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El misterio de los 200 tableros de juego escondidos en Santiago de Compostela

Datan del siglo XVII y se localizan en la bancada de la praza do Obradoiro, en la fachada del convento de San Francisco, en la balconada de la Casa do Cabildo, en los peldaños del Hostal dos Reis Católicos… pero pasan desapercibidos para la población 

Tablero situado en frente del monasterio de San Martiño Pinario.

Tablero situado en frente del monasterio de San Martiño Pinario. / COLECTIVO A RULA

Pedro del Corral

Pedro del Corral

Alicia lo tiene clarísimo: cualquier espacio es bueno para jugar. Apenas tiene tres años y, pese a que las palabras aún le salgan entrecortadas, sabe perfectamente lo que hace en todo momento. Aunque eso, a veces, le suponga alguna que otra regañina de sus padres. A ellos les da miedo que se haga daño: en Santiago de Compostela, existen bastantes desniveles y erosiones en el suelo. Pero incluso estos le sirven a la pequeña para desarrollar sus pasatiempos. De hecho, no es extraño verla toqueteando algunos de los surcos que se esconden en la piedra. En ese momento, lo más normal es que se lleve algún grito… pero, casi sin querer, ella ha dado con la clave de estos vestigios. Se trata de tableros barrocos que, en los siglos XVII y XVIII, se crearon para el disfrute de los vecinos. Hoy, en cambio, pasan totalmente desapercibidos.

“Se utilizaban para jugar al 'pai fillo nai', también conocido como tres en raya. Era muy popular y existía tanta afición entre los vecinos que se organizaban campeonatos a menudo”

Están en la bancada de la praza do Obradoiro, en la fachada del convento de San Francisco, en la balconada de la Casa do Cabildo, en el cruceiro de Castrón Douro, en los peldaños del Hostal dos Reis Católicos… Llevan ahí más de tres siglos. Tallados en roca. Imperecederos. Al alcance de cualquiera. Sin embargo, muy pocos son los que los conocen. Y eso que hay más de 200 identificados en el casco viejo de la capital. “Se utilizaban para jugar al pai fillo nai, también conocido como tres en raya. Era muy popular y existía tanta afición entre los vecinos que se organizaban campeonatos a menudo”, explica Luis Leclere, presidente de A Rula, el colectivo que se ha encargado de mapear y estudiar estos tableros gallegos.

Así, de una tacada, hallaron 167. Una cifra que, desde 2018, ha ido aumentando poco a poco: “Todos ellos tienen un diseño similar: nueve agujeros organizados en grupos de tres que, en determinados casos, aparecen unidos por distintas zanjas. Eran estructuras muy sencillas”.

Tablero localizado en el 'cruceiro' da Capela da Nosa Señora da Fonte.

Tablero localizado en el 'cruceiro' de la Capela da Nosa Señora da Fonte. / COLECTIVO A RULA

A diferencia de lo que ocurría con sus equivalentes medievales, los barrocos se encuentran situados en espacios públicos. Algo que no es casual: si bien la ciudad coruñesa vivía un momento de esplendor económico y social cuando se crearon, la realidad es que dicho brillo era más bien superficial. Al mismo tiempo que las rúas se engalanaban y se llenaban de servicios, buena parte de la población sufría serios problemas financieros, lo que los llevaba a pasar la mayor parte del día fuera de casa. “Cuando había romerías y fiestas locales, trazaban estas hendiduras para retarse y pasar el rato. Por el contrario, los que aparecen en las entradas de los templos monásticos revelan las mencionadas carencias: los habitantes hacían cola para pedir limosna. Pero, como solía haber tanta gente y la espera podía alargarse bastante, realizaban estos juegos”, añade Leclere. Los mejores ejemplos se esconden en los atrios de la Mercé o San Lourenzo.

Distintos diseños de los tableros localizados en Santiago de Compostela.

Distintos diseños de los tableros localizados en Santiago de Compostela. / COLECTIVO A RULA

Igualmente, se han localizado ejemplares en las salidas de las igrexas de San Miguel do Campo o Santo Agostiño, lo que demuestra que también solicitaban dichas ayudas a quienes salían de misa: “Son el mejor reflejo de la gran desigualdad que existía en la sociedad de la Compostela barroca”. Ahora bien, a pesar de que se trataba de una práctica habitual y extendida, hay zonas que cuentan con mayor número de tableros. Por ejemplo, en San Martiño Pinario se han descubierto casi 50 modelos. Y en Santa Clara, 20. En cambio, en el Hospital Real apenas se aprecia uno. “Esto plantea un dato importante: la permisividad de algunas instituciones frente a otras”, subraya este experto. “Parece que la corona no veía bien que se grabasen”.

