DOCUMENTAL

Ali Boulala, el skater salvaje que sobrevivió a un accidente mortal, la cárcel y las adicciones

Un documental presentado en el Festival de Cine Europeo de Sevilla recupera la historia de éxito y redención de un mito del monopatín al que un accidente de moto cambió la vida.

Boulala, en modo reposo durante sus años como skater.

Boulala, en modo reposo durante sus años como skater. / Fred Mortagne

Carmen López

La vida del skater profesional Ali Boulala cambió de forma drástica cuando el 7 de marzo de 2007 tuvo un accidente de moto junto al también skater Shane Cross. Ninguno de los dos llevaba casco ni estaba sobrio. Se estamparon contra la pared del Tramway Hotel en Australia y Cross murió casi en el acto. Boulala, que pilotaba el vehículo y estuvo en coma cuatro meses, fue condenado a cuatro años de cárcel. Salió en 2010, con graves secuelas físicas pero las adicciones intactas, aunque con el tiempo se ha ido recuperando de las primeras y ha abandonado las segundas. Esa es la historia del éxito, la caída y la redención de un mito que el director sueco Max Eriksson ha presentado en formato documental en el Festival Internacional de Cine de Sevilla con el título The Scars of Ali Boulala. La banda sonora la firma Warren Ellis, miembro de Nick Cave and the Bad Seeds.

El protagonista de la película nació en Estocolmo en 1979, hijo de madre finlandesa y padre argelino, y pronto se interesó por el patín gracias a los vídeos de los grandes de la época como el Hokus Pokus de la marca H-Street (1989), en el que salían entre otros Mike Carroll y Danny Way. En 1997, Boulala se convirtió en profesional del skate y se hizo famoso a nivel internacional. Formaba parte del equipo de la marca de tablas Flip, tuvo su propio modelo de zapatillas con Osiris y protagonizó portadas de algunas de las revistas de skate más importantes, como Transworld Skateboarding. Incluso los ajenos al mundillo pueden reconocer alguna de estas referencias.

Su hazaña más recordada es haber saltado 25 escalones en Lyon, incluida en el vídeo Sorry (2002) de Flip. No consiguió hacerlo correctamente, pero era la primera vez que alguien lo intentaba y, de hecho, hasta 2017 nadie lo logró. Aaron Homoki se puso la medalla después de sufrir en varias intentonas, pero la firma de Boulala ya estaba impresa en ese suelo. El sueco derrochaba talento pero también mucho carisma punk, tanto en cuestión de actitud como de estética. Llamarle el "Sid Vicious del patín" es un cliché prácticamente inevitable al ver sus fotos con pantalones pitillo, chupas de cuero y pelo alborotado.

El célebre salto de los 25 escalones en Lyon.

El célebre salto de los 25 escalones en Lyon. / Olivier Chassignole

Formaba parte de la pandilla de skaters Piss Drunx, en la que estaban Jim Greco o Shane Heyl. El nombre venía de una estrofa de la canción Party and Bullshit de Notorious B.I.G. en la que dice "Get her pissy drunk off of Don Perignon". Tenían su propio logo –una P al revés y una D– “que se veía pintado por la calle, había camisetas. Hubo un momento en el que esa estética tan punk estaba muy presente en la escena del skate”, explica Javier Menéndez, periodista y editor de vídeo especializado en este deporte, a El Periódico de España.

Secuelas y rehabilitación

Max Eriksson había visto a Boulala en los vídeos que sus amigos skaters le enseñaban cuando era adolescente en Estocolmo. “Incluso siendo un chaval reconocía que tenía algo especial, era más divertido y más loco que otros patinadores”, sostiene por teléfono desde Sevilla. Tiempo después vió los titulares que informaban del accidente y, aunque ya no se veía con ese grupo, reconoció a Boulala y se quedó con la historia. “No tenía mi mente la película hasta que una noche me lo encontré en un bar súper borracho. En ese momento me di cuenta de que tenía que hacerla”.

Estuvo casi seis meses intentando conseguir su teléfono a través de amigos comunes. Finalmente fue el skater quien se puso en contacto con él. “Me enseñó lo que hacía y me pareció que era muy bueno. Me dijo que no quería hacer un vídeo de skate sino contar una historia humana, así que le dije que sí”, dice despacio Ali Boulala también vía telefónica. Las secuelas del golpe fueron serias y ya no patina, aunque sigue involucrado en el sector. “Antes de ir a Sevilla para el festival, he estado en Barcelona haciendo un anuncio. Van a reproducir algunos de mis antiguos trucos. Yo saldré en el vídeo y pondré la voz en off”, comenta. También se ha rehabilitado de todas sus adicciones.

Boulala en sus años jóvenes y salvajes.

Boulala en sus años jóvenes y salvajes. / Patrick O'Dell

Trabajar juntos fue difícil aunque fantástico a la vez, según Erickson. “Es muy difícil para cualquiera tener a alguien siguiéndote con una cámara, pero siempre se mostró dispuesto a ayudar porque le dije que si lo hacíamos tenía que ser 100% verdadero”. Hubo temas que fueron complicados, como por ejemplo el del accidente, sobre todo porque Boulala no recuerda lo que sucedió. “Cuando se despertó en el hospital no entendía nada de lo que pasaba, no sabía por qué estaba allí. Reconstruyó la historia a partir de lo que le contaron sus amigos”, explica Eriksson. Tampoco se le dedica demasiado metraje a su tiempo en prisión. “Hay algunas fotos, pero no teníamos mucho material de aquel tiempo. Además, es solo un espacio en la vida de Ali, no hay mucho más que contar sobre aquellos años”.

Aquel accidente tuvo un gran impacto en el mundo del skate. “De alguna manera se culpó a Boulala de la muerte de Shane Cross, que era un patinador muy querido, quizá sin reparar en que fueron los dos los que se subieron en la moto en aquel estado”, dice Javier Menéndez. “Pero no hubo una cancelación como la podemos entender a día de hoy porque eran otros tiempos mediáticos. Hubo una reflexión sobre si Boulala podía ser o no culpable de lo que había pasado, pero no hay que olvidar que, además de pagar con cárcel lo que sucedió, perdió un amigo y seguramente la mayor condena sea llevar eso sobre su conciencia”.

Saltos, golpes y cervezas

El equipo puso en marcha una campaña en Kickstarter destinada a recaudar dinero para digitalizar todos los vídeos, llevar a cabo el proceso de post-producción y pagar a todos aquellos que habían proporcionado el material. El objetivo eran 35.000 euros y lo alcanzaron en un tiempo récord. Al final llegaron a los 35.272 euros por parte de 305 patrocinadores. “Es una demostración de cómo de unida está la comunidad skater, se apoyan entre ellos. Hay mucho amor”, dice el realizador de la película. “Por encima de todo, Boulala es un patinador muy importante. De hecho, a día de hoy sin patinar sigue siendo una persona relevante dentro del mundo del skateboarding y sigue recibiendo el apoyo de las marcas”, apostilla Menéndez.

Boulala está satisfecho con la experiencia. “Lo más divertido fue ver todo el material que había recuperado Max” y dice que no quiere mandar ningún mensaje en concreto al público. “Me hace sentir bien el contar mi historia porque puede ayudar a otra gente en sus propias vidas, pero ya está”. La cinta ya se ha exhibido en el Tribeca Film Festival de Nueva York, en el Festival Internacional de Cine de Guanajuato, donde recibió la nominación al mejor documental, y en el Festival Internacional de Cine de Varsovia, donde estuvo nominado al Free Spirit Award.

Aún no se sabe cuándo se distribuirá en España, pero Ericksson espera que se pueda ver en todas las salas posibles. “La película empezó a hacerse antes de la pandemia y gran parte de la investigación y de la edición se realizó durante esos meses. El equipo trabajaba desde casa y nos comunicábamos por videollamadas o teléfono. Por un lado fue una bendición porque tuvimos mucho más tiempo para editar, pero por otro lado ralentizó mucho el proceso. Por eso es una maravilla que se muestre en cines. Porque para eso está hecha, para verla en comunidad y poder escuchar la música fantástica de Warren Ellis”.

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