CINE

Los divertidos antepasados de las novelas turcas: Plagios locales de éxitos como ‘Star Wars’, ‘Rambo’ o ‘El Exorcista’

Durante varias décadas, la industria del audiovisual turca se dedicó a copiar, con escasos medios, algunos de los títulos más taquilleros de Hollywood. En algunos casos, pegando secuencias reales de las películas originales o utilizando sus bandas sonoras.

El próximo jueves 24 se proyecta en los Cines Paz de Madrid la versión remasterizada de 'La guerra de las galaxias' turca, anunciada como "la obra cumbre del cine cutre" y buque insignia de aquel fenómeno.

La versión turca de 'Superman'.

La versión turca de 'Superman'. / Archivo

David Bizarro

Un boxeador con pelazo hace abdominales colgado de las cadenas de un columpio dirigido por su entrenador. Lleva un chándal ochentero y suenan las guitarras rockeras de Eye of the Tiger, la canción de Survivor. Pero ni él es Silvester Stallone ni la película es Rocky, sino Kara Simsek (1985), su versión turca. "En aquella época copiaba plano a plano mis películas y me siento muy orgulloso de todas ellas. ¿Por qué debería avergonzarme? Si lo hiciera, estaría robando. Reconocerlo abiertamente es mi manera de dar las gracias". Quien lo dice no es otro que Çetin İnanç, director de aquella película, uno de los máximos exponentes de la edad de oro de la turksploitation y principal responsable de su actual estatus entre los fans del cine raro. Ni Quentin Tarantino se atrevería a llegar tan lejos.

Repasando su filmografía encontramos algunas de las películas más taquilleras de todos los tiempos: Por un puñado de dólares, Tiburón, Mad Max, Acorralado, Star Wars... en versión turca. Todas ellas verdaderas hazañas del cine de guerrilla, rodadas a salto de mata y plagiando descaradamente a las superproducciones de Hollywood con los escasos medios a su alcance, que incluían travellings caseros, trucajes artesanales y el saqueo indiscriminado de imágenes de archivo (o de las propias películas originales americanas) y bandas sonoras ajenas. Una ventajosa legislación nacional sobre copyright lo permitía. "Si no teníamos dinero para el catering, ¿cómo íbamos a poder permitirnos una orquesta? Reutilizamos planos de dieciséis películas diferentes y los críticos de la época no se dieron ni cuenta. ¿Crees que si les hubiéramos pedido permiso a los americanos nos lo habrían concedido?", reconoce abiertamente el director en el documental Remake, Remix, Rip-Off (2014), que plantea una apasionante reivindicación del legado del cine de explotación turco.

El original y la copia.

El original y la copia. /

Una industria gigantesca

Corrían los años 70 y Turquía era la tercera potencia cinematográfica a nivel mundial, al menos en términos cuantitativos. Producía una media de trescientas películas al año para satisfacer la demanda de entretenimiento de una población que miraba de reojo a Occidente y vivía bajo la amenaza constante de un nuevo golpe de estado. Pero mientras en Ankara y Estambul la clase media acomodada prefería las películas estadounidenses y europeas que llegaban con cuentagotas, el público de la periferia reclamaba historias que hablaran su propio idioma y nuevos héroes con los que poder identificarse.

"¿Un western turco? ¡Si los españoles y los italianos pueden hacerlos, nosotros también!", recuerda İnanç en el documental. Aquellas producciones baratas contribuyeron a consolidar una identidad nacional a espaldas de Hollywood, reproduciendo estereotipos autóctonos y equiparándolos a los ajenos. De ese modo, los imitadores de Sergio Leone filmaron en gran angular los espacios abiertos de Anatolia y reinventaron los códigos de un género fronterizo y salvaje: el kebab western. El primero en estrenarse fue un remake de Los siete magníficos de John Sturges, que a su vez lo era de Los siete samurais de Akira Kurosawa. Y ya se sabe que quien roba a un ladrón…

En cuanto se abrió la veda, El Llanero Solitario, Tarzán, Fantomas y Superman visitaron Estambul sin necesidad de hacer viajes transoceánicos. Salían de los estudios de Yeşilçam, epicentro de un fenómeno tan prolífico como efímero que acercó los éxitos de taquilla internacionales a unas regiones rurales del país que, de otro modo, seguirían siendo ignoradas. Un caso anterior a aquellos, el de Drakula Istanbul'da (1953), resulta doblemente fascinante si la comparamos con la versión en habla hispana que se había rodado en paralelo con del Drácula estadounidense de la Universal, con reparto mexicano y en los mismos decorados utilizados por Tod Browning en 1931. Porque en este caso, en lugar de en Londres como en la historia original, en esta versión el vampiro prefirió instalarse en Turquía para eludir las posibles demandas por plagio de los herederos de Bram Stoker.

Toda una tradición

Cuando se publicaron las primeras traducciones al turco de El enfermo imaginario de Moliére y Los miserables de Victor Hugo en el siglo XIX, se eliminaron pasajes enteros, se alteraron algunos diálogos y varios personajes desaparecieron para que su contenido fuera más apropiado. Con el paso de los años y las sucesivas reediciones, se tomaron aún más libertades con las fuentes originales, llegando al extremo de cambiarles el título, pasar de la prosa al verso o directamente retirar el nombre de su autor de la portada. Teniendo en cuenta esos precedentes históricos, la turksploitation vino a ser solo un síntoma más de esa esquizofrenia cultural.

Si afrontamos el visionado de Üç Dev Adam (1973) desde un punto de vista occidental, resulta inconcebible que el Capitán América y Santo, el Enmascarado de Plata unieran sus fuerzas contra Spiderman. No tanto por hacer convivir en el mismo metaverso tres franquicias aparentemente irreconciliables, como por su osadía de convertir al Hombre Araña en un narcotraficante sanguinario. Sin pretenderlo, la película plantea un debate sobre el copyright en términos posmodernos, como los tebeos situacionistas que alteraban el texto original para dotarlo del significado opuesto. Solo hay que fijarse en el atuendo del superhéroe protagonista de Demir Yumruk: Devler geliyor (1970), que oculta su identidad bajo el verdugo de El Hombre Enmascarado, presume del cinturón multiusos de Batman y luce en su pecho el escudo de Superman, aún sin poder volar. ¿Acaso los creadores conspiraban en su contra para hacerle quedar mal?

Un fotograma de Üç Dev Adam (1973).

Un fotograma de Üç Dev Adam (1973). / Archivo

Con el paso del tiempo, lanzar al mercado secuelas ilegítimas de franquicias norteamericanas se hizo habitual en Europa. En el mercado anglosajón se bautizaron como mockbusters: réplicas defectuosas de Alien o Terminator que no guardaban ninguna relación con el original más allá de su título y que ni tan siquiera se estrenaron en EEUU por problemas de licencias. En comparación, los remakes turcos eran más honestos al tratarse de relecturas autóctonas destinadas al consumo interno. Solo hay que ver, en Şeytan (1974), a la niña atada a la cama, con el rostro surcado por cicatrices y profiriendo blasfemias contra el sacerdote que se dispone a exorcizarla. De no ser por el Corán que sostiene en sus manos, le hubiéramos confundido con el padre Merrin. No estamos ante El exorcista (1973), la obra maestra dirigida por William Friedkin, pese a remitirnos a ella constantemente, banda sonora incluida.

Ese mismo año también llegó a las salas Turist Ömer Uzay Yolunda (1973), más conocida como la versión turca de Star Trek, con Sadri Alışık en el papel del Turista Ömer. Un campesino pícaro y trotamundos que protagonizó una serie de comedias en la más pura tradición de Cantinflas, ambientadas en Estambul, Alemania, España, Arabia y África. En la última entrega, Ömer es teletransportado accidentalmente a bordo de la nave Enterprise segundos antes de casarse de penalti con la fea del pueblo. Primo lejano del cateto interpretado por Alfredo Landa y Paco Martínez Soria en nuestras comedias subdesarrollistas, su intromisión en el universo de Star Trek genera un choque cultural similar al que vivían los emigrantes en occidente.

En VHS

"Al crecer como un niño turco en la Alemania de los ochenta, mi generación vivió aislada de la verdadera cultura turca -recordaba Cem Kaya, autor del documental Remake, Remix, Rip-Off, en una entrevista para el blog Physical Impossibility-. Mi padrastro tenía un videoclub y crecí viendo aquellas películas. Las veíamos mientras comíamos, bromeábamos o hacíamos los deberes. Siempre estaban alrededor. No les dábamos la importancia histórica que sin duda tienen. Para nosotros eran puro entretenimiento".

A mediados de los ochenta, más de 300.000 cintas de aquellos VHS circulaban en Alemania y se calcula que el 35% de los hogares turcos del país disponían de reproductor, tres veces más que los alemanes. "El pueblo turco es muy sentimental y aquellas películas nos hicieron sentir como en casa. Las tiendas de vídeo cerraron en los años noventa, cuando la gente tuvo acceso a la televisión turca vía satélite. Perdimos el interés por ellas y algunos incluso el idioma. Y todas esas cintas simplemente se destruyeron".

Parte de aquel legado se recuperará impecablemente restaurado en 2K para la gran pantalla en los Cines Paz de Madrid, dentro del festival CutreCon que se celebra del 23 al 27 de febrero. En concreto, Dünyayı Kurtaran Adam (1982), el título más famoso de la turksploitation y el que mejor resume su idiosincrasia. Un par de años antes, coincidiendo con el estreno de El imperio contraataca, el golpe militar respaldado por Estados Unidos había convertido a Turquía en un lugar peligroso para vivir y, mientras la industria cinematográfica nacional se derrumbaba, Çetin İnanç decidió embarcarse en su proyecto más ambicioso: El hombre que salvó el mundo. Para ello, tomó prestada una copia de La guerra de las galaxias en un cine y expolió parte de las secuencias de efectos especiales. Para simular el vuelo de los pilotos espaciales, filmaron a los actores en primeros planos proyectando detrás las imágenes de la Estrella de la Muerte. "Me sentí como Robin Hood, robando a los ricos para dárselo a los pobres", sentencia divertido İnanç en el documental.