MÚSICA

¿Por qué ahora hacen falta hasta 30 autores para crear un ‘hit’?

La música actual muestra una inclinación hacia la elaboración colaborativa, espoleada por los ‘campos de composición’ a cargo de las compañías y por las nuevas estéticas sonoras en torno al pop y la música urbana. La creciente importancia del productor y el peso de los derechos de autor en el negocio refuerzan la tendencia, en la que se pone en cuestión al “sacrosanto” creador individual, “hegemónico desde Beethoven”

Rosalía, en una imagen del videoclip de ’La fama’.

Rosalía, en una imagen del videoclip de ’La fama’. / SONY MUSIC

Jordi Bianciotto

La autoría de las canciones en el pop se ha adjudicado tradicionalmente a una única figura (un David Bowie o un Elton John) o, a lo más, a un tándem: Leiber & Stoller, King & Goffin, Lennon & McCartney También la música clásica suele ser un desfile de genialidades singulares. En las bandas de rock, a veces, el espíritu de equipo ha propiciado las firmas colectivas: Deep Purple acreditó clásicos como Smoke On The Water a todos los miembros del grupo, una práctica que terminó siendo suprimida por el (comprensible) deseo del integrante más productivo, Ritchie Blackmore. Hemos tendido a entender la creación artística como un asunto individual, o bien resuelto en una esfera íntima. Hasta ahora.

La nueva canción de Rosalía, La fama, la firman nueve autores, y en los últimos álbumes de Ed Sheeran y Dua Lipa hay temas compartidos por hasta siete compositores. Muchos hits modernos del pop se conciben por tándems multiplicados, y más aún en el ámbito del hip-hop y en la música urbana. Ahí, la muestra más estridente resulta ser Sicko Mode, pieza del rapero Travis Scott, cuyos créditos de autoría consisten en un desfile de 30 nombres y apellidos. Un estudio de Music Week en 2020 fijó en 4,77 la media de autores involucrados en las canciones de éxito. Preguntado al respecto, Björn Ulvaeus (Abba), mostró sus reservas. “Pueden salir de ahí canciones fantásticas, pero a veces pueden resultar impersonales. ¿Dónde está el corazón?”.

Juntando piezas

De acuerdo, algunos de esos créditos corresponden a los samples de piezas ajenas. Por ejemplo, de los ocho autores de Bagdad, otro tema de Rosalía, tres corresponden a Cry Me A River, de Justin Timberlake, pieza usada para construir el estribillo. Pero esta es solo una pequeña parte de la explicación, si bien es indicativa de una tendencia, la de entender la canción como una obra resultante de la superposición de diversos ingredientes, no tan sujeta a una única pulsión creativa.

Uno de los cofirmantes de Bagdad es Luis Troquel, escritor de canciones (prefiere este apelativo al de compositor), periodista y colaborador de este diario, que aportó una parte del texto. “Me correspondieron los pasajes más litúrgicos de la letra, ya que en principio el tema debía ser un palo flamenco ancestral, y como tal hice esos versos”, explica. “Luego, a punto de grabar, se transformó en canción pop, con bastante más letra a cargo de la escritora Leticia Sala e ideas y música creadas por Rosalía junto a Pablo Díaz-Reixa (El Guincho) y Antón Álvarez (C. Tangana)”.

Hoy, en las factorías del pop, figuras especializadas van aportando capas de sonido e ideas que pueden resultar determinantes en la configuración del tema. Lo cuenta Josep Maria Barbat, presidente de Sony Music Iberia (España y Portugal). “Antes los autores te mandaban las canciones hechas, terminadas, y solo había margen para algún retoque”, relata. “Ahora, el proceso ha cambiado completamente. Nosotros tenemos un estudio en Miami en el que creamos un campo de composición, un songwriting camp, donde puede haber un autor, o dos, o tres, trabajando juntos o por separado, intercambiando ideas, así como diversos productores, que, si aportan un beat o un cambio de estructura, se convierten en autores".

‘Beats’, pistas y efectos

En el hip-hop y en la música urbana, en particular, la secular ecuación de melodía y armonía llega a desdibujarse per se y entran en escena los beats (el latido rítmico), las pistas de graves y sub-graves, los efectos vocales y mil y un recursos de estudio. Y todos esos elementos forman parte nuclear del lenguaje musical empleado en el tema.

Pero es la misma noción de composición la que está cambiando, como reflejan las escuelas de música. “Hoy hay asignaturas de creación colectiva, algo que hace unos años era impensable”, hace saber Juan Jurado, compositor y profesor de la Escuela Superior de Estudios Musicales del Taller de Músics, para quien está en cuestión “la figura del sacrosanto creador que tiene la gran idea, un concepto que ha sido hegemónico desde Beethoven”. También en la música de concierto y orquestal se va hacia “la visión más colaborativa”, precisa. Gana peso el productor, que solía tener un perfil más bien técnico y que hoy en día “es una figura artística”, incluso con su propia obra discográfica. “Como Alizzz, el productor de C. Tangana, que está a punto de sacar su primer álbum, o el puertorriqueño Tainy”, ilustra Josep Maria Barbat. Al mismo tiempo, añade Jurado, el intérprete “ya no es alguien que coge la obra acabada y la ejecuta, sino que participa del proceso creativo”.

Ahí puede entrar en juego la pista económica: ahora que el negocio bascula más en torno a los derechos de autor que de las grabaciones, el crédito de autoría es un modo de hacer partícipe de los beneficios resultantes a quien se ha implicado en la grabación. Los cantantes, aunque no sean compositores, pueden dejar en la canción una impronta decisiva, y actualmente es común que exijan su parte del pastel. Cambian los procedimientos en la composición musical y el modo de reconocer la autoría, y queda por ver si, como diría Led Zeppelin, “la canción sigue siendo la misma”, o no exactamente.

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