NUEVO DISCO

Hania & Dobrawa, el dúo que desata los corsés de la música clásica para crear con libertad

El dúo femenino de piano y violonchelo presenta Inner Symphonies, un álbum compuesto durante la pandemia que las consagra como uno de los nombres claves entre la última hornada de la música clásica contemporánea.

Dobrawa Czocher (izda.) y Hania Rani, la violonchelista y pianista que forman el dúo Hania & Dobrawa.

Dobrawa Czocher (izda.) y Hania Rani, la violonchelista y pianista que forman el dúo Hania & Dobrawa. / KRZYSZTOF NAROŻAŃSKI

Jacobo de Arce

La voz de alarma lleva años escuchándose en auditorios y teatros de ópera de todo mundo: la música clásica tradicional se aleja del público joven. En el Teatro Real han organizado incluso un Comité Joven, en el que hay desde músicos hasta diseñadores de moda o influencers, que tiene como misión revitalizar ese vínculo en horas bajas. Y sin embargo, hacía mucho tiempo que no se veía a tanta gente en el entorno de los 30 años, con sólidas formaciones clásicas, tocando chelos, violines o pianos en espacios que no siempre son los que identificamos con la batuta y el frac. Jóvenes músicos y músicas curtidos en la academia pero que han optado por otros caminos, y que mezclan sin complejos la influencia de Beethoven o Bach con la de la música electrónica, el ambient o el jazz.

Hania & Dobrawa son el perfecto ejemplo de esa generación. Amigas y colegas musicales desde que iban juntas al instituto en Gdansk (Polonia), hace más de 15 años, este dúo compuesto por piano y violonchelo lanza un nuevo disco, Inner Symphonies, que es una de las grandes apuestas para esta temporada de Deutsche Grammophon. El legendario sello alemán encarna a la vez toda la tradición de la música clásica grabada, con sus 123 años de historia y su catálogo repleto de grandes figuras, y el empeño en relajar sus corsés, apostando por proyectos para algunos sacrílegos como la magistral recomposición de las Cuatro estaciones de Vivaldi que llevó a cabo Max Richter o la Décima de Mahler revisada por el músico electrónico Matthew Herbert. Soplos de aire fresco en un mundillo al que le cuesta abrir las ventanas.

Fueron esa cerrazón, la disciplina férrea y la presión que sufren los intérpretes las razones que llevaron a la pianista Hania Rani a abandonar una carrera musical académica que, en su país natal, la abocaba a ser la enésima intérprete impecable de Chopin. Desde su actual casa en Varsovia cuenta que "cuando todavía estudiaba y tocaba música clásica había cosas que no me gustaban. No era tanto la música, sino cómo se presentaba y toda la presión que había, una artificialidad innecesaria. Otros géneros musicales también tienen sus estructuras cerradas y sus hábitos, pero en general, el jazz o la música popular permiten algo más de espacio para que la gente se exprese con libertad".

Su compañera, la violonchelista Dobrawa Czocher, apunta en la misma dirección. "Cuando toco música clásica, lo que me genera más estrés es la perfección. No hay espacio para los errores. La música es maravillosa, pero cuando tocas la nota incorrecta, eres terrible. Y en la música contemporánea eso es más fácil, no tienes ese bloqueo por el estrés de que te puedas equivocar. Puedo ser yo misma todo el rato porque puedo cometer errores". 

En la música contemporánea no tienes ese bloqueo por el estrés de que te puedas equivocar. Puedo ser yo misma todo el rato"

Otras rutas

Hania decidió apartarse de ese curso y empezó a hacer música de piano por su cuenta. Pronto se le unió Dobrawa, que sí ha seguido con su carrera como intérprete clásica "tradicional" y que hoy forma parte de la Filarmónica de Szczecin, pero que tocando con su amiga encontraba esa libertad expresiva que no le daban los conservatorios y orquestas. A las dos, además de la música en la que se habían educado, les encantaba la electrónica, el jazz o el indie rock de bandas como Radiohead o Grizzly Bear. En un determinado momento, allá por 2014, les surgió la oportunidad de hacer arreglos en un disco-homenaje a Republika, una banda de la new wave polaca de finales de los 70. Al final aquel proyecto se convirtió en su debut, Biala flaga, un disco en el que el dúo llevaba las canciones oscuras y casi industriales de la banda de rock a unos suaves paisajes sonoros cercanos a la música de cámara.

El dúo polaco, conectando con la naturaleza.

El dúo polaco, conectando con la naturaleza. / Krzysztof Narożański

"Así entramos en una nueva dimensión de nuestra vida musical, con otro tipo de conciertos y trabajando de una forma más contemporánea. Nos enamoramos desde el principio de todo aquello, conocimos a otra gente y creo que ese fue el momento en que Hania decidió que se iría por su propio camino, que ya no quería ser música clásica, mientras yo sí quería mantener esa faceta", recuerda Dobrawa. Hania Rani comenzó a pasar temporadas en Berlín, donde se empapó de la música de Nils Frahm, uno de los nombres clave de eso que se ha llamado música clásica contemporánea. Su primer disco, Esja (2018), lo grabó en Islandia. Un álbum de piano solo en el que ya se adivinan los rasgos de toda la música que ha hecho después: la inspiración de músicos minimalistas como Philip Glass, unos pianos con un sonido muy particular -amplificados, donde los pedales juegan un papel especial y se puede oír el roce de piezas y cuerdas- y un trabajo muy personal con la emoción en sus temas.

En su siguiente álbum, Home (2020), Hania añadió a todo eso su propia voz y el uso sutil de aparatos electrónicos. Aquellos dos álbumes acumulan varios millones de escuchas en Spotify y la llevaron a girar por diversos países, con paradas en Madrid y Barcelona. También ha compuesto bandas sonoras para cortometrajes y obras de teatro. Su figura en directo, rodeada por tres pianos diferentes, máquinas de sampleo y cajas de ritmos, se convirtió en una estampa perfecta del neoclasicismo musical.

Durante ese tiempo, las dos amigas nunca perdieron el contacto ni dejaron de apoyarse mutuamente y, cuando la directora de la Filarmónica de Szczecin les sugirió que volvieran a trabajar juntas y aprovecharan las posibilidades que les daba el edificio que aloja a la orquesta, una obra arquitectónica de vanguardia firmada por el estudio barcelonés Barozzi Veiga, decidieron que se reunirían de nuevo. Aunque con dos carreras musicales a pleno rendimiento que no iban a abandonar, no sabían cuándo podrían ponerse manos a la obra para trabajar juntas.

Pandemia y política

Pero entonces llegó la pandemia. Y con ella, los confinamientos y un montón de tiempo para componer e ir trabajando en su proyecto común. Las dos volvieron a casa de sus padres "para poder tener un poco de espacio y balcones a la calle" durante el tiempo que duraron los encierros. Hania estaba en Gdansk y Dobrawa muy cerca, en su pueblo natal. Primero se mandaban ideas por email o por whatsapp, un método que ya habían usado antes. Más tarde, cuando se suavizaron las restricciones más duras, pudieron empezar a reunirse e improvisar juntas. "Como ya desde antes teníamos una fecha de entrega que teníamos que cumplir, trabajamos mucho y eso nos ayudó a evitar la depresión del confinamiento que sufrió tanta gente. Mi gira fue cancelada y pudimos enfocarnos solo en escribir música", cuenta Hania.

Según las dos, sin embargo, este no es un disco "pandémico". "No está realmente relacionado -continúa la pianista-. Nosotras vivimos la música de una manera más abstracta, no comentamos una realidad concreta. Pero en su día discutimos bastante sobre qué era lo que queríamos llevar a la gente. Siempre hay una emoción que quieres transmitir. Y pensamos que eran unos tiempos muy raros, que continúan todavía ahora. Porque aunque fuimos capaces de vencer al Covid, también había asuntos a nivel político en todas partes que no marchaban bien. Y por eso pensamos en algo muy sencillo, pero que siempre se necesita, que es esperanza y luz".

Esa esperanza y esa luz van y vienen en Inner Symphonies, el álbum que el dúo acaba de publicar y en el que esas "sinfonías interiores" van atravesando diversos estados de ánimo. "No queríamos hacer simplemente un disco alegre para animar a la gente -explica Hania-. Es algo que aprendimos estudiando música clásica: que para construir una historia tienes que enseñar todos los elementos, que en una narración importa el contexto. Y la realidad está llena de colores, no solo positivos". Todo ese recorrido del disco remata en un tema final, Spring ("Primavera") donde piano, cuerdas y coros transmiten aquel optimismo inicial que se proponían sus autoras.

Es posible, efectivamente, que haya casi más influencia política que pandemia en el álbum. El dúo no quiere hacer grandes disquisiciones ideológicas sobre el ultraconservador gobierno polaco y su pulso a los derechos más básicos y a la UE, pero sí que se reconocen "un poco avergonzadas". "En este país somos gente estupenda, pero tenemos un gobierno tan malo… -apunta Rani-. Yo diría que en general, en Polonia, no solo las grandes ciudades, sino también el campo, son más progresistas de lo que parece. Pero realmente tenemos muy mala suerte con la gente que nos gobierna. No solo los de ahora. Pero somos una nación bastante rebelde. Así que si algo va realmente mal, seremos capaces de protestar y luchar por nuestros valores".

En Polonia tenemos muy mala suerte con la gente que nos gobierna. Pero somos una nación bastante rebelde. Si algo va realmente mal, seremos capaces de protestar y luchar por nuestros valores"

Hania & Dobrawa tocarán en directo su nuevo álbum en La Nau de Barcelona y en el Auditorio Nacional de Madrid el 17 y 18 de diciembre, respectivamente. Un espacio contemporáneo y otro más tradicional para equilibrar esas dos pulsiones, esos dos ADNs, que laten en las dos instrumentistas. Aunque para ellas, como resume una Dobrawa siempre más conciliadora, "la música es una. Un solo arte de gran belleza en el que no debemos hacer distinciones sobre qué es mejor o qué está mal".