TEATRO

Alfonso XIII, el rey que no vio venir la República porque estaba produciendo porno

La compañía Club Caníbal convierte el Centro Dramático Nacional en un cabaret para parodiar en Alfonso el Africano la historia real del monarca, que se convirtió en uno de los pioneros del porno español mientras su país se desmoronaba.

El actor Font García da vida a Alfonso XIII en la obra.

El actor Font García da vida a Alfonso XIII en la obra. / Luz Soria

Rocío Niebla

En el teatro María Guerrero de Madrid, el rey Alfonso XIII tiene una conversación trascendental con su pene. Se están celebrando elecciones en la España de 1931 y tiene miedo. Y su miembro, interpretado majestuosamente por Vito Sanz, se pregunta quién no podría quererle. El actor Font García, afilando su bigote real, le responde: Debo dedicar más tiempo a ser rey”. Pero el pene lo tiene claro: “Ya es tarde para querer cualquier otra cosa que no sea yo”. En la siguiente escena, el himno de Riego suena estridente a ritmo de jungle mientras en el cabaret-escenario el vulgo festeja que en todas las provincias han ganado los partidos republicanos. La voz en off sentencia: “El pueblo no quiere más Borbones en este país”.

Alfonso el Africano es la obra satírica que la compañía de teatro Club Caníbal acaba de estrenar en el Centro Dramático Nacional. Parafraseando a Alfredo Landa: “El sentido del humor consiste en saber reírse de las propias desgracias". Así que el argumento bebe de la realidad histórica: Alfonso XIII, abuelo del rey emérito, descuidó los menesteres laborales (saludar con la mano borbónica, darle besos a los niños y, si eso, reinar) para invertir mucho tiempo en producir películas erótico-festivas y pensar argumentos que acabaran en penetración.

Beso de Alfonso XIII con su pene en 'Alfonso el Africano'

Beso de Alfonso XIII con su pene en 'Alfonso el Africano' / Luz Soria

La Sala de la Princesa del María Guerrero ha pasado de ser un teatro convencional con asientos y escenario a un cabaret con peep show incluido. Antes de entrar, el hall que hace de antesala es ahora un bar picante y un cubículo con agujeros por el que los espectadores miran a un actor semivestido de señora que se toca. Dentro esperan lámparas de diamantes, alfombras persas, butacas nobles como de salón de señores y mucho brillibrilli y neón rosa. Cuatro actores en escena harán un sinfín de personajes cada cual más estrambótico, pintoresco, desternillante y grotesco. En el ambiente, humo de cigarro, olor a whisky y cuplé erótico festivo. Alfonso XIII encarga a los hermanos Baños unas películas “sicalípticas” para goce propio mientras España es una olla a presión: pobreza y miseria en el campo y la ciudad, familias descuartizadas por el desastre de Annual, la connivencia con la dictadura de Primo de Rivera, las huelgas obreras y el catalanismo pidiendo pista para independizarse. Alfonso el Africano es una sátira política con una dramaturgia y puesta en escena desternillante, guión acertado y con serias preguntas sobre las reiteraciones en nuestra historia.

Chiqui Carabante es el director de la obra y uno de sus cuatro autores. “Cuando empezamos a investigar nos dimos cuenta de que el bisabuelo del actual rey solo estaba preocupado por sus películas y sus negocios, así que la realidad del país se le vino encima”. Carabante encuentra muchos paralelismos entre la historia de España de principio de siglo XX y principios del XXI: el conflicto catalán, la inestabilidad social y la crisis en la corona. “Alfonso XIII acabó siendo invitado por los españoles a marcharse, y el rey emérito ha tenido que irse” y afirma que también está “la marca borbónica” de mujeriego y “reyes ocupados de sus negocios propios”.

