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Luis Martín-Santos, más allá de 'Tiempo de silencio'

Una nueva edición de 'Tiempo de destrucción' recupera la figura del que fue la gran esperanza de la literatura española de posguerra, malogrado por un accidente de tráfico

Luis Martín-Santos, junto a su esposa, Rocío Laffon.

Luis Martín-Santos, junto a su esposa, Rocío Laffon. / COLECCIÓN PARTICULAR DE MARÍA JOSEFA REZOLA.

Elena Hevia

Fue la gran esperanza blanca de la narrativa española de posguerra. Luis Martín-Santos (Larache, Marruecos, 1924 - Vitoria, 1964) lo tenía todo para ondear esa bandera: talento, sentido crítico, capacidad analítica quizá derivada de su dedicación a la psiquiatría y un gran amor por la noche y sus juergas sin que eso impidiera una imperiosa conciencia social y la exhibición de una prosa moderna y rompedora como no se había visto hasta el momento. También había leído a Joyce. Una luz que brilló con fuerza en un paisaje triste y árido, destacando en todo lo que hizo, ya fuera medicina, política o literatura, y se apagó demasiado pronto, dejando una novela, casi, como único patrimonio: Tiempo de silencio, o el libro al que se tiene que acudir sí o sí para entender cómo se sobrevivía en España en la inmediata posguerra.

Martín-Santos falleció en 1964 a los 39 años en un accidente de coche, dejando en su escritorio Tiempo de destrucción, el original de una novela que no pudo acabar y de la que ha habido dos intentos de presentarla al lector. El primero, muy anotado y exhaustivo, fue un riguroso trabajo que José Carlos Mainer llevó a cabo en 1975, a modo de edición crítica, resolviendo finalmente lo que había sido una patata caliente entre editores y autores amigos de Martín-Santos, como Juan Benet, Carlos Barral o Josep Maria Castellet, que no supieron cómo darle forma, haciendo que el proyecto se demorase más de una década tras la trágica muerte.

Medio siglo después de aquella primera edición Galaxia Gutenberg rescata esta novela maldita del olvido con una intención menos académica gracias a una nueva ordenación llevada a cabo por Mauricio Jalón dirigida a un lector mucho más amplio. La nueva edición, según Luis Martín-Santos Laffon, uno de los tres hijos del escritor, queda mucho más clarificada y menos "enigmática". Además se recupera aquí también el prólogo que el autor escribió para la novela y que no fue incluido en la edición de Mainer porque ya había sido publicado en Apólogos, una miscelánea de textos a cargo de Salvador Clotas.

Luis Martín-Santos ( segundo por la izquierda), el día de su boda, junto a su amigo Juan Benet (tercero).

Luis Martín-Santos ( segundo por la izquierda), el día de su boda, junto a su amigo Juan Benet (tercero). / ARCHIVO MARÍA JOSEFA REZOLA.

UN DESGARRO NO EXPLICADO

¿Qué cuenta Tiempo de destrucción? De nuevo es una historia íntima en la que resuenan los ecos de la sociedad cruel en que un personaje intenta sobrevivir. A modo de novela de formación, la obra sigue desde su niñez la deriva de Agustín, el protagonista, un juez radicado en Tolosa que empieza a entrar en ciertos ambientes de la burguesía bilbaína mientras paralelamente se enreda en la investigación de un asesinato. En las dos últimas partes de la novela, fragmentarias y prácticamente abocetadas, se asiste a un brusco y explosivo sentimiento de desgarro del protagonista del que podemos intuir el origen, quizá un desencuentro amoroso, pero no acabamos de saberlo a ciencia cierta. "Ignoramos qué le ha pasado a Agustín, porque los escritos de Martín-Santos no lo aclaran. Pero no importa porque él es una criatura literaria y como tal se debe considerar. No importa tanto ese destino como la brillantez de las páginas que la describen", apunta Mauricio Jalón, que considera que la novela tal y como la ha editado queda completa aunque necesariamente no tenga un final.

Luis Martín-Santos, en una salida campestre.

Luis Martín-Santos, en una salida campestre. / ARCHIVO MARÍA JOSEFA REZOLA.

Para Luis Martín-Santos Laffon, el rescate editorial del padre es un paso más en lo personal que apuntala una memoria necesariamente anclada en una nebulosa, porque cuando se produjo el accidente él tenía cinco años y medio. "Apenas tengo recuerdos de él pero el hecho de haber sido una personalidad pública con grandes amigos me permitió seguir sus pasos". Ahí es nada, quienes le devolvieran la figura del padre fueron, entre otros, Carlos Barral, Mario Vargas Llosa, los hermanos Goytisolo, Juan García Hortelano, Ignacio Aldecoa, Juan Benet o Sánchez Ferlosio, sin olvidar a Eduardo Chillida o a Jorge Oteiza, es decir, los grandes renovadores de la cultura que acabarían teniendo un papel determinante durante la Transición. Es imposible no pensar en el peso que Martín-Santos, militante en el PSOE de la clandestinidad -sí, una más de las múltiples facetas de ese hombre inagotable-, habría podido tener en tiempos democráticos. O en esa muerte, que algunos quisieron interpretar como un suicidio porque el autor había perdido 11 meses antes a su esposa, Rocío. "La tesis del suicidio me parece descabellada porque nadie provoca un accidente junto a tres personas más, una de ellas su propio padre", explica Martín-Santos Laffón, que le ha dado muchas vueltas a ese espinoso asunto.  

RECUPERACIÓN NECESARIA

Para el hijo, el rescate de Tiempo de destrucción es un peldaño más en el proceso de una recuperación que se inició hace dos años con la publicación de El amanecer podrido -escrito a cuatro manos con su gran amigo Juan Benet- y que muy probablemente se prolongue con la edición de varios inéditos: "Estamos digitalizando todo el archivo, así que es muy posible que salgan más cosas. A medida que veamos la idoneidad y valoremos su aportación. las iremos publicando". El regreso de Martín-Santos no ha hecho más que empezar.

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