EL ESTUDIO DE REFERENCIA

Alamo Shock, el Abbey Road madrileño donde se producen los 'hits' que escuchan padres e hijos

Cuarenta kilómetros al sur de Madrid, el músico y productor Guille Mostaza comanda el estudio de grabación donde graban desde artistas consagrados como Christina Rosenvinge o Xoel López hasta Babi, la joven y pujante cantante que triunfa con su mezcla de pop y rap

Guille Mostaza es el propietario del estudio Alamo Shock, donde también ejerce como productor de talentos nuevos y veteranos.

Guille Mostaza es el propietario del estudio Alamo Shock, donde también ejerce como productor de talentos nuevos y veteranos. / Alba Vigaray

Álex Serrano

El Álamo es una localidad de casi diez mil habitantes al sureste de Madrid que cuenta con tantos bares de copas como centros de mayores. Uno de esos pueblos colindantes con la meseta manchega donde impera la calma y la vida discurre con escasos sobresaltos. No hay, a primera vista, nada que explique el goteo constante de jóvenes y no tan jóvenes grupos y artistas. Nuevos valores del hip hop y no tan nuevas luminarias del indie y el pop-rock que echan unas cañas en la plaza de la Constitución o pasan fugazmente pedaleando en bicicleta pero, sobre todo, que se acercan a una calle de chalets y casas bajas que linda con los campos que rodean el pueblo.

Es allí donde Guille Mostaza y Aitana Luis han establecido su hogar desde hace unos años, que es también el estudio de grabación Alamo Shock. En él han grabado tanto promesas del indie como Emilia, Pardo y Bazán o Auto Sacramental, como artistas en constante crecimiento como El Último Vecino o Soledad Vélez. Todos ellos y ellas han dejado atrás aquello de que los primeros discos sonaban mal siempre y se iba mejorando sobre la marcha.

A primera vista, la casa y el terreno exterior donde se asienta Alamo Shock no parecen muy distintos a cualquier casa de pueblo o de la Sierra madrileña de esas a las que han huido miles de urbanitas españoles como reacción a las semanas de confinamiento entre las cuatro paredes de un piso de alquiler en cualquier ciudad de tamaño medio o grande. Sin embargo, Guille y Aitana, pareja y socios, se adelantaron a todo esto hace unos años, y ahora regentan uno de los estudios de grabación predilectos de la escena musical española, hasta el punto de que hace tiempo que no tienen fechas de grabación libres hasta principios de 2022. Él, con varias décadas de carrera musical como frontman de la banda pop Ellos y su proyecto más reciente, Mostaza Gálvez; ella, fotógrafa con amplia experiencia en el sector de la restauración. Juntos se propusieron diseñar y construir lo que ellos consideraban como el espacio ideal para grabar un disco. A tenor de su apretado calendario, lo han conseguido.

Grabar como en casa

“La clave es que nadie eche de menos nada”, revela Mostaza. “Yo, que he alquilado muchos estudios, veo que este se puede convertir en un sitio donde te puedes sentir un poco solo, lejos de casa. La sensación que queremos aquí es que estés tranquilo y a gusto. Yo tengo la creencia absoluta de que la gente cuando está contenta trabaja mejor, lo tengo comprobado”, apunta.

En Alamo Shock hay tiempo para todo.

En Alamo Shock hay tiempo para todo. / Alba Vigaray

El que fuera líder y cantante de Ellos recuerda cómo aterrizaron en El Álamo en 2013. Guille Mostaza ya había consolidado una trayectoria como productor. Al alquilar estudios, se topaba de manera recurrente con espacios impersonales, fríos y con horarios poco flexibles. Surgió la idea de crear el estudio de grabación en el que a él le gustaría trabajar y ello pasaba necesariamente por abandonar Madrid capital. “Pusimos como objetivo un sitio al que no tardaras más de cuarenta minutos en llegar desde el centro, e hicimos una especie de radio alrededor de Madrid”, rememora. Así llegaron a El Álamo, donde nació la primera versión de Alamo Shock, en una casa alquilada. “Hicimos un estudio muy pequeño, muy precario, con un equipo muy básico, pero al final la gente empezó a llamar y la cosa comenzó a ir bien, hasta un punto en el que yo sentía que tenía que ofrecer algo más”, cuenta.

Desde entonces, decenas de artistas y grupos han pasado por un estudio que poco se parece a aquel primer experimento. Las actuales instalaciones de Alamo Shock acogen no solo un verdadero arsenal de instrumentos musicales y equipo de grabación analógico y digital, varias cabinas de grabación adornadas con unas sencillas pero acogedoras alfombras, un taller de reparación de instrumentos o un almacén. También cuentan con unas espaciosas estancias donde alojarse durante la grabación, una cafetería, una amplia cocina y un patio con una piscina de 50.000 litros con agua de manantial. Todo son facilidades para que lo importante sea la música. “Hay gente que cree en Jesucristo: yo creo en la música, y creo que hay que trabajar para ella, en pos de algo superior”, lanza Guille.

Hay gente que cree en Jesucristo: yo creo en la música, y creo que hay que trabajar para ella, en pos de algo superior”

“Normalmente el grupo o el artista llega entre las once y las doce, porque ponerte a cantar a las ocho de la mañana es una locura -cuenta Mostaza-. Aquí tenemos todo muy montado, no estamos tirando el cable dos horas. Puedes entrar por la puerta y ponerte a grabar en un minuto”. El músico y productor suele aprovechar también para tener una charla y conocer al grupo. “A la hora de comer les haces el traje y ya llegas a la tarde con las ideas claras sobre qué quiere esa persona y cómo es. Es todo muy psicológico”. El productor admite disfrutar con ese contacto personal: “hay gente que vive mucho la música, que te cuenta lo que significan para ellos las letras y cosas sí. Estas trabajando con sus secretos, con sus pasiones... es incluso un honor. Es emocionante”, confiesa.

Guille Mostaza, a los mandos en su estudio de grabación Alamo Shock.

Guille Mostaza, a los mandos en su estudio de grabación Alamo Shock. / Alba Vigaray

Cuando acaba la jornada de grabación, hay rato para unas cervezas en el pueblo, un baño en la piscina o un cine club casero. Una imagen bastante alejada de los excesos y extravagancias que se esperan del rock’n’roll way of life. “Todo el tema de las grabaciones llenas de alcohol y drogas es una fantasía”, aclara el productor. “Yo he estado en grabaciones así, y lo que pasa es que se alargan muchísimo y luego hay que corregirlo todo”, cuenta, “Para hacer un buen trabajo hay que estar centrado. La historia del Exile On Main Street de los Rolling Stones, con su grabación en una mansión francesa, ha hecho muchisímo daño, porque la gente se cree que grabar es así y, al final, viene, se la coge, está de resaca y después no puede trabajar”, concluye.

Menús ligeros e instalaciones siempre a punto y cómodas son la fórmula de Alamo Shock, un estudio donde el único exceso que se han permitido sus propietarios es contar con una amplia colección de guitarras, teclados, sintetizadores y demás equipo musical. “Esto es como ser politoxicómano: te gusta todo” confiesa entre risas Guille. El músico admite tener “un poco esa cosa de coleccionista. Me gusta que los instrumentos tengan su historia, que vengan de algún sitio. Conservo mi primer sintetizador, que compré en el 99 en una tienda en la que trabajaba, y lo uso mucho. Para mí, los instrumentos son un poco como personas: cuentan historias y tienen su carácter”.

El estudio alberga una enorme colección de instrumentos y de equipamiento para grabar.

El estudio alberga una enorme colección de instrumentos y de equipamiento para grabar. / Alba Vigaray

Sintonía con las jóvenes generaciones

Imbuidos en una verdadera fe, la música, Guille Mostaza y Aitana Luis han construido una catedral a su medida desde la que extienden la palabra y captan nuevos fieles. Mostaza incluso publicó un listado con 50 consejos para nuevos músicos que, cuenta, ha tenido mucha aceptación. No en vano, además de La Bien Querida, Coque Malla, Christina Rosenvinge, Joe Crepúsculo, Najwa Nimri o Xoel López, Alamo Shock ha abierto sus puertas a jóvenes artistas o grupos como Sara Socas, Babi, Almas de Destrucción Masiva o Cupido, entre muchos otros. Guille defiende que, aunque no comulgue personalmente con su estilo o sonido, casi todo el mundo tiene “algo que vale la pena” si su propuesta es sincera. Hasta ahora, solo se ha negado a producir un disco de fado, “porque es que no sé grabar un disco de fado”.

“La gente me llama a mí, yo no llamo nunca a nadie para ofrecer producirle, eso me parece muy agresivo. Y los artistas jóvenes me llaman mucho. Lo hablaba ayer con Aitana, que no sé por qué pero conecto muy bien con la gente a la que doblo la edad”, admite Guille.

Los artistas jóvenes me llaman mucho. Lo hablaba ayer con Aitana, que no sé por qué pero conecto muy bien con la gente a la que doblo la edad"

De entre todos los nuevos talentos que han pasado por Alamo Shock, Guille admite su debilidad por Babi. “Entró aquí con 18 años a grabar su primera canción y hoy mismo ha venido otra vez. Han pasado casi tres años”, recuerda. “Ha sido la artista que, contra todo pronóstico, se ha convertido en lo más grande que he hecho, porque venía con cero promoción y cero presupuesto”, subraya.

Babi tiene ahora 21 años. Suma más de 800.000 suscriptores en Youtube y cerca de un millón trescientos mil oyentes mensuales en Spotify. Sus canciones acumulan millones de reproducciones, marcadas por una voz aterciopelada que fluye entre el pop electrónico y el hip hop. Una primera escucha nos hace imaginar un mundo en el que Mai Meneses de Nena Daconte hubiese crecido escuchando a Missy Elliott y James Blake en vez de a los Beatles y Radiohead. Una segunda escucha atrapa irremisiblemente gracias a sus letras a bocajarro. Versos brillantes y cercanos que tratan de amor, desamor y oscuridades personales, con un cuidado trabajo de bases y samples. Uno de esos fenómenos que se han saltado los canales tradicionales de difusión y éxito para llegar a un público joven al que habla de tú a tú. Así lo atestiguan canciones redondas como Lo jodiste, Devuélvemelo o su reciente single, Cocaína.

Guille Mostaza detectó desde el primer momento el talento de esta joven madrileña de la que existen apenas un puñado de fotos y entrevistas en blogs dispersos por los buscadores web. El productor se muestra impresionado por la sinceridad de una propuesta que no tienen red de seguridad: “es ella, no aparenta ser otra cosa, y por eso entiendo que le haya ido tan bien. Para mi es la demostración de que si empiezas imitando, nunca vas a conseguir nada”.

Estos días Babi vuelve a habitar Alamo Shock para grabar canciones. La máquina no para. “Estoy siempre trabajando y no puedo ni ir a ver en directo a los grupos que produzco”, se lamenta Mostaza. Hasta enero del año que viene pasarán por El Álamo un buen puñado de músicos para grabar con Guille y Aitana, que se ha ido sumando al trabajo de producción y edición. “Preferimos trabajar mucho cobrando poco que cobrar mucho y trabajar poco. Luego sí que nos permitimos irnos de vacaciones por ahí y no hacer absolutamente nada, que nos lo den todo hecho”, cuenta él. Quizás alguno de esos artistas se convierta en la próxima Babi o en los nuevos Carolina Durante. Tras 25 años de carrera, Guille Mostaza conversa relajado y cercano, como solo hacen aquellos que hacen y dicen lo que quieren. “Siento que haciendo discos como los hago ahora mismo tengo más capacidad de hacer feliz a la gente y a mí mismo que cuando me subía a un escenario”, concluye. Suena el timbre. Empieza otra jornada de grabación.

Puedes escuchar una selección de trabajos de Guille Mostaza en Alamo Shock en este enlace de Spotify.

TEMAS