El rey de la sicalipsis

La vida de Alfonso XIII está repleta de argumentos para el anecdotario popular. El 17 de mayo de 1886 nace, y el mismo día que cumple 16 años se convierte en rey de España. Su padre, Alfonso XII, murió seis meses antes de nacer él, así que Iglesia mediante, y por pánico a que naciera muerto, lo bautizaron estando dentro del útero materno. El 17 de mayo de 1902 juró la Constitución, acabó la regencia de su madre María Cristina y comenzó su reinado. Rey de la caza, tenorio y buen bebedor, mandó construir en 1910 un hotel de lujo -que encargó al hostelero César Ritz- para que la realeza europea disfrutara de su boda con Victoria Eugenia de Battenberg. El día de su boda, el anarquista Mateo Morral arrojó desde un balcón de la calle Mayor al carruaje con el que recorrían el centro de Madrid en loor de multitudes un ramo de flores bomba: murieron veinticuatro personas, pero los reyes salieron ilesos y disfrutaron tranquilamente del banquete de boda. Poco preocupado por el pan (o su falta) del pueblo, Alfonso XIII mandó a los hermanos Baños hacerle unas “peliculitas de sexo” para verlas con sus amigos.

Los reyes en el Hotel Ritz el día de la boda real. 

Los reyes en el Hotel Ritz el día de la boda real.  /

La palabra que se empleaba entonces para los productos subidos de tono era “sicalíptico”. Hoy en día es un término en desuso, pero en los tiempos de Alfonso XIII -y en la obra se menta innumerables veces- estaba muy de moda. La profesora de la Universidad de California, Maite Zubiaurre, en Culturas del erotismo en España 1898-1939 (Cátedra, 2014) dice que el término “sicalíptico” fue acuñado probablemente en las charlas intelectuales de los cafés-tertulia madrileños a principios del XX, y que designa “todo lo relacionado con lo erótico y lo pornográfico”. Según María Moliner y como queda reflejado en su diccionario, la palabra sicalíptica viene del griego “sykon” que es vulva y de “aleiptikós”, excitante. Zubiaurre afirma que el concepto en uso se aplicó a textos e imágenes primero “levemente eróticos y a mujeres parcialmente liberadas”, pero que con el paso de los años la palabra “pasó a englobar todas las gradaciones imaginables del erotismo, desde el idilio y las coqueteadoras y demi-virges más descafeinados, hasta el sexo duro, las prostitutas profesionales y la pornografía más descarnada”.

En la época de Alfonso XIII, lo que dominaba en ese universo sicalíptico era una dilatada cultura y coleccionismo de postales pornográficas. Eran productos populares y asequibles: mujeres enseñando partes del cuerpo privadas en distintas formas y posturas. El negocio era pujante y existían grandes varones coleccionistas. Para Zubiaurre, de todos los géneros sicalípticos de la Edad de Plata, la postal erótica “cuenta con una difusión y influencia notable” ya que entra en todos los hogares, “incendia la imaginación de todos los estamentos sociales, cae en manos de hombres y mujeres, incita a la concupiscencia de viejos y adolescentes”.

El sexo “vuelto tarjeta postal” revoluciona la pornografía. Antes que las películas (privilegio de la camarilla real) los documentos gráficos hicieron volar la imaginación sin importar la clase social. El historiador Publio López Mondéjar afirma que “existió un mercado de imágenes sicalípticas importadas en su mayoría del mercado erótico de París”. El modelo comercial vino calcado de Francia e Inglaterra y este producto callejero era relativamente sencillo de encontrar en quioscos y puestecitos. Uno de los grandes fotógrafos del género fue Antoni Esplugas, considerado el retratista por antonomasia de la burguesía catalana, que desnudó y retrató a más de “mil damas barcelonesas”.

“Claramente el aparato censor que operaba bajo el reinado de Alfonso XIII y Primo de Rivera era poco riguroso con los pecados de la carne y hacía, con frecuencia, la vista gorda”, afirma Maite Zubiaurre, ya que “tanto Alfonso XIII como Primo de Rivera eran mujeriegos notorios, lo cual ayuda a comprender su permisividad en materia de sexo”. En la colección particular de la profesora encontramos dos postales “metafóricas” sobre Alfonso XIII, que echando mano de la sátira política lo describen como “mujeriego empedernido y bon vivant”. Así que, aunque sus películas no fueran extramuros palaciegos conocidas, era bien sabido que Alfonso XIII era amante de la sicalipsis. Las postales satíricas sobre qué tiene el rey en la cabeza dan cuenta de ello.

