Mezcla revitalizante

100 años del Bloody Mary, un cóctel envuelto en la leyenda

La historia más plausible de su origen se remonta a 1921, cuando el barman parisino Fernand Petiot mezcló vodka y zumo de tomate para los clientes del que acabaría siendo el Harry’s New York Bar

Muchas otras historias hacen referencia a su nacimiento, a su evolución e incluso a su nombre, que podría estar inspirado tanto en María I de Inglaterra como en una cabaretera de Chicago

Bloody Mary, Un cóctel con 100 años de historia

Bloody Mary, Un cóctel con 100 años de historia

Eduard Palomares

Dicen que a Ernest Hemingway, magnífico escritor y aún más magnífico bebedor, se le ocurrió un día echar un lingotazo de vodka al zumo de tomate para camuflar que se estaba bebiendo un copazo por la mañana y, de paso, evitar las reprimendas de su mujer y su médico. Y así nació el Bloody Mary. Un bonito relato sobre el nacimiento de uno de los cócteles más famosos y reconocidos del mundo que, no obstante, es falso. De hecho, alrededor de esta mezcla revitalizadora y ‘antiresaca’ fluyen múltiples historias, que se van trasmitiendo de barra en barra engrandeciendo su leyenda. Y esto sucede –supuestamente– desde hace ya 100 años.

Aunque no existen pruebas concluyentes, hay consenso en el sector al señalar que su origen se debe al ‘barman’ parisino Fernand Petiot, que un día indeterminado de 1921 pensó en mezclar al 50% zumo de tomate con vodka, cosechando cierto éxito entre la clientela más