a raíz del asalto neonazi, del juicio posterior y por una serie de detenciones fruto de una redada posterior de la Stasi en el templo.

P. ¿Hasta qué punto influyó el concierto para que, dos años después, cayese el muro de Berlín?

R. El concierto ayuda a explicar cómo un pequeño movimiento disidente pudo extender ampliamente su mensaje de descontento, pero el relato que acompaña a la Revolución Pacífica es demasiado triunfalista. Es verdad que gran parte de la ciudadanía oriental se sublevó y que muchos arriesgaron mucho, como Siegbert Schefke, al que la Stasi apodaba Satán, y que, además de ser uno de los organizadores de ese concierto, fue una de las primeras personas en atravesar el Muro la noche del 9 de noviembre. Sin embargo, la caída del Muro fue, en realidad, la derivada de un imperio en descomposición que estaba soltando lastre.

P. Planes para conquistar Berlín aporta numerosos ejemplos de que el Telón de acero era bastante poroso. ¿Hasta qué punto los ciudadanos berlineses tenían restricciones para desplazarse entre las dos alemanias?

R. Los berlineses occidentales podían pasar al Berlín Oriental con un visado que debían solicitar por anticipado. La visa turística de día incluía la obligación de cambiar veinticinco marcos de la RFA por veinticinco marcos de la RDA, que no se podían sacar de Alemania Oriental. Esto es, el Estado comunista les imponía el consumismo.

P. ¿Y del Berlín Este al Berlín Oeste?

R. En ese caso podían hacerlo los jubilados que, como ya no eran productivos para el sistema, si lo deseaban, podían retirarse a Occidente. Además, solían cruzar la frontera para comprarles a sus nietos los vinilos punk y rock que no llegaban a las tiendas del Este. Junto a ese colectivo, estaban autorizados a pasar miembros de la nomenklatura, intelectuales y científicos con autorización del Partido y ciudadanos comunes con permiso por motivo familiar urgente, como un matrimonio, nacimiento, enfermedad grave o muerte de un familiar al otro lado del Muro. A Angela Merkel, por ejemplo, le permitieron viajar a Hamburgo para asistir a la boda de una prima. Pero, en general, para el ciudadano común el viaje estaba vetado.

P. El concierto de Zionskirche demuestra que, en contra de la opinión extendida, en la RDA también había iglesias católicas y protestantes, ¿es así?

R. No solo había iglesias sino que, desde los acuerdos de 1978 entre Erich Honecker y los líderes de la Iglesia luterana, el Estado reconocía la autonomía de las parroquias. Gracias a este concordato, ni la policía ni la Stasi podían intervenir en suelo sagrado. Los disturbios provocados durante el concierto de Zionskirche sirvieron de excusa para que la Stasi se lanzara sobre ese nicho de oposición y, semanas después, ejecutara en esa iglesia la primera operación policial en suelo eclesiástico desde los tiempos de Stalin.

P. ¿Qué papel jugaron esos templos protestantes en el desarrollo de una cultura alternativa opuesta al gobierno de la RDA?

R. Una de las alianzas más exóticas del bloque soviético fue la que mantuvieron sacerdotes y punks. No obstante, el matrimonio entre la iglesia luterana y el underground berlinés no fue una estrategia rupturista del episcopado, ni siquiera la fomentó. Se trató de una iniciativa valiente de un puñado de pastores como Hans Simon en Zionskirche o Rainer Eppelmann con sus Bluesmessen.

P. ¿Qué eran las Bluesmessen?

R. Literalmente eran Misas del Blues. Se trataba de conciertos de música rock y blues en el templo luterano de Erlöserkirche. Coincidiendo con esas Bluesmessen, se levantaban tenderetes con fanzines de grupos insumisos, pacifistas, ecologistas. La disidencia cultural se encastilló en suelo sagrado, donde los punks y no punks socializaron con la oposición política.

WILLKOMMEN IN STASILAND

Resulta imposible analizar la vida en la Alemania Oriental sin mencionar a la Stasi, el órgano de inteligencia fundado en 1950 y cuya eficaz red de espías dentro y fuera de la República Democrática, puso en más de un aprieto a los servicios de inteligencia occidentales. Sin ir más lejos, la dimisión de Willy Brandt fue provocada después de que trascendiera que Günter Guillaume, hombre de confianza del líder socialdemócrata, era, en realidad, espía de la Stasi.

Si bien la policía carecía de pruebas suficientes para forzar su condena judicial, la respuesta de Guillaume cuando abrió la puerta a los agentes que se personaron en su casa de un exclusivo barrio de Bonn, allanó cualquier escollo judicial: "Soy ciudadano oficial de la República Democrática Alemana. ¡Respeten ustedes eso!".

P. ¿Hasta qué punto interfirió la Stasi en la vida de los ciudadanos de la RDA?

R. Alemania Oriental se reduce con frecuencia a una sinécdoque: Stasiland. La RDA fue la dictadura del Partido Socialista Unificado y la Stasi era su herramienta. Su verdadera genialidad en términos de eficacia y perversión fue la de corromper los lazos sociales en nombre del socialismo. En otras palabras, su capacidad para infiltrarse en familias y grupos de amigos, no ya con personajes postizos, sino empleando a los propios protagonistas.

