ESTAMPA

¿Para qué sirve una feria de arte?

Por segunda vez este año y debido a los confinamientos del año pasado, la feria de arte Estampa vuelve a celebrarse este fin de semana. Una buena oportunidad para reflexionar sobre el sentido de un calendario ferial del arte en Madrid -y en el mundo- que tiende al exceso.

Galeristas y coleccionistas en una de las anteriores ediciones de Estampa.

Galeristas y coleccionistas en una de las anteriores ediciones de Estampa. / ESTAMPA

Joaquín Jesús Sánchez

Ayer se inauguró en el recinto ferial de Ifema la 29ª edición de Estampa, la feria de arte más importante de cuantas se dirigen al coleccionista nacional. Tiene lugar apenas seis meses después de su última celebración, a comienzos de abril de este año. Tras los cierres provocados de la pandemia, asistimos a una sucesión de eventos artístico-comerciales que, si antes podrían parecer excesivos, ahora nos resultan extenuantes. En la misma línea, ARCO, la cita más destacada de nuestro panorama para el público internacional, regresará en su fecha habitual de febrero tras la edición de desagravio convocada el pasado julio.

Es preciso aclarar que ni ARCO ni Estampa vienen solas: una miríada de propuestas alternativas con diversas justificaciones (contra el mercado, a favor de otro mercado, etcétera) aprovechan la oportunidad para intentar atraer público a sus stands. Baste apuntar que en torno a ARCO se celebran un mínimo de cinco ferias más modestas (Drawing Room, Flecha, Just Mad, Art Madrid, Hybrid) y un número indeterminado, pero mayor, de eventos "alternativos". Conviene preguntarse a qué obedece esta inflación y, para ello, hay que empezar con la pregunta capital: ¿para qué sirve una feria?

Los diferentes espacios de las galerías que participan en Estampa, dispuestos en uno de los pabellones de Ifema.

Los diferentes espacios de las galerías que participan en Estampa, dispuestos en uno de los pabellones de Ifema. / ESTAMPA

Hagamos una aclaración: las ferias no son "el arte", sino "el mercado del arte". Es decir, lugares donde se ofrece un producto con la intención de venderlo. Por supuesto, también son una ocasión de encuentro para los distintos actores de este ecosistema, al igual que, para los profesionales del ramo, lo son las ferias de la seguridad o de la climatización, que suelen celebrarse en Ifema por las mismas fechas. Marta Pérez Ibáñez, especialista en mercado del arte y actual presidenta del Instituto de Arte Contemporáneo (IAC), apunta en este sentido: "Una feria, aunque tiene un importante componente comercial, no solo sirve para vender. Hay una enorme actividad de networking: intercambio de impresiones entre galeristas, coleccionistas, artistas, instituciones, gestación de nuevos proyectos, análisis de tendencias, apertura a nuevos medios y canales. Quedarse solo en la venta es quedarse en la superficie". En su opinión, "es raro encontrar un o una galerista que espere hacerse rico con su negocio, al menos en España. Esta es una profesión de compromiso con el arte, con los artistas, con el fomento de la cultura contemporánea. Participar en una feria implica dar a conocer a los artistas que se representa y que el éxito lo tengan ellos y ellas, que el prestigio le llegue a los artistas".

Las galerías necesitan vender

Aunque el "enriquecimiento" quede descartado, indudablemente las galerías de arte son un negocio y los distintos profesionales del sector necesitan que el mercado funcione para poder sobrevivir, porque el prestigio -último hallazgo del capitalismo simbólico- no paga las facturas. Además, asistir a ferias conlleva unos gastos para nada despreciables: el pago por metro cuadrado de stand, el transporte de las obras, el salario de los montadores, dietas, hoteles y horas extras por las jornadas maratonianas de esos días. "Las galerías necesitan vender por lo menos para cubrir los gastos que genera su asistencia. Puede ocurrir que las primeras veces no vendan porque tienen que darse a conocer, así que al menos ganarán visibilidad y algún contacto. Depende de la feria que sea, el 'hay que estar' es importante", afirma Elisa Hernando, CEO de Arte Global, una asesoría dedicada al coleccionismo.

Preguntado por este periódico, Joaquín García Martín, exdirector de la galería Helga de Alvear y propietario hasta su reciente cierre -tras diez años de actividad- de García Galería, uno de los proyectos más sólidos e interesantes del panorama galerístico nacional, no es tan entusiasta: "Las ferias están evidentemente en crisis y citas como los Gallery Weekends [inauguración de nuevas exposiciones de manera coordinada para atraer al público nacional y extranjero durante un fin de semana] están al alza. Creo que la pregunta sería más bien el porqué de ambas cosas. Las ferias no están proporcionando lo que prometían, o lo que proporcionaron un tiempo, pero en cualquier caso las galerías siguen acudiendo. Me temo que es porque todavía nadie se atreve a decir que el emperador está desnudo. Mientras tanto parece que es más fácil reunir a coleccionistas, comisarios, prensa y público para un evento conjunto en los espacios habituales. Con lo que eso significa de ahorro de costes, mejora de la oferta y facilidad organizativa… O sea, que una cosa sí podría sustituir a la otra, pero no me parece que la mentalidad de trabajo esté ya preparada para ese cambio".

