REINSERCIÓN

"Mi hijo recayó en la droga en la cárcel. Abandonan a quien sufre trastornos mentales y adicciones"

Una familia de Girona relata la historia de su hijo, con un trastorno de personalidad, que permaneció en aislamiento gran parte de su condena y cuya enfermedad no fue tratada

El centro penitenciario Quatre Camins, en la Roca del Vallès.

El centro penitenciario Quatre Camins, en la Roca del Vallès. / JOSEP GARCÍA

Beatriz Pérez

Estar en la cárcel no ha ayudado al hijo de Pilar y Jordi a reinsertarse en la sociedad. No solo eso, sino que Pau, de 30 años, volvió a caer en las drogas estando preso y, una vez salió en libertad después de tres años y medio de condena, ha vuelto a delinquir. 

El pasado lunes, Pau se volvió a ir de casa. Sus padres lo cuentan con resignación. Ni Pilar, ni Jordi, ni Pau son nombres reales. Lo que sí es real es la historia de esta familia, vecina de Girona, que cuenta, bajo anonimato, el drama de un hijo con un trastorno mental y con adicciones, y a quien la prisión abandonó a su suerte y mantuvo durante largo tiempo en régimen de aislamiento.

Pau empezó a consumir drogas (primero, porros) en la adolescencia. Nunca acabó los estudios y, en torno a la veintena, comenzó con "pequeños hurtos", cuenta su madre. También pasó a consumir drogas "más duras", como cocaína o crack. Sobre él siempre había existido la duda de sufrir una enfermedad mental, pero fue diagnosticado de un trastorno de personalidad hasta entrar en prisión. Ahora esta familia forma parte de la Associació de Familiars d'Afectats per Trastorns de Conducta (Afatrac).

"Nunca aguantaba los trabajos, los dejaba todos. Esta mala vida le abrió la posibilidad de delinquir, de obtener las cosas rápido... Y hace cinco años entró en prisión", cuenta Pilar. Estuvo en ella tres años y medio, hasta 2020. Fue precisamente en la cárcel donde le diagnosticaron un trastorno de personalidad y un trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH). Primero ingresó en el centro penitenciario Puig de les Basses (Figueres) y, después, en el de Quatre Camins (Roca del Vallès).

"Para los psiquiatras, el trastorno de personalidad es un cajón de sastre que sirve para meter todo tipo de trastornos. Es muy complicado de diagnosticar y tratar porque no existe un medicamento, todo funciona a base de terapia y, si no hay colaboración del enfermo, es difícil llevarla a término", explica por su parte el padre, Jordi.

¿Pau no se lo puso fácil a la cárcel o fue la cárcel la que no se lo puso fácil a Pau? Probablemente, fue recíproco, pero hay un matiz: Pau es un enfermo, una persona con un trastorno mental.

Régimen de aislamiento

"Se portaba mal por su impulsividad y, según la familia, estuvo dos años [de los tres y medio encerrado] en las celdas de aislamiento (la ley española permite 42 días seguidos en aislamiento en caso de acumulación de sanciones disciplinarias, mientras que el Comité contra la Tortura de la ONU establece un máximo de 15).

"No pudo trabajar, ni estudiar, ni hacer la terapia", señala la madre. "Ahí se corta toda posibilidad de reinserción; es algo que brilla por su ausencia. Y volvió a recaer en las drogas, la cárcel abandona a quienes sufren problemas mentales y adicciones. Hay mucha droga dentro de la prisión y siguió consumiendo".

"Desamparados"

Así, cuando reos como su hijo salen de la cárcel están "desamparados". Tanto Pilar como Jordi reclaman "más recursos de personal formado en salud mental" y "módulos separados" para reclusos con enfermedades mentales, así como "contener todo lo posible" la entrada de drogas en los centros penitenciarios.

"Un porcentaje elevadísimo de personas en la prisión tienen problemas de salud mental y adicciones, pero hay poquísimos profesionales que ofrezcan terapia ante problemas mentales de elevada complejidad", se queja esta familia.

Sin apoyo psicológico

Pau tampoco encontró apoyo psicológico dentro de la prisión. "La terapia es lo primero que pierden cuando entran en el departamento especial de régimen cerrado. En la prisión, se considera un privilegio, como estudiar o trabajar", dicen sus padres.

La pregunta que planea sobre la historia de esta familia es: ¿de qué sirve entonces pasar por la cárcel si presos como Pau salen igual que como entraron? "Un trastorno mental le llevó a tener una adicción, que le llevó a delinquir, que le llevó a entrar en prisión, donde volvió a car en las drogas", se quejan.

Problema de fondo

La cárcel a este joven de 30 años "no le ayudó a reinsertarse" en la sociedad, simplemente le valió para "cumplir una condena". Tanto Pilar como Jordi confiesan estar "tristes" con su situación familiar. "Lo llevamos como podemos. Con Afatrac, con ayuda de psicólogos...", explican.

Hoy por hoy saben poco de Pau. "Ha vuelto a delinquir y a traficar con pequeñas cantidades de droga, pero no lo han pillado. Mientras no traten el problema del fondo, que es el trastorno mental, no saldremos adelante", dicen.

La prisión, se lamentan, está "enfocada" para tener "apartadas" a las personas de la sociedad un tiempo. "Queda muy bien decir que el objetivo principal es la reinserción, pero eso son solo palabras. Los resultados demuestran que no es así", concluye Pilar.