ARTE

Se acabó romantizar el campo: llega la postnaturaleza

Los nuevos planteamientos artísticos rechazan pintar paisajes idílicos y buscan una relación más igualitaria con el entorno

‘Un lago de jade verde’ cuestiona los límites entre lo natural y lo artificial | Obra del artista Coral Morphologic.

‘Un lago de jade verde’ cuestiona los límites entre lo natural y lo artificial | Obra del artista Coral Morphologic. / CentroCentro

Daniel R. Mesa

En 2008 se presentaba en el MOMA la obra Victimless Leather (Piel sin víctimas), firmada por el dúo de artistas australianos Tissue Culture & Art Project. Consistía en una chaqueta de cuero real que no requería de sacrificio animal, un prototipo de perfecto basada en un polímero biodegradable recubierto con células de ratón muerto y de hueso humano. La chaqueta, como otras estructuras celulares, crecía aumentando su tamaño durante el tiempo que duraba la exposición, hasta que un día los artistas se vieron en la necesidad de "matarla" debido a su rápido crecimiento. 

Relacionar el arte con la naturaleza puede llevar al público a caer en el tópico de las bellas pinturas

Más allá de provocar alguna que otra náusea, la pieza lograba confrontar al público con sus propios dilemas morales (¿seríamos capaces de vestirnos con una chaqueta "semiviva", pero no con la piel de una vaca muerta?), pero sobre todo arrojar una nueva visión sobre nuestra relación con los animales y de la implicación humana a través de la tecnología en procesos más éticos y sostenibles.

Varias décadas antes el eco-feminismo de finales del siglo XX, con la botánica y filósofa Donna Haraway a la cabeza, ya había puesto sobre la mesa la necesidad de iniciar una transformación verde que cambiara la percepción que el humano tiene de los animales y los vegetales. Este paradigma en nuestra relación con el medio, al que algunos teóricos llaman postnaturaleza, defiende un entendimiento profundo de este desde una observación directa y pausada, donde el ser humano deja de ser "el otro" para formar parte del paisaje común a todas las especies, pudiendo intervenir, ya sea por medio de la tecnología u otros campos, para concluir en modelos más beneficiosos para todas las partes implicadas.

Ecologismo en el cubo blanco

Escribía Flaubert que de todas las mentiras el arte era la menos falaz. Ya sea por esto o por su capacidad para abordar dimensiones simbólicas, la creación artística se ha vuelto uno de los espacios más fructíferos para la investigación y difusión de esta nueva relación con lo natural, sobre todo en un contexto en el que la Tierra comienza a flaquear. "En el momento de fragilidad ecológica que estamos atravesando, se necesitan nuevas maneras de relacionarnos con los entornos y nuevos relatos para pensar mundos deseables. Nos interesa plantear el término postnatural como una invitación a entender la naturaleza como algo que debe estar en permanente reflexión y negociación, como sujeto político", explica Gabriel Alonso, artista visual y fundador del Instituto de Estudios Postnaturales, un colectivo de experimentación artística creado en Madrid en el pasado año.

Un lago de jade verde es la primera exposición que organiza la plataforma. La muestra se plantea como un recorrido que invita a repensar las relaciones y los flujos entre los humanos, los ecosistemas y sus entornos de la mano de textos y de la obra de artistas internacionales como Coral Morphologic, Jana Winderer, Geocinema, Jessica Sarah Rinland, Lola Zoido, Gerard Ortín Castellví o Mónica Mays. A lo largo de su itinerario el viajero urbano es llamado a cuestionar los límites entre lo natural y lo artificial mientras atraviesa un bosque en diálogo con el cubo blanco (en Isolation, de Fabian Knecht), el holograma de un insecto palo que obliga a pensar en términos geométricos (Holograma 1, de Daniel Steegman Mangrané), un invernadero de flores extintas que brotan fuera de su entorno legítimo (Extinct In The Wild, Lysimachia minoricensis, de Michael Wang) o una pieza de videoarte en la que un pescador besa el cuerpo húmedo de un pez (O Peixe, de Jonathas de Andrade) que, bajo la mirada del espectador, descubre otros modos de interactuar con nuestros vecinos de planeta.

'Acustic Ocean', de Ursula Biemann.

'Acustic Ocean', de Ursula Biemann. / CentroCentro

La experiencia de esta muestra, que podrá verse hasta principios de marzo en CentroCentro (Madrid), se completa con un programa que incluye visitas guiadas, talleres, proyecciones, conferencias y conversaciones con artistas. "Proponemos entender la naturaleza como un parlamento en el que debemos incluir distintas miradas, acercamientos y prácticas. Tratamos hacer del museo un espacio de debate y conversación", apostillan. 

Entender la montaña

Relacionar arte con naturaleza puede llevar al público menos avezado a caer en el tópico de las bellas pinturas románticas de Turner o Caspar David Friedrich, con sus grandilocuentes paisajes, bosques al atardecer y soles que nunca se ponen, y que servían sobre todo para reflejar el ánimo del artista. Hoy, esta visión antropocéntrica se ha quedado obsoleta.

En el ensayo coral Post-Arcadia. Qué arte para qué naturaleza (CENDEAC, 2020), los arquitectos Enrique Nieto y Miguel Mesa del Castillo inciden en esta idea de coexistencia partiendo del concepto de Gaia, un movimiento que asegura que nuestra presencia contribuye a crear las condiciones adecuadas para el mantenimiento de la biosfera, como la temperatura o la cantidad de sal de los océanos: "Ante la colisión de nuestro orden civilizatorio con el planeta, los llamados grandes temas del arte, las preocupaciones sobre el yo, el alma o la conciencia, han dejado paso a demandas más urgentes. Los asuntos humanos ya no pueden separarse de aquellos que competen a la biosfera o a cualquiera de las otras entidades con las que compartimos nuestro planeta".

"Los llamados grandes temas del arte han dejado paso a demandas más urgentes"

El quebrantahuesos

También estos días se ha inaugurado en el malagueño Valle del Genal la muestra Doubling Ecologies, un proyecto comisariado por Blanca de la Torre que pone a dialogar la obra de los artistas Juan Zamora y el taiwanés Chen Wan-Jen, y que tiene como objetivo cuestionar esta actitud antropocéntrica a través de narrativas más empáticas con el entorno. Un ejemplo es la pintura de Zamora realizada sobre el tejado del museo de arte contemporáneo de Genalguacil –donde permanecerá la muestra hasta finales de diciembre– de una enorme sombra de un buitre autóctono conocido como quebrantahuesos, una especie en peligro de extinción. 

La muestra pone a dialogar la obra de los artistas Juan Zamora y el taiwanés Chen Wan-Jen.

La muestra pone a dialogar la obra de los artistas Juan Zamora y el taiwanés Chen Wan-Jen. / Museo de Arte Contemporáneo Fernando Centeno López

Tomando como punto de partida la labor medioambiental que desarrolla este ave –se encarga de limpiar la zona de cadáveres de otros animales, transforma la materia muerta en proteína viva y reduce la extensión de enfermedades que afectan al ganado y a los humanos–, el artista madrileño se dedicó a recoger la basura del río del municipio, dando como resultado un vídeo que forma parte de la propuesta (Limpiar un río, 2019). "Mi interés por estos espacios nace de la necesidad de volver a conectar con la naturaleza, de intentar entender su lenguaje desde la poesía para crear obras donde exista un verdadero diálogo natural con otros tantos seres vivos", mantiene Zamora.

‘Doubling Ecologies’ es un proyecto expositivo comisariado por Blanca de la Torre.

‘Doubling Ecologies’ es un proyecto expositivo comisariado por Blanca de la Torre. / Museo de Arte Contemporáneo Fernando Centeno López

La ciencia, nueva artista

Su principal objetivo es "generar redes móviles de colaboración y un diálogo bidireccional entre artistas y científicos

Son también varios los nombres de las artes escénicas que se han interesado recientemente en aspectos de la botánica o del mundo animal. Entre ellos encontramos a Silvia Zayas, una artista leonesa cuya práctica se sitúa en los límites del arte de acción, el cine y la coreografía expandida. Desde 2020 trabaja en su proyecto ê, una investigación sobre los sentidos y la comunicación de tiburones y rayas para la que ha necesitado varias sumersiones nocturnas en el Mediterráneo: "Hay un problema ecológico evidente con estos animales, ya que muchas de sus especies se encuentran en extinción en esta zona". 

Su principal objetivo es "generar redes móviles de colaboración y un diálogo bidireccional entre artistas y científicos". De hecho, para desarrollar su trabajo, Zayas se apoya, entre otros, en los descubrimientos de los biólogos Michel André y Claudio Barría. 

Esta artista es consciente de que "los proyectos artísticos no trabajan en los problemas de un modo tan directo como las políticas sociales, pero contribuyen al avance de la cultura y a la creación o resignificación de imaginario". Con independencia del nombre que se le otorgue a este tendencia, es evidente que se están dibujando tiempos en los que la colaboración entre disciplinas resulta crucial para mover conciencias. "Cada vez hay más acciones divulgativas, películas y encuentros que ofrecen un acceso a lenguajes y problemáticas que muchas veces son opacas para el público general. También hay cosas maravillosas a nivel teórico, pero que se inactivan si no son encarnadas o si no son practicadas poniendo en riesgo la propia subjetividad", concluye.