TEATRO

Los Gondra, una historia de violencia vasca y familiar

Con el cierre de su trilogía sobre la evolución de su familia, marcada por los diferentes conflictos que han desgarrado Euskadi, el dramaturgo Borja Ortiz de Gondra clausura un trabajo sobre el perdón y la memoria con ambición universal.

Borja Ortiz de Gondra, autor de 'Los últimos Gondra (memorias vascas)'

Borja Ortiz de Gondra, autor de 'Los últimos Gondra (memorias vascas)' / Luz Soria - CDN

Natalia Erice

Historia, perdón, memoria” son las tres contundentes palabras que emplea Borja Ortiz de Gondra para definir cada una de las tres partes que forman su trilogía sobre Los Gondra. Una familia vasca -la suya propia-, pero con ingredientes que trascienden fronteras y que podrían estimular la reflexión en cualquier sociedad. De hecho, sus dos primeras partes Los Gondra (una historia vasca) y Los otros Gondra (un relato vasco) ya han sido traducidas a diferentes idiomas y han girado por otros países. La trilogía se cierra con la obra recién estrenada en el Teatro Valle Inclán, Los últimos Gondra (memorias vascas). “Allá donde haya una sociedad corroída por la violencia pueden entender esta obra. Lo que estamos construyendo es algo muy universal”, dice el autor, galardonado con un premio Max y un Lope de Vega por el primero de los textos de esta saga, y que ha sido dos veces finalista del Premio Nacional de Literatura Dramática.

En Ortiz de Gondra hay una necesidad de desahogo, a través del arte, del peso trágico que arrastra la sociedad vasca, de los durísimos años de plomo, del enfrentamiento que ha dividido a amigos y familia. Síntomas que han tenido en la literatura potentes reflejos como Patria, la novela de Aramburu, publicada el mismo año que nació el proyecto Gondra. Si en la primera entrega se remonta al siglo XIX, al convulso periodo de las guerras carlistas, para explicar la historia de su familia, en la segunda toma como punto de partida un secreto conflicto entre dos Gondra, que tuvo lugar en los años 80, para reflexionar sobre el pasado reciente y el pico de violencia que atenazó a la sociedad vasca. En la última, en cambio, el autor imagina su propia muerte y el futuro que construirán las generaciones que le sigan: “La segunda obra, Los otros Gondra, acababa diciendo que me hubiera gustado tanto tener un hijo y que hubiera heredado esta casa. Por eso, en esta última planteo la existencia de dos hijos gemelos de los que no sabía nada: Iker, un activista que pronto saldrá de la cárcel reivindicando la lucha política, y Eneko, un escultor que vive en el extranjero ajeno a pasados heredados”.

En esta última entrega, el autor imagina su propia muerte y el futuro que construirán las generaciones que le sigan

Como en cada una de sus obras, hay una pregunta que late de fondo: ¿Qué harán las nuevas generaciones con el legado que les dejamos? “Siempre digo que un autor plantea preguntas pero no tiene las respuestas. Lo que sí sé es que la obra que estrenamos responde al momento actual del País Vasco, con una juventud que ha vivido de otra manera, sin el peso de la violencia, y de la que nacerá una sociedad distinta”, añade el autor, no el actor. Porque Ortiz de Gondra se incluye como intérprete en cada una de las obras, como queriendo subrayar lo que tienen de ejercicio de autoficción. “Necesito ser otro en mi propio nombre. Y nunca cuento qué es verdad y qué no lo es, porque al espectador no le importa”. Así, inevitablemente, genera más ganas de saber qué secretos son ciertos de los muchos que encierra esta saga. ¿Por qué escondían los abuelos una cesta de pelotari rota en un armario que había venido de Cuba en el siglo XIX? ¿Por qué nadie quiso hablar de la carta recibida en 1985? ¿Qué había pasado realmente la noche del 12 de mayo de 1874 en el caserío Gondra entre los dos hermanos?

Una intimidad que no se desvela

El misterio guía la acción desde el origen, no sólo de las tramas que se despliegan en escena sino también del magma que hay detrás. El autor es muy celoso de su intimidad familiar, hasta el punto de que no le ha enseñado fotos de su familia a ningún miembro del equipo, incluida la actriz Cecilia Solaguren, que entró en el proyecto desde el inicio aportando su gran variedad de registros, desde el teatro más comprometido de Animalario a comedias como Los Mojigatos, que protagoniza junto a Gabino Diego. “Yo me inspiro en lo que ha escrito Borja, el proceso de escritura tiene que ver con su historia y secretos, pero lo que él ha creado es una realidad teatral”. Para Solaguren, cuya infancia y juventud transcurrió en Basauri en los años más calientes del conflicto vasco, “es una oportunidad única trabajar en una historia que tenga tanto que ver con la vida propia”.

La actriz, el dramaturgo bilbaíno y el director barcelonés Josep Maria Mestres son las tres patas fundamentales del proyecto, de estos tres episodios que el CDN programa en paralelo hasta el 21 de noviembre. Ortiz de Gondra estrenó originalmente las dos primeras partes en 2017 y 2019, y las ha convertido también en novela con la reciente publicación de Nunca serás un verdadero Gondra (Literatura Random House). “Hay un vasto universo de los Gondra con planetas distintos cuyas órbitas a veces se encuentran”, dice para explicar que se trata de obras concebidas para verse de forma independiente. “Cada una tiene sentido en sí misma, pero verlas todas es una experiencia única, como pasa con las series”, añade Mestres, fundador de la compañía Kràmpack y del Aula de Teatro de la Universidad Pompeu Fabra. Aquí dirige a diferentes generaciones de actores, desde veteranos de lujo como Sonsoles Benedicto, Joaquín Notario o Pepa Pedroche a jóvenes fichajes entre los que predomina la cantera vasca, que representan Lander Otaola o Ylenia Baglietto.

Ortiz de Gondra (a la dcha. de la imagen), con el elenco de su obra.

Ortiz de Gondra (a la dcha. de la imagen), con el elenco de su obra. / Luz Soria - CDN

Todos ellos forman ya una familia casi real dentro y fuera del escenario, con unos códigos comunes adoptados a lo largo del lustro transcurrido desde el origen del proyecto. “Lo interesante de este proceso ha sido la evolución -señala Mestres-. El grueso de actores se mantiene desde la primera parte y el hecho de ser familia nos lleva a algo muy emocional, nos preguntamos ¿cómo podemos vivir juntos y con nosotros mismos?”.

Mestres destaca también la ambientación musical, que corre a cargo del compositor y músico de jazz Iñaki Salvador y que rescata canciones vascas que forman parte del acervo cultural de esta tierra. “La obra tiene algo luminoso y pacificador. Es lo que tiene la cultura, que ayuda a higienizarnos interiormente”, dice. Este halo de luz, que se abre paso entre tanto rencor, culpa y odio acumulado, es el que se proyecta en el futuro de Euskadi y con el que la actriz se muestra realista: “Hoy en día están menos enconadas las cosas, pero sigue habiendo bandos y maneras muy diferentes de pensar. Lo importante es que cada cual mantenga viva su memoria y que, a la vez, podamos convivir juntos”.