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Salazar, el dictador portugués que vivió su particular 'Good bye, Lenin!'

Un nuevo ensayo a cargo del escritor y periodista italiano Marco Ferrari analiza la trayectoria política y la compleja personalidad de uno de los tiranos más crueles del siglo XX, al que su entorno convenció de que seguía gobernando cuando ya lo hacía su sucesor.

Antonio de Oliveira Salazar y Francisco Franco, con el ministro Martín Artajo en el centro, durante un encuentro en 1949.

Antonio de Oliveira Salazar y Francisco Franco, con el ministro Martín Artajo en el centro, durante un encuentro en 1949. / ARCHIVO

Eduardo Bravo

El 3 de agosto de 1968, António de Oliveira Salazar se preparaba para ser atendido por su pedicuro. Cuando el dictador portugués fue a sentarse en una silla de lona, la tela cedió y Salazar cayó espaldas golpeándose la cabeza. Lo que parecía un accidente doméstico sin importancia, devino en un grave problema cerebral que requirió cirugía y una delicada convalecencia.

Ante las dudas de los médicos sobre si el dictador podría retomar las riendas del país, el entorno del político decidió apartarlo de la jefatura del Estado y nombrar en su lugar al profesor universitario e historiador Marcelo Caetano. Sin embargo, el terror que infundía el sátrapa hizo que nadie tuviera el valor de informarle del hecho, por lo que, al recibir el alta, Salazar aún creía que gobernaba el país.

La farsa llegó a tal extremo que, para consumo exclusivo de Salazar, cada día se imprimía un único ejemplar de Diario de Noticias al que se quitaban las informaciones sobre Marcelo Caetano y se sustituían por otras referentes al dictador. Por si esto no fuera suficiente, se grabaron programas de radio y espacios de televisión en los que Salazar seguía apareciendo como líder del país y que solo se emitían en la residencia del exprimer ministro. Una situación que bien podría haber servido de inspiración a Wolfgang Becker para rodar Good Bye, Lenin!, película en la que el personaje interpretado por Daniel Brühl ocultaba a su madre, una convencida comunista, la caída del muro de Berlín.

"El director de La Casa de Papel quiere hacer una película sobre ese capítulo de la vida de Salazar", explica Marco Ferrari, el periodista y escritor italiano autor de La increíble historia de António Salazar, el dictador que murió dos veces, que acaba de ser publicado en España por la editorial Debate. "Se trata de la farsa política más importante del la historia. Duró hasta el verano de 1969, cuando el periodista francés Roland Faure, del diario L’Aurore, viajó a Lisboa y solicitó una entrevista con el dictador. Doña María, el ama de llaves, le permitió el acceso a la casa, pero le advirtió que no le comentase que Marcelo Caetano era el nuevo Jefe de Estado. En la entrevista, Salazar llega a decir ante el asombro de Faure que Caetano 'era inteligente y tiene autoridad, pero se equivoca al no querer trabajar con nosotros en al Gobierno. Porque, como usted sabe, no forma parte del Gobierno'”.

El periodista tituló "Salazar cree que todavía gobierna Portugal", pero nadie en el país vecino se enteró del engaño. "Los pocos ejemplares de L’Aurore que llegaron al aeropuerto de Lisboa fueron interceptados y quemados por la PIDE, la policía secreta del régimen", concluye Marco Ferrari.

El monje estadista

Vimieiro Coimbra

En 1926, Salazar fue reclamado por los responsables del golpe militar contra la Primera República Portuguesa para que se hiciera cargo del ministerio de Finanzas, cartera que ostentó durante apenas trece días antes de renunciar, argumentando que el gobierno no le permitía desarrollar sus planes económicos con autonomía e independencia. Lejos de hacerlo caer en desgracia, la dimisión aumentó el prestigio de Salazar entre la población portuguesa y sus pares que, en 1928, volvieron a ofrecerle ese mismo ministerio.

Católico, austero, conservador y más partidario del entorno agrícola que de los centros urbanos e industriales, Salazar impuso desde su puesto como ministro un riguroso control de las cuentas del Estado y centró sus inversiones en el campo, lo que hizo que Portugal se librase casi milagrosamente de los efectos que el crac del 29 tuvo en las economías de todo el mundo. Si bien sus recetas económicas no resultaron acertadas a largo plazo, en ese momento fueron suficientes para que el político fuera visto como un salvador de la República y fuera nombrado primer ministro de Portugal.

Entre sus medidas iniciales estuvo la aprobación de una nueva constitución y la instauración del Estado Novo, una dictadura inspirada en el fascismo italiano, pero adaptada al carácter del portugués. Si bien Salazar adoptó el saludo romano, no tuvo un signo distintivo equivalente a los fasces, la esvástica o el yugo y las flechas y tampoco desarrolló el culto a la personalidad del que hicieron gala otros dictadores contemporáneos a él, como Mussolini, Franco o Hitler.