Eludir las sanciones

El proceso de petrificación que vivió la ciudad en pleno Barroco ha propiciado que estas 200 marcas hayan sobrevivido al paso del tiempo. No obstante, muchas se han perdido por las labores de rehabilitación, limpieza y restauración del pavimento, como ya ha ocurrido en la casi totalidad del convento de Belvís o la capela da Pastoriza. Aún así, hay quienes mantienen la esperanza de conquistar nuevas reliquias. “Siempre pueden aparecer más porque, en algunas ocasiones, la erosión del propio granito hace que no sean visibles. De ahí que la luz resulte tan importante: el mejor momento para reconocerlos es al atardecer”, sostiene Daniel Lucas Teijeiro, docente-investigador predoctoral del Grupo Historia del Arte, de la Arquitectura y del Urbanismo de la Universidad de Santiago de Compostela.

Algunos de los mejores ejemplos se esconden en los atrios de la Mercé o San Lourenzo.

Algunos de los mejores ejemplos se esconden en los atrios de la Mercé o San Lourenzo. / COLECTIVO A RULA

Según las ordenanzas municipales de 1687, los vecinos no solo los tallaban en la roca, sino también en la tierra o en otros elementos perecederos como la madera

En cualquier caso, hay que tener presente que el mero hecho de su existencia no es motivo suficiente para que resulten tan especiales. Hay algo más detrás. “Está documentada la existencia de tableros de juego de mesa grabados en lajas y losas desde la Prehistoria en diferentes lugares del mundo, sobre todo en Asia y el Mediterráneo oriental”, destaca Miguel Taín, profesor de Historia del Arte de la Universidad de Santiago de Compostela. “Muchos parecen destinados al popular tres en raya, pero también hay algunos dedicados a desafíos no identificados”. Entonces, ¿por qué los de Galicia son tan particulares? Por un lado, por pertenecer al periodo barroco; y, por otro lado, por la enorme cantidad de ejemplares que aparecen distribuidos a lo largo y ancho de la urbe.

Tanto es así que no existe ningún escenario similar en España. Es cierto que el teatro de Mérida y el anfiteatro de Sevilla atesoran algunos modelos romanos y que la Catedral de Ourense acoge distintos grabados medievales. Sin embargo, la acumulación de taboleiros barrocos en las calles picheleiras es prácticamente única. Además, tal y como se desprende de las ordenanzas municipales de 1687, todo parece indicar que los vecinos no solo los tallaban en la roca, sino también en la tierra o en otros elementos perecederos como la madera para eludir posibles sanciones. "Se prohíbe todo tipo de juego los días festivos antes de las 12 porque, hasta entonces, no están dichas las misas, pero también que los practiquen durante la semana los sirvientes, los estudiantes y los trabajadores", recogía la normativa. Por lo que, con gran probabilidad, su número sería mayor.

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“La pervivencia de estos tableros es muy interesante por dar un testimonio, aunque sea muy desdibujado, de las capas más humildes de la sociedad"

De hecho, el colectivo no ha realizado nuevos hallazgos con fecha a posterior al siglo XVIII: "No se han localizado tableros en edificios del XIX [...]. Quizás, se seguía jugando en otros existentes o en otros perecederos, pero todo apunta a que dejaron de grabarse a comienzos de este siglo".

Aun así, el poso que dejó esta tradición en la sociedad gallega ha ido marcando su evolución hasta la actualidad. "El juego en la calle ha sido muy popular en nuestra cultura hasta hace muy pocos años, cuando todavía era frecuente ver a la gente entretenerse con cartas en la vía pública o con otras distracciones como la llave o la petanca”, señala Miguel Ángel Cajigal, historiador del arte, profesor y divulgador cultural conocido, en las redes sociales, como El Barroquista. “La pervivencia de estos tableros es muy interesante por dar un testimonio, aunque sea muy desdibujado, de las capas más humildes de la sociedad, que son aquellas que normalmente no han dejado restos monumentales o documentales y que, por ello, apenas son mencionados a lo largo de la historia”.