ENTREVISTA

Ildikó Enyedi: "A los hombres les da igual conocer de verdad a las mujeres y lo que sienten"

La veterana cineasta húngara Ildikó Enyedi estrena 'La historia de mi mujer', en la que se enfrenta a uno de los grandes retos de su carrera: adaptar la obra de Milán Füst y adoptar un punto de vista totalmente masculino para evidenciar la represión femenina

La directora húngara, en el festival de Sevilla del 2021

La directora húngara, en el festival de Sevilla del 2021 / FESTIVAL DE SEVILLA / LOLO VASCO

Beatriz Martínez

La directora húngara Ildikó Enyedi se dio a conocer en 1989 con la rompedora Mi siglo XX, gracias a la que consiguió la Cámara de Oro en el Festival de Cannes a la mejor ópera prima. Después de una trayectoria llena de altibajos, en 2017 regresó al panorama internacional con El cuerpo y alma, Oso de Oro en el Festival de Berlín. Ahora se enfrenta a uno de los grandes retos de su carrera: la adaptación de la novela de uno de los grandes popes de la literatura de su país, Milán Füst y de su emblemática novela La historia de mi mujer, en la que se narra la historia de un capitán de barco, Jacob Störr (Gijs Naber) que contrae matrimonio con una joven francesa, Lizzy (Léa Seydoux) que se convertirá en una auténtica incógnita tanto para él como para el espectador. 

¿Qué es lo que más le interesó de la novela de Milán Früst a la hora de adaptarla? 

Normalmente escribo mis propios guiones, esta es la primera vez que adapto una novela. Milán Füst es un autor atípico en la literatura tanto húngara como mundial. Muy a menudo ha sido malinterpretado o elogiado por aspectos equivocados. Para mí, es ante todo un pensador radical que envuelve sus pensamientos en una textura rica y sensual llena de humor y de alegría. Escribió este libro tan personal durante la Segunda Guerra Mundial, cuando su vida estaba en peligro. Y es una lección reveladora. Gracias a él descubrimos que todo lo que pasa a nuestro alrededor está más allá de nosotros mismos. Que hay fuerzas mezquinas que nos definen y que ponen en evidencia nuestra propia mediocridad. 

Además de una disección de las relaciones de pareja, la novela también hablaba sobre el sentido de la vida. ¿Cómo se puede plasmar ese sentimiento en una película? 

Esa era la verdadera meta. En realidad, fue el único objetivo que me propuse en realidad. Tenía dos posibilidades, abordar la adaptación como una autora, dejando mi marca siempre presente para que quedara claro lo que yo pensaba al respecto. Pero es un material humano que tiene que ver con la incapacidad de tener el control absoluto sobre todo. ¿Cómo iba yo entonces a ponerme por encima de eso? No podía. Así que opté porque el espectador fuera el coautor de la película, que a través de la película se pudieran despertar pensamientos o sentimientos. Al fin y al cabo, de lo que habla Früst es de cómo aprender a dejarse ir, a dar libertad a las personas que amamos y aceptar cómo son. De cómo no sirve de nada ser el capitán y controlar el destino de los demás. 

¿Cómo se ha enfrentado a las críticas negativas que ha tenido la película cuando se presentó en el Festival de Cannes? 

Hubo ataques muy directos, en muchos casos gratuitos. Quiero pensar que no han entendido lo que quería trasmitir, que se han quedado con la historia superficial y poco más. 

¿Podría ser por el hecho de ser mujer? Algo parecido a lo que ocurre con el personaje de Lizzy, que no tiene voz propia. 

A los hombres les da igual conocer de verdad a las mujeres y lo que sienten. En cuanto a Lizzy, es una persona tridimensional a la que no se le da la oportunidad de ser real. En el imaginario masculino, sería una femme fatale, porque así les gusta a los hombres imaginar a las mujeres que no se acoplan a sus necesidades y expectativas. Pero en realidad, son ellos los que no tienen las herramientas para entendernos.  

¿Cómo se sintió adoptando el punto de vista exclusivo del hombre? 

Flaubert dijo que él se consideraba Madame Bovary. Pues entonces yo puedo decir que soy Jacob. Pero hay una diferencia, nosotros acompañamos al personaje a través de una mirada empática, paciente y bondadosa. Como mujer no quise juzgarlo, porque al fin y al cabo es fruto de la sociedad heteropatriarcal. Es muy difícil cambiar las reglas del juego, es momento de hacerlo, pero tanto los hombres como las mujeres estamos en este momento enfrentándonos a eso. El cambio no es tan automático ni tan fácil. Pero estamos en ello. 

¿Cómo llegó a Léa Seydoux y Gijs Naber para abordar los papeles protagonistas?

Seré sincera. Al principio contraté a otra pareja, pero cuando los conocí a ellos, despedí a mi primera opción. Ya no podía ver la película sin Léa y Gijs. Necesitaba a actores muy carismáticos, que te fueran capaces de trasmitir no solo a través de los diálogos, sino también de los silencios. Y ellos me proporcionaban un trasfondo muy humano, repleto de misterio y contradicciones en la película solo a través de su mirada.