"Salazar era una sombra. No participaba en inauguraciones, en comidas, no concedía entrevistas, no aparecía en televisión… No salía de su residencia en São Bento y aunque gobernaba el imperio más grande del mundo, mucho mayor que el británico, que ya había creado la Commonwealth en los años 30, nunca viajó a Angola, a Mozambique o a Timor —relata Marco Ferrari—. En toda su vida, solo hizo un viaje en avión, de Lisboa a Oporto, y regresó en coche. Una vez viajó en barco de Lisboa a Madeira y se pasó vomitando la ida y la vuelta, así que tampoco repitió. Solo viajó fuera de Portugal cuando se desplazó a España para reunirse con Franco. En el fondo, no era más que un hombre de campo que lo controlaba todo a través de un sistema basado en el partido único y la PIDE".

El periodista y escritor Marco Ferrari.

El periodista y escritor Marco Ferrari. / Debate

A pesar de su discreción y su falta de carisma, Salazar tiene el discutible honor de haber sido el dictador europeo que más tiempo estuvo en el poder. Un logro en el que jugó un importante papel la represión ejercida por su violenta policía política.

En sus cuarenta años fueron torturados y asesinados más de veintidós mil opositores, y jamás perdonó a uno de ellos"

"Salazar construyó un sistema que tenía informantes tanto en el país como en las colonias. Además, Doña María, su ama de llaves, también era una suerte de investigadora. Iba al mercado, preguntaba a la gente, escuchaba lo que se decía… Lo más curioso es que en los archivos oficiales no existe ni un solo documento que vincule a la PIDE con Salazar. Tan solo un comentario que hizo ante el traslado de un opositor a la colonia penitenciaria de Tarrafal en Cabo Verde y del que dijo: 'le hará bien el sol para los huesos'", recuerda Marco Ferrari, que llama la atención sobre este comportamiento viniendo de un político que se consideraba un ferviente católico. "Era católico y practicaba el perdón católico, pero no el político. En sus cuarenta años fueron torturados y asesinados más de veintidós mil opositores, y jamás perdonó a un solo opositor ni respondió a ninguna carta que los familiares de los presos le enviaron o le hicieron llegar a través de Dona María".

Estratega y contradictorio

"Salazar era más inteligente que Franco. Aunque temía el carácter imprevisible de los militares, tuvo una gran influencia sobre él, hasta el punto de convencerle de que no entrase en la Segunda Guerra Mundial. Al mismo tiempo, como temía que los españoles pudieran ocupar parte de Portugal, se hizo aliado de los británicos, a los que vendía armas, al igual que hacía con los nazis, a los que proporcionaba wolframio. Además, cedió una de las islas de las Azores para que los estadounidenses la utilizasen como base militar. Esta decisión resultó muy inteligente, porque esa cesión no afectaba a la neutralidad de la península ibérica y, al mismo tiempo, los nazis no se plantearon atacar la base con barcos o aviones porque no dejaba de ser territorio portugués", explica Ferrari, que apunta otro elemento característico de la política de Salazar: el mandato divino.

Según él, Dios había señalado el destino de cada persona: los ricos debían seguir siendo ricos, los pobres debían seguir siendo pobres"

"Según él, Dios había señalado el destino de cada persona: los ricos debían seguir siendo ricos, los pobres debían seguir siendo pobres, los opositores tenían que ser reprimidos y él debía cumplir el deseo de Dios de impedir que el imperio portugués se derrumbase. Estaba convencido de que su misión era evangelizar el mundo con la cultura portuguesa".

Para poder cumplir con ese designio divino, Salazar renunció a otras muchas facetas de su vida. Por ejemplo, su vida familiar y las relaciones sentimentales. Al menos, de cara a la opinión pública.

"Afirmaba estar casado con su país, razón por la cual decidió mantenerse célibe. Sin embargo, tuvo relaciones con muchas mujeres, con algunas de las cuales se citaba en hoteles de Lisboa, aunque no hay constancia de que consumase el acto sexual. Se piensa que fueron relaciones platónicas o de tipo voyeurista", comenta Ferrari, que revela en su libro que este gobernante aparentemente recto, austero y ferviente católico, "fue en sus últimos días un gran aficionado al tarot, las cartas astrales, al espiritismo y al esoterismo".

Una instantánea de la Revolución de los claveles (1974).

Una instantánea de la Revolución de los claveles (1974). / ARCHIVO

Fallecido en julio de 1970, la figura de Salazar no ha sido objeto en Portugal de un análisis crítico, ni siquiera en la época de la Revolución de los claveles. Esta situación ha provocado que la figura del dictador sea percibida con cierta simpatía por las nuevas generaciones de portugueses. Prueba de ello es que en 2012 fuera elegido el personaje más importante de la historia del país en el programa-concurso de la Radio Televisión de Portugal Os grandes portugueses, por delante de Luis de Camões, Fernando Pessoa, Vasco de Gama o Enrique el Navegante.

"En Portugal nunca hubo un proceso como el de Núremberg –recuerda Ferrari–. Tampoco se ha estudiado la cuestión del terror de la PIDE. El pasado se ha olvidado, pero Salazar es considerado por los portugueses como el mal menor en una época de grandes dictadores en otros países. Eso explica por qué, a diferencia de Hitler y Mussolini pero al igual que Franco, Salazar murió en su cama".