Poco coleccionista para tanta feria

Como decíamos, en el arte, el cliente es el coleccionista y en España son más bien escasos. Por tanto, una situación de mucha oferta y poquísima demanda generará problemas evidentes. García, que ha asistido como galerista a las ferias internacionales más importantes, tiene una opinión clara al respecto: "No, no hay coleccionista para tanta feria, y menos en España. Al principio parecía una buena idea lo de hacer un Liste [propuesta alternativa] al lado de cada Basilea [feria de primerísimo nivel]. Era una forma de poner a mano del coleccionista una opción más fresca, más joven o, al menos, otra. Pero claro, no es lo mismo hacer dos selecciones de todas las galerías del mundo que hacer dos grupos con las pocas que tienes… La razón última de una feria es la selección y cuantas más ferias tengas, obviamente, menos criba podrás hacer". La experiencia le dice que "es cierto que el circuito artístico es, en realidad, muchos circuitos, y que hay muchas prácticas y es estupendo que todas tengan visibilidad. Pero cuantas más ferias haya menor será la calidad de lo presentado. Además, el participar en una feria, en la que sea, se ha convertido casi en una obligación. Me parece a mí que sí, que vamos a ver mucha feria con muy poco interés. O lo que es peor: habrá mucha feria de la que nunca llegaremos ni a oír hablar…".

Asistentes a una de las anteriores ediciones de Estampa.

Asistentes a una de las anteriores ediciones de Estampa. / ESTAMPA

Si lo que antes solo se hacía en ferias ahora puede hacerse en los cada vez más habituales Gallery Weekend mientras en paralelo se incrementa, a causa de los confinamientos, la adquisición de obra y la realización de «encuentros» a través de internet, ¿qué futuro espera al modelo ferial? De una parte, parece lógico que las empresas que las organizan tengan interés en recuperar el tiempo -y el dinero- perdido con la maratón de convocatorias en que estamos inmersos. Siempre que haya galerías dispuestas a pagar su plaza -sea porque les sale rentable, sea porque "tienen que estar"- seguirá habiendo ferias tal y como las conocemos; y es de esperar que estas mismas empresas hagan todo lo posible por mantener su negocio.

Elisa Hernando cree que nos encaminamos a "un modelo híbrido presencial y online, sobre todo para poder llegar a nuevos públicos que no van a desplazarse como antes". A juicio de Pérez Ibáñez, "todas las crisis sirven para reflexionar y esta nos tiene que llevar a buscar modelos más sostenibles, más éticos, más justos con los eslabones más frágiles de la cadena; y no sólo en el ámbito de las ferias de arte sino en todo el mercado, en toda nuestra actividad productiva, comercial, de consumo". García apunta hacia un horizonte novedoso: "Vamos hacia el evento social. En Londres lo vieron claro: un amigo, artista internacionalmente muy bien situado en la época en que la feria empezó a despegar me dijo que era la nueva Semana de la moda. Y tenía toda la razón". El tiempo lo dirá.

Geometría 'naive' y piezas encaladas

Las ferias son, por definición, un batiburrillo difícil de valorar con los criterios que suele manejar la crítica: el ojo se satura rapidísimamente y la procesión de saludos, presentaciones y corrillos desconciertan al visitante más cartesiano. Estampa es una plaza bipolar. Dos tercios de la feria son lo esperable de una cita de esta naturaleza. La porción restante (convenientemente aislada de la anterior) va de lo conservador al revival, del cliché a lo reaccionario.

En una inauguración discretamente concurrida, pudo verse algunas obras de calidad. Por ejemplo, las sobresalientes esculturas de Álvaro Albaladejo en la galería ArtNueve, donde ornamentos cotidianos adquieren una autonomía formal y cálida (la madera cruda es sorprendentemente atractiva). En el mismo stand, Sergio Porlán experimenta en un formato pictórico poco habitual en su trabajo, con un resultado destacable.

Sorprende el trabajo de Juande Jarillo que se expone en etHall y la Junta de vecinos de Alejandro Leonhart en el stand de L21: una colección de descascarillados de pintura de color dispuestos contra una pared blanca. Además, son elogiables las geometrías naives de Sabine Finkenauer, exhibidas en galería Trinta, y las piezas encaladas de Antonio Ruiz Montesinos (que remedan la estética del confort que fue tan popular en el boom urbanístico de la Costa del Sol) en la galería Isabel Hurley. Para terminar, destacar la pintura concienzuda de Josep Fiol, que expone en su galería mallorquina, Fran Reus.

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