ARTE

El alma de Jaume Plensa emerge en las aguas del Hudson

El artista catalán inaugura en Nueva Jersey 'Water's soul', una de sus enormes esculturas con la que llama a la reflexión

Jaume Plensa, en Nueva Jersey, delante de su escultura ’Water’s soul'.

Jaume Plensa, en Nueva Jersey, delante de su escultura ’Water’s soul'. / IDOYA NOAIN

Idoya Noain

Durante mucho tiempo la ciudad de Nueva York pareció querer olvidar que era una isla. Dejó la costa de Brooklyn a las industrias, la del este de Manhattan junto al East River a esas torres marrones impersonales que acogen las viviendas de protección oficial que son los projects, y la ribera oeste, junto al estuario del Hudson, a la decadencia y el abandono. Hace unas décadas, no obstante, autoridades y promotores inmobiliarios decidieron finalmente dejar de mirar solo al interior y volcaron buena parte de su desarrollo junto al agua. En Brooklyn, en Manhattan y también en la vecina Nueva Jersey empezaron a florecer parques, paseos y bosques de grandes torres de viviendas de cristal que han transformado y siguen cambiando no solo el paisaje sino la vida urbana. Ahora, una obra de Jaume Plensa se ancla y echa raíces aquí.

La pieza, que oficialmente se inaugura el jueves, es Water’s Soul, El alma del agua, una imponente escultura de 22 metros de altura. Representa una cara juvenil, con los ojos cerrados, el pelo recogido en un moño y un dedo llevado a los labios llamando, según explica el propio Plensa, a la reflexión. Son 30 toneladas de fibra de vidrio estructural con resina y polvo de mármol, óxido de calcio que logra "el blanco más puro". Está instalada en un muelle del barrio de Newport, en Jersey City, justo delante de Ellipse, uno de esos rascacielos que han redescubierto el agua como epítome del lujo y que disfrutan, como la escultura ahora, de vistas privilegiadas del oeste de Manhattan. Y fue un encargo de las familias LeFrak y Simon, los promotores que han desarrollado esta comunidad, pero ahora ya es patrimonio ciudadano.

La escultura 'El alma del agua' de Jaume Plensa.

La escultura 'El alma del agua' de Jaume Plensa. / EFE / JUSTIN LANE

Exploraciones y obsesiones

La obra se mueve en las vías filosóficas que recorren las creaciones de Plensa. Ayuda a adentrarse, por ejemplo, en su exploración de las dimensiones del espacio público. Y el propio artista lo explica en una soleada y fresca mañana, sentado en un banco de madera a los pies de la escultura, mientras los operarios trabajan contrarreloj para tener todo listo para la inauguración. “Es una pieza fascinante porque tiene este enigma de esta intimidad”, asegura. “Desde hace muchos años estoy buscando dar intimidad al espacio público, que cada uno que llegue aquí imagine su interior y piense y reflexione sobre este silencio que pide la escultura”.

La pieza conecta también con otra “obsesión” que siempre ha tenido Plensa, alguien marcado por el Mediterráneo: el agua. Y la conexión esta vez va más allá de que haya conseguido, como intenta a menudo, instalar su obra al borde del agua. El artista, por ejemplo, referencia a los Lenape, el pueblo originario de esta región, con los que dice identificarse. “Ellos creían que todas las cosas tenían alma y yo creo que el agua tiene un alma especial”.

En un momento en que hay tal cantidad de información, esta pieza también está pidiendo este silencio personal a todos nosotros para escuchar

El agua de los clásicos

“Un río es tal vez la mejor descripción del concepto de agua de los clásicos, que decían que el mismo agua nunca puede ser vista dos veces porque es la idea o la imagen del movimiento perpetuo”, prosigue. “Creo que esto es interesantísimo, sobre todo en una época como la actual, en la que la naturaleza está un poquito tocada porque nos hemos excedido. Sé que hay otras cosas muy importantes en la vida, pero en mis obras intento hablar de preguntas muy profundas y eternas y yo creo que el agua es eterna, es una de las grandes preguntas”.

Los tres elementos, la llamada a la reflexión, el espacio público y el agua, se combinan en la intención de Water’s Soul, según relata también Plensa. “En un momento en que hay tal cantidad de información, en que el ruido mediático es tan enorme que nos invade la mente, esta pieza también está pidiendo este silencio personal a todos nosotros para escuchar”, dice. “Y está este sonido poético del agua, esta voz profunda que nos llega de esta cosa que no podemos controlar, que no es nuestra, que nos pertenece a todos. Y yo siempre hablo del agua como un espacio público extraordinario. Nos une de verdad de todos. Ese es el gran vínculo con todas las cosas. Y pedir silencio creo que es fundamental porque es un silencio poético, no es un silencio autoritario”.

Un largo viaje

El viaje de Water’s Soul hasta este muelle no ha sido fácil. Estuvo, como todo, postergado por retrasos impuestos por la pandemia, pero finalmente en agosto pudieron llegar los contenedores con las piezas y la obra se montó con Plensa siguiendo el proceso por videoconferencias y zoom. Tras viajar a la inauguración de otra instalación en Londres y pasar también por Grand Rapids, en Michigan, donde a finales de noviembre instalará 'Utopía', otra obra colosal de 300 toneladas, el artista llegó el miércoles pasado a Nueva York, y ahora ve cada día su obra, en persona o desde la ventana de su hotel en Manhattan.

Algunas reacciones iniciales a la pieza indican que no todo el mundo entiende los mensajes del artista y desde el tabloide New York Post hasta algunos medios locales de Nueva Jersey la han leído como un mensaje a Nueva York para que calle. Ni a ellos ni a los críticos en Twitter Plensa les presta atención y está convencido, además, de que la obra tendrá su propia evolución.

El arte en el espacio público siempre me ha fascinado porque es muy salvaje, ha de sobrevivir por él mismo, no hay contexto que lo proteja”, explica diferenciándolo, por ejemplo, de la exposición en una galería (como la que inaugura en Nueva York en Lelong el día 29) o en un museo. “Mirando para atrás muchas de las obras que he hecho se han ido asentando, asentando, asentando y acaban siendo iconos del lugar muy, muy potentes”.

“Muchas veces cuando instalas en el espacio público siempre hay bromas, críticas, gente que dice ‘mira cómo se gastan el dinero faltando otras cosas en la sociedad’, pero al cabo de un tiempo las obras se van asentando”, continúa. “Es como plantar un árbol en un jardín que es pequeñín y poco a poco va creciendo y se siente vivo. Esta pieza el jueves dejará de ser mía y será de todos”, concluye. “Entonces ya serán los demás que irán creando toda la historia de esta escultura”.