P. ¿Cómo fue posible que padres, hijos, parejas, amantes, músicos punk o incluso abogados de todos los anteriores fueran agentes de la Stasi y no sospechasen los unos de los otros?

R. Claro que sospechaban. Había desconfianza, tomaban precauciones, se creó una estructura de nichos de oposición... pero la vida sigue y, si el miedo te paraliza, estás acabado. Además, en ese momento no sabían cómo funcionaba la policía secreta.

P. ¿Resultó eficaz la infiltración de la Stasi en los movimientos culturales de oposición al régimen?

R. Hasta mediados de los 80, la estrategia fue la represión total, pero fracasó y el movimiento underground se reprodujo. Entonces se optó por una segunda vía, que no era otra que la de imitar a Occidente: decidieron domesticar el underground y convertirlo en entretenimiento.

P. El cantautor Wolf Biermann afirmó que la Stasi estaba tan infiltrada en la cultura underground, que podría decirse que el underground era la verdadera cultura oficial. ¿Qué opina sobre esa reflexión?

R. Wolf Biermann es un disidente tan importante como narcisista, que se considera una suerte de Rey Sol de la canción protesta: La Disidencia soy yo. Su destierro de la RDA en 1976 fue un punto de inflexión clave en la historia del país. En mi opinión, sí hubo un movimiento cultural alternativo a la línea oficial. De hecho, que Biermann le conceda ese protagonismo a la policía política supone, como dijo Günter Grass, un triunfo póstumo de la represión comunista.

P. Hablando de Wolf Biermann y su destierro, en el libro se mencionan varios ejemplos de artistas occidentales como Víctor Manuel o Bob Dylan que, lejos de apoyar a estos músicos represaliados, se dejaron agasajar por el régimen democrático.

R. No pretendo criticar a Víctor Manuel, pero su caso sirve para contextualizar la represión cultural en la RDA. Aterrizó en Berlín Este para cantar en un festival de prestigio, le abrieron los estudios de Amiga y en sus memorias recuerda la experiencia como días de caviar, vinos húngaros e incluso fantasea con la posibilidad de que la Stasi le persiguiera.

P. Hace unos días, el propio Víctor Manuel anunció que iba a reeditar ese trabajo como parte de los actos para celebrar sus 75 años.

R. Él tiene su versión de la historia: sencillamente se benefició de la oportunidad que le brindaba la RDA como artista. Lo curioso es que lo hizo justo cuando acababan de desterrar del país a Biermann, al que nunca permitieron cantar en ese festival, ni grabar en Amiga, ni le sirvieron vinos húngaros ni caviar. Ese destierro, además, había provocado una ola inaudita de solidaridad y represalias en la RDA, que se extendió a Europa. El caso de Víctor Manuel es similar al de Dylan: el uso de estrellas como armas de propaganda en la guerra fría. Al final, era el Partido el que decidía quién cantaba y quién no, quién era un buen camarada y quién no.

P. ¿Qué pasó con todas esas fotos, libros, maquetas o películas que no se pudieron publicar en la RDA en su momento? ¿Ha habido una labor de rescate de esa parte de la historia alemana o han quedado desfasados y carentes de sentido?

R. Se conserva un fondo interesante pero hay material que permanece inédito o que obliga a escarbar para encontrarlo. Una de las razones es que los seguidores de la escena subterránea oriental, cuando se derrumbó el país, solo tenían ojos para todo aquello que había permanecido inaccesible hasta entonces en Berlín Oriental.

P. ¿Cómo fue la vida de los confidentes de la Stasi después de la caída del muro?

R. Por ley, los afectados y los investigadores tenemos acceso a la identidad de todos los confidentes en el archivo de la Stasi, otra cosa es que no se encuentren o que hayan sido destruidos. Esto provocó que en los años 90 se desatase una caza de brujas en Alemania. Todo aquel cuyo nombre estaba asociado a IM, siglas de Inoffizielle Mitarbeiter, en castellano "empleado no oficial de la Stasi", sabía que su carrera, ya fuera política o artística, estaba acabada. También es verdad que, en algunos casos, se acusó sin pruebas firmes, como en el de De Maizière, ministro oriental en el gabinete de Helmut Kohl, que tuvo que dimitir.

P. ¿Las personas represaliadas por la Stasi fueron indemnizadas tras la unificación?

R. El Estado les reconoció la condición de víctima de la RDA y les garantizó una compensación económica, así como una pensión. Incluso uno de los asaltantes neonazis de Zionskirche que fue condenado a cuatro años de prisión, intentó solicitar una. Como afirma Bernd Wagner, detective de la Policía Criminal, guste o no, los skinheads también formaban parte de los grupos de oposición a la dictadura.

'Planes para conquistar Berlín'

Autor: David Granda

Editorial: Libros del K.O.

504 páginas. 23,90 euros.