LIBROS

El taxonomista en acción

Francesco Pecoraro prosigue con la revisión personal antropológica de su tiempo en 'La avenida', otra colosal novela sobre el desencanto

Francesco Pecoraro.

Francesco Pecoraro. / ARCHIVO

Luis M. Alonso

No es que Francesco Pecoraro (Roma, 1945) se haya embarcado en la aventura de la gran novela italiana para dejar el proyecto simplemente a medias. Arquitecto y urbanista, su incursión en la literatura es tardía –cuando lo hizo ya había cumplido sesenta años–, pero no parece querer dejar su proyecto a medias. Después de La vida en tiempo de paz, Periférica publica ahora La avenida, otra colosal empresa narrativa, un segundo fresco de más de quinientas páginas de su revisión antropológica personal de nuestro tiempo, en la que el protagonista desencantado cuenta en primera persona algunos puntos cruciales de su existencia: el fracaso de las ambiciones académicas juveniles; su militancia política, igualmente frustrante; el compromiso con el sistema de corrupción imperante en la década de 1980 (“eran años difíciles como todos los años del mundo”) y el consiguiente período de prisión; una jubilación anticipada y la antecámara de la muerte civil. Para hacerlo usa solo una fracción del libro, la mayor parte de él está dedicada, como ocurría en su anterior novela, al fruto de la observación del mundo, incluyendo la vida cotidiana más ordinaria y los reflejos que genera.

El autor de La avenida es capaz de extraer lecturas esclarecedoras sobre los fenómenos sociales, los procesos psicológicos y las orientaciones culturales a partir de la descripción de detalles que muchos considerarían nimios, del tejido urbano del barrio –el protagonista, al igual que Pecoraro, es arquitecto–, de las grandes cadenas de supermercados, de las pequeñas tiendas multiétnicas y del deterioro de los edificios. Intenta racionalizarlo todo, evitando cualquier reacción emocional. Al enfrentarse al mundo se convierte además en un taxonomista, si algún detalle, por pequeño que sea, merece ser analizado no se priva de hacerlo. La gran literatura está en los pequeños detalles, parece querer darle la razón a Nabokov.

Aspirante a historiador del arte retirado de la administración pública, el actor principal y narrador lo observa todo desde el edificio en que reside. La ciudad narrada se parece a Roma. Digamos que es Roma, aunque la haya rebautizado como Ciudad de Dios. El mismo protagonista se encarga de reconstruir su historia en Valle Aurelia, un barrio obrero donde, desde mediados del siglo pasado, se fabricaron ladrillos y que fue visitado por Lenin en 1908. La solidaridad comunitaria ha sido reemplazada por los asentamientos ilegales de los parias de la tierra y una especie de modelo de vegetación espontánea. Las transformaciones son observadas con ojo crítico y mucho pesar. En este panorama desolador, el único lugar donde persiste alguna forma de humanidad es el Porcacci, un bar de barrio donde la gente todavía conversa; la novela intercala extractos de esas conversaciones en el dialecto local, y el lenguaje se convierte en uno de los dos eslabones que unen a la vecindad. El otro es el equipo de fútbol. En realidad es lo que queda de la vida humanizada después de que la arquitectura y el urbanismo hayan fracasado estrepitosamente. El propio protagonista y narrador es incapaz de reconocerse en lo que le rodea, confiesa que vive en el borde de la no ciudad donde suceden cosas propias de otras épocas y de otros lugares salvajes o semisalvajes de remotos continentes.

El epílogo de La avenida es un recordatorio final de la amargura y de la impotencia en esta nueva novela de Pecoraro, lúcida y descriptiva de los males que aquejan a los barrios cuando estos son sepultados por el desarrollismo de rostro feroz, camino de un futuro incierto y anclados en un presente inexplicable. El autor se expresa de forma cruda, sin tapujos, en ocasiones sin piedad, recurriendo muchas veces, como hacía Gadda, a la fusión de los sustantivos para otorgar mayor poder a las palabras. Pecoraro obtuvo con La avenida, en italiano Lo stradone, el premio Selezione Campiello, en 2019, y un nuevo reconocimiento por su aportación a la novela moderna, ese edificio de volumetría dispar que en su día levantaron Dos Passos, con Manhattan Transfer, o Döblin con Berlin Alexanderplatz, por poner solo dos ejemplos.

'La avenida'

Francesco Pecoraro

Periférica

530 páginas

24 euros

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