MULTITUDINARIA DESPEDIDA

El último viaje de Vicente Blasco Ibáñez: los cinco años entre su muerte y el traslado de sus restos

Cinco años transcurrieron entre la muerte del escritor y el traslado de sus restos a València, donde recibió sepultura en el año 1933

El último viaje de Vicente Blasco Ibáñez | CULTURAL.VALENCIA.ES

El último viaje de Vicente Blasco Ibáñez | CULTURAL.VALENCIA.ES / CULTURAL.VALENCIA.ES

Xavier Oms

El sábado 28 de enero de 1928 a las nueve de la mañana se recibió en la redacción del diario El Pueblo el siguiente despacho: "Azzati-Valencia. Te comunico que mi padre ha fallecido esta madrugada a las tres. Consternadísimos. Abrazos. Sigfrido". Pocas veces la noticia de una defunción ha causado tanta conmoción en València. Cinco años después, el 29 de octubre de 1933, esa conmoción se hizo patente en la multitudinaria manifestación popular -unas 300.000 personas, según la prensa - recibiendo los restos de Vicente Blasco Ibáñez.

Hacía apenas un mes que había regresado a su villa de Fontana Rosa en Menton procedente de París, para reponerse de una gripe, pero en pocos días la enfermedad se fue complicando hasta terminar en una bronconeumonía que unida a los problemas crónicos que arrastraba le llevaron al fatal desenlace. En el momento del óbito estaban presentes sus hijos Mario y Sigfrido, su segunda esposa, Elena Ortúzar, Fernando Llorca, gerente de la Editorial Prometeo, y su secretario particular, Gabriel García Azorini, con los que horas antes había estado comentando su proyecto de nueva novela «La juventud del mundo».

El último viaje de Vicente Blasco Ibáñez.

El último viaje de Vicente Blasco Ibáñez.. / CULTURAL.VALENCIA.ES

A pesar del interés que mostró un colectivo de escritores y periodistas de enterrar al escritor en tierra Valenciana, Félix Azzati les comunicó, siguiendo los deseos del mismo Blasco, no ser enterrado en su ciudad natal hasta que las condiciones políticas y sociales del momento -Dictadura de Primo de Rivera- no cambiaran. Según el diario El Pueblo, «se le sacó una mascarilla por el mismo escultor que hizo la de Dostoyevski y también una reproducción de su mano derecha». Su cadáver fue envuelto en una senyera de València y en su féretro se depositaron unos puñados de tierra de la huerta valenciana. La capilla ardiente se instaló en su biblioteca y finalmente fue enterrado en el cementerio de Mentón.

Difícil es deslindar el Blasco político del escritor y bien es cierto que provocaba tanto amor como odio, pero la unanimidad que no consiguió en su partido, la tuvo sin lugar a duda a su fallecimiento con las muestras de cariño y reconocimiento que recibió, no sólo a nivel local sino también nacional y del extranjero.

El último viaje de Vicente Blasco Ibáñez | ARCHIVO DIPUTACIÓN DE VALENCIA-LEVANTE-EMV

El último viaje de Vicente Blasco Ibáñez. / ARCHIVO DIPUTACIÓN DE VALENCIA-LEVANTE-EMV

Aunque también tuvo sus excepciones. Preguntada su opinión sobre Blasco Ibáñez a Ramón María del Valle Inclán, éste afirmó que nunca había leído a Blasco Ibáñez, quitando de algunos fragmentos de «La Barraca» publicados en un folletín, «lo suficiente para darme cuenta». Y a la pregunta de qué se había dado cuenta, ésta fue su respuesta: «No hablemos más de eso. Es más, yo les diría a ustedes que Blasco no se ha muerto. Esto, señores, es un reclamo. Creo que eso sí lo hacía muy bien».

Menos esperpénticas fueron las palabras de Pío Baroja, aunque tampoco, nada laudatorias: «Las novelas de Blasco Ibáñez, como gustarme, no me gustan … lo de Blasco es una cosa superficial, algo así como un reportaje muy brillante. Pero esto para mí tiene escaso interés».

Pero las condiciones políticas cambiaron el 14 de abril de 1931, y la maquinaria para traer los restos de Vicente Blasco a València se puso en marcha; el 29 de octubre de 1933 atracaba en el muelle de poniente del puerto de València, el acorazado Jaime I con el féretro que contenía los restos de Blasco, escoltado por los destructores «Alcalá Galiano», «Churruca» y el destructor francés «Casard», haciéndoles el pasillo dos filas de barcas de la Pesca del Bou. Una gran muchedumbre abarrotaba el puerto. En la tribuna de autoridades, el Presidente de la República don Niceto Alcalá Zamora, acompañado del alcalde accidental de València, don Manuel Gisbert, el President de la Generalitat Catalana, Francesc Macià, ministros, otras autoridades locales y la viuda e hijos de Blasco.

A las diez treinta el féretro descendía lentamente entre los aplausos de la gente, los estampidos de las salvas de ordenanza, los acordes del Himno de Riego, el rugido de los motores de una escuadra de aviones y el aleteo de miles de palomas puestas en libertad. Una vez en tierra, veinte marineros de la Unión de Pescadores del Grau se hicieron cargo del féretro, iniciándose la comitiva que lo conduciría hasta la Lonja, donde el féretro con sus restos estaría expuesto al público hasta el cinco de noviembre.

Tras recorrer la Avenida de los Aliados -actual Avenida del Puerto-, la comitiva oficial se organizó en el Puente de Aragón frente a la Avenida Marqués del Turia; allí los recibió una Batería de Artillería, una Compañía de Infantería y un Escuadrón de Caballería que le rindió honores de Capitán General con mando en plaza. Cada media hora, hasta que la comitiva llegó a la Lonja la artillería estuvo disparando salvas en la Ciudadela mientras una escuadrilla de aviones evolucionaba en el cielo, las bandas de música interpretaban a su paso y tanto en la calle como en los balcones se agolpaba la gente. Navarro Reverter, Colón, Xàtiva, Nicolás Salmerón -hoy Marqués de Sotelo-, plaza de Emilio Castelar -actual del Ayuntamiento- dónde oficialmente se despidió el duelo, Pablo Iglesias -hoy María Cristina- y finalmente la Lonja, donde durante una semana estuvo expuesto a la ciudadanía el féretro de Vicente Blasco.

El último viaje de Vicente Blasco Ibáñez

El último viaje de Vicente Blasco Ibáñez. / ARCHIVO DIPUTACIÓN DE VALENCIA-LEVANTE-EMV

A las diez de la mañana del domingo 5 de noviembre, partió de la Lonja la comitiva portando el féretro de Blasco Ibáñez por la Avenida Pablo Iglesias, pasando por delante del Ateneo, Barcas y Don Juan de Austria. Se detuvo el cortejo delante de la redacción del diario El Pueblo. Aplausos y vítores primero y luego profundo silencio, mientras desde la sede de Unión Radio sonaba la Marcha Fúnebre de Chopin. Continuó la comitiva por Colón y Xàtiva para por Jesús llegar hasta el Cementerio General, donde recibió sepultura.

El 28 de enero de 1935, se colocó la primera piedra de lo que tenía que ser un Mausoleo a Blasco Ibáñez encargado por el Ayuntamiento de València al arquitecto Javier Goerlich. Por su parte, Mariano Benlliure, dos meses después, tenía finalizado el sarcófago -en realidad un cenotafio- que debía presidir el monumento funerario. El estallido de la Guerra Civil paralizó las obras. Finalizada la guerra, el mausoleo fue derribado y la cripta cegada. Hoy sobre este terreno se hallan las instalaciones del Crematorio Municipal.