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'Las formas del querer', el doloroso (y terapéutico) ejercicio de introspección de Inés Martín Rodrigo

La ganadora del Nadal utiliza la voz de su protagonista, Noray, para adentrarse en su propia historia y la de su familia para hablar de temas que nos llevan desde las heridas de la Guerra Civil a la anorexia

La escritora Inés Martín Rodrigo, fotografiada en Madrid.

La escritora Inés Martín Rodrigo, fotografiada en Madrid. / EUROPA PRESS / ALBERTO ORTEGA

Beatriz Martínez

Adentrarse en las propias heridas que forman parte de tu pasado puede ser tan doloroso como terapéutico. Es lo que intentó Inés Martín Rodrigo durante la pandemia cuando escribió Las formas del querer (Destino), el libro por el que ha sido la vencedora del último Premio Nadal, un galardón que tiene una importancia especial para ella, ya que Carmen Laforet, que inauguró el palmarés en 1944 con Nada, es una de sus autoras de referencia. 

La literatura ha sido desde que era pequeña una tabla de salvación para Martín Rodrigo, que ejerce de periodista en la sección de cultura del diario ABC, y es algo que comparte con el personaje central de su novela, Noray, una joven que utiliza la escritura para exorcizar sus fantasmas interiores. A través de esa voz, la autora cuenta su historia y también la de su familia, nos remonta a la Guerra Civil, a la profunda brecha ideológica que marcó el destino del país a través de sus abuelos y va atravesando las distintas etapas y generaciones hasta llegar a un presente repleto de interrogantes. 

“Antes del confinamiento, tenía planteado el relato desde otro punto de vista, pero en ese momento, se reveló la voz de Noray, que no es exactamente la mía, pero que tiene muchos ecos de mi propia experiencia. Me apropié de ella y la usé como herramienta para escarbar en mi pasado”. 

La sombra del fallecimiento de la madre de la autora cuando tenía 14 años planea durante toda la novela a través de una poderosa pulsión de muerte que se refleja en la constante pérdida de los seres queridos que acompañan a Noray. Cada vez que desaparece un personaje, se genera un vacío insondable que va dejando un poso en la protagonista, y también en el lector. Todo ese dolor, se traducirá en depresión y trastornos alimenticios que derivarán en anorexia, algo que también vincula a Noray con Inés. 

La salud mental

“La salud mental es uno de esos temas a los que no se les ha puesto rostro porque nos incomoda como sociedad. Cuando escucho en el Congreso de los Diputados a ciertos políticos mofándose de ella, se me revuelve el estómago. Es un tema que debería estar en la agenda pública, al igual que los abusos sexuales, el suicidio, la depresión, la ansiedad. Porque lo que no se nombra, no existe, y las personas que lo hemos sufrido, seguiremos pensando que somos los culpables y seguiremos viviendo en un tabú”. 

El juego de espejos entre la realidad y la ficción resultan inevitables. ¿Son las novelas que cita Noray también importantes para Martín Rodrigo? ¿Han formado parte de su memoria sentimental literaria? Ahí están Los Buddenbrook, de Thomas Mann (que también abarca varias generaciones de una familia), Philip Larkin o Joan Didion. “Todas esas lecturas hacen soñar a Noray como me hicieron soñar a mí cuando era joven y lo siguen haciendo”.

Son muchos los personajes que recorren la novela, en su mayoría mujeres fuertes que luchan por sobrevivir en su día a día. La abuela Carmen, La Trini, que desafía las convenciones sociales del pueblo viviendo con una mujer, la vecina Mari Miura o Filomena, en la que la escritora deposita todo su amor en los libros. Un matriarcado en toda regla, a pesar de que a Inés Martín Rodrigo no le gusten las etiquetas. “Me parece una palabra bonita desde el punto de vista gramatical, pero prefiero obviar las definiciones cerradas, los lemas”. 

A lo largo de la novela iremos enfrentándonos a algunos asuntos que siguen reverberando en nuestra actualidad. Los malos tratos, los ataques homófobos, el aborto y los estigmas que arrastran las mujeres o la salud mental, que se constituye como tema vertebral. “Si no sabemos de dónde venimos, no podremos saber nunca hacia dónde creemos ir. No sirve de nada renegar del pasado, porque ahí se encuentra la fuente de muchos de nuestros males actuales. Es mejor mirarlo de frente, no apartar la vista, porque no haberle puesto rostro a determinados sufrimientos, problemas, dolencias, traumas y tragedias ha generado una incomprensión que todavía palpita en nuestra sociedad”.

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