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La Ley Seca, o el error de intentar reprimir los deseos humanos solo con la legislación

El periodista Daniel Okrent investiga el origen y las consecuencias de la Ley Seca, una regulación en la que los intereses de ciertos colectivos pesaron más que el interés público y cuyos efectos pueden observarse, aún hoy, en la actual política prohibicionista sobre drogas.

Cola ante una tienda de licores con el reclamo de esa "última llamada" antes de que entrase en vigor la conocida como Ley Seca en 1920.

Cola ante una tienda de licores con el reclamo de esa "última llamada" antes de que entrase en vigor la conocida como Ley Seca en 1920. / Cortesía Ático de los libros / Daniel Okrent

Eduardo Bravo

El 16 de enero de 1920 entró en vigor la decimoctava enmienda a la Constitución de Estados Unidos. A partir de entonces, quedaba prohibida la "fabricación, venta o transportación de licores embriagadores dentro de Estados Unidos y de todos los territorios sometidos a su jurisdicción, así como su importación a los mismos o su exportación de ellos, con el propósito de usarlos como bebidas". En otras palabras, quedaba aprobada la conocida popularmente como Ley Seca que, según explica el periodista Daniel Okrent en El último trago. La verdadera historia de la Ley Seca (Ático de los libros), no fue ni tan rigurosa ni tan seca.

Habida cuenta de que no afectaba a aquel alcohol que estuviera en los domicilios antes de las doce de la noche de ese 16 de enero de 1920 y que, desde la aprobación de la enmienda hasta su entrada en vigor, transcurrió un año, los estadounidenses tuvieron tiempo suficiente para buscar soluciones a su previsible desabastecimiento alcohólico. Las familias más pudientes, entre las que se encontraban los Kennedy o artistas de Hollywood, construyeron bodegas en sus propiedades y las llenaron de más barriles y botellas de los que podrían consumir a lo largo de toda una vida.

Aquellos que no tenían tantos recursos emplearon esa moratoria para diseñar redes de transporte clandestino destinadas a introducir licor en el país o crear ingeniosos sistemas para destilar alcohol dentro de Estados Unidos. En Denver, por ejemplo, se abandonaban cadáveres de animales por las calles para que el hedor camuflase el persistente aroma de los alambiques ilegales. En Chicago, la solución para que las autoridades hicieran la vista gorda en los barrios que apestaban a licor fue más sencilla: sobornar a los policías que formaban parte del cuerpo creado especialmente para hacer cumplir la prohibición y cuyos salarios eran ridículamente bajos. En Nueva York, un estado que siempre se opuso a la Prohibición, no se aplicó la ley o se aplicó de forma muy laxa, sin apenas necesidad de recurrir a trucos o sobornos.

Camioneta camuflada para esconder bebidas alcohólicas durante la Prohibición.

Camioneta camuflada para esconder bebidas alcohólicas durante la Prohibición. / Cortesía Ático de los libros / Daniel Okrent

Por supuesto, también hubo situaciones menos amables, como esas de las que ha dado buena cuenta Hollywood en sus películas de gangsters. No obstante, Okrent echa una vez más por tierra la leyenda de personajes como Eliot Ness —del que cuenta que nada tuvo que ver con el procesamiento de Al Capone—, y los míticos roaring twenties (los "locos" o los "rugientes" años veinte).

"Los años veinte apenas susurraron, así que mucho menos rugieron", comenta a través de correo electrónico Okrent, quien señala que la principal consecuencia de la Ley Seca a largo plazo no fue precisamente la violencia, sino la modernización de muchos aspectos de la vida estadounidense: "Las rutas de distribución de alcohol ilegal se aplicaron a otros negocios, como el reparto de prensa. También se produjeron grandes avances en la tecnología de las lanchas rápidas, desde el momento en que el gobierno invirtió en ese tipo de embarcaciones para atrapar a los contrabandistas en alta mar y estos, a su vez, invirtieron en embarcaciones aún más rápidas para escapar. La Ley Seca también supuso el final del salón solo para hombres, la llegada del entretenimiento en vivo en los bares que dio lugar al cabaret y muchas otras transformaciones que liberalizaron las convenciones sociales estadounidenses".

De la templanza a la prohibición

Daniel Okrent The New York TimesLife Great Fortune: The Epic of Rockefeller Center El último trago. La verdadera historia de la Ley SecaManhattan Prohibición"

Durante cuatro años, Okrent investigó sobre la Ley Seca, cuyos orígenes se remontan a finales del siglo XIX y la aparición de los movimientos a favor de la Templanza. Estos grupos, en muchos casos formados exclusivamente por mujeres, buscaban fomentar un uso más racional del alcohol, producto que solía contribuir a casos de violencia, muchos de ellos contra mujeres y niños. Sin embargo, esa lucha por la moderación no tardó en transformarse en una carrera hacia la prohibición total, en la que participaron conjuntamente grupos de ideología muy diferente: desde sufragistas a miembros del Ku Klux Klan, pasando por fanáticos religiosos, militantes socialistas, anarquistas y políticos conservadores. "La enmienda de la Prohibición se trataba de una cosa y solo una cosa. Eso permitió que todos esos grupos pudieran dejar de lado sus diferencias. De hecho, las personas que organizaron la campaña tuvieron mucho cuidado de no vincularla a ningún otro tema", comenta Okrent.

Para lograr ese objetivo común, los movimientos prohibicionistas no solo hicieron extraños compañeros de cama, sino que se sirvieron de todo tipo de artimañas. Desde divulgar falsedades respecto a los nocivos efectos del alcohol hasta apoyar el voto femenino, únicamente porque las encuestas demostraban que las mujeres votarían en masa contra la venta de licor. En todo caso, ninguna de esas estrategias en pro de la prohibición fue tan deshonesta como la de alentar el odio racial contra los ciudadanos afroamericanos, a los que se acusaba de provocar disturbios y violentar a las mujeres blancas debido a su supuesta tendencia a la ebriedad que, según advertían los defensores de la prohibición, en ocasiones desembocaba en canibalismo.

Durante la Prohibición fue frecuente la destrucción de reservas de alcohol ilegal.

Durante la Prohibición fue frecuente la destrucción de reservas de alcohol ilegal. / Cortesía Ático de los libros / Daniel Okrent

Ese odio, esta vez en forma de xenofobia, también fue desplegado contra los fabricantes de cerveza, muchos de ellos alemanes y judíos europeos emigrados a Estados Unidos. Unos empresarios que, todo hay que decirlo, tampoco se quedaron con los brazos cruzados. En su batalla por defender su negocio, no dudaron en ganarse el apoyo de los medios de comunicación insertando publicidad en ellos, proporcionándoles artículos escritos por sus departamentos de comunicación en los que afirmaban que la cerveza tenía los mismos beneficios que la leche materna, creando sus propias cabeceras —sin que trascendiera su vínculo con la industria del alcohol— y, por supuesto, sobornando a destacados miembros del movimiento prohibicionista para que se retractasen públicamente de su opinión negativa hacia los licores.

Un New Deal bañado en licor

estrategia desarrollada por colectivos extremistas La Gran Depresiónimpuestos al alcohol sufragar la Guerra de Secesión

A pesar de ello, los grupos de fanáticos no cejaron en su lucha por imponer su reaccionaria filosofía de vida al resto de la población. Descartada la lucha contra el alcohol, esos colectivos centraron sus esfuerzos en la defensa de la moral a través del Código Hays de las películas de Hollywood, los boicots a los tebeos que no formasen parte de la censora Comic Code Authority, la prohibición de enseñar las teorías de la evolución en algunas escuelas públicas, la denuncia por obscenidad de obras como el Ulises de Joyce y Aullido de Ginsberg o, ya en los años 80, la obligación de etiquetar los discos de rap o de Frank Zappa con la advertencia "Atención, padres: letras explícitas". Toda una paradoja para la autodenominada "tierra de la libertad".

"La pasión religiosa es una fuerza poderosa, pero no todopoderosa: la Prohibición terminó, Ulises y Aullido fueron declarados legales, la inmensa mayoría de las escuelas públicas enseñan a Darwin. Incluso la etiqueta de 'Atención, padres' no fue más que un sacrificio modesto, ya que los discos estaban y todavía están disponibles. Estas batallas sobre la llamada “moralidad pública” se remontan a principios del siglo XIX y surgen repetidamente a lo largo de la historia de Estados Unidos, pero, en general, nuestra sociedad se ha vuelto más tolerante hacia la libertad de expresión", explica Okrent que, después de estudiar a fondo la Ley Seca, tiene una opinión cualificada sobre la utilidad de la actual política prohibicionista sobre drogas impulsada por Estados Unidos en todo el mundo. "Las prohibiciones actuales de drogas se están desmoronando. La marihuana para uso recreativo es ahora legal en dieciocho de nuestros cincuenta estados y ha sido despenalizada en trece más. La lección de la Prohibición es que no se puede reprimir con éxito el deseo humano mediante la legislación. Si una persona desea mucho algo y su adquisición no daña inmediatamente a nadie más, encontrará la manera de conseguirlo".

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