Médicos y curas... porno

Las películas pornográficas de la época estaban producidas y dirigidas a un público selecto: el rey y sus compañeros de palacio. Alfonso XIII, encomendando al conde de Romanones, le pide a los cineastas Ramón y Ricardo Baños la producción de una serie de cortos pornográficos. La productora, llamada Royal Film y con sede en Barcelona, grabó entre 1920 y 1926 casi una veintena de películas, algunas de ellas con argumentos creados por el propio rey. Según el periodista Joaquim Roglan, “circuló la leyenda de que el rey contemplaba algún rodaje en directo a través de un orificio en la pared del plató”. Se cree que las actrices eran prostitutas del Raval. La profesora Zubiaurre afirma que alguna de las pelis producidas por el propio rey le acompañaron en su exilio. De momento solo tres películas han podido rescatarse y restaurarse: El ministro, Consultorio de señoras y El confesor.

Fotograma de una de las películas sicalípticas de Alfonso XIII. 

Fotograma de una de las películas sicalípticas de Alfonso XIII.  /

Inmaculada Trull es la jefa de restauración de la Filmoteca de València. Cuenta para este diario que las tres películas llegaron de la mano de José Luis Radoselovics Arance, que las donó en 1990. Rado -como se le conoce- fue coleccionista y exhibidor de cine, y tuvo también una cadena de videoclubes llamada Rados. Director de la Filmoteca entre 1998 y 2012, contaba entre risas que encontró las tres películas en un convento. “Las bobinas llegaron en soporte de nitrato de celulosa, un material altamente combustible que hace que a más de 40 grados ardan solas”, cuenta Trull. En 1991 las tres películas se restauraron en los laboratorios Iskra de Madrid. “Las películas se lavaron para eliminar polvo, se rellenaron las rayas y se repararon las perforaciones y empalmes que estaban rotos”. Las películas se copiaron a soporte de seguridad en material de triacetato, en el sistema de ventanilla húmeda, fotograma a fotograma.

“En El Ministro tenemos la historia de una señora de la aristocracia que va a rogarle al ministro que no cese al marido del puesto. A cambio de eso, el político solicita sus favores”, explica Inmaculada Trull. En Consultorio de señoras “tendríamos a madre e hija que van al médico a la vez” y la escena acaba en coito. Y en El confesor se dice: "para el perdón de tus pecados tienes que pasar por caja”. Las películas ya están digitalizadas y pueden verse en el Centro de Documentación de la Filmoteca de València con cita previa. Chiqui Carabante asegura que en las tres películas se visualiza “el abuso de poder”, la indolencia y la frivolidad de la persona que ha pensado el argumento.

Fotograma de El Confesor.

Fotograma de El Confesor. /

Alfonso el Africano estará en el María Guerrero hasta el 26 de diciembre. El texto lo firman Chiqui Carabante, Font García, Vito Sanz y Juan Vinuesa. En escena, a Vito y Font les acompañan Juanfra Juárez y Pablo Peña. Carabante cuenta que “lo trágico en este país es que no somos críticos con nuestra historia, lo que nos va a obligar a repetirla”. Señala similitudes: “Los paralelismos están ahí. Alfonso XIII vivió a cuerpo de rey y murió en un hotel de lujo en Roma, y al emérito se le está maquillando su gestión pero tiene un retiro dorado en Dubai”. El actor Vito Sanz concluye: “La monarquía está en otro mundo, se pierden entre ellos, sufren un narcisismo claro. He ahí la bonita metáfora de un rey que hacía películas para masturbarse a sí mismo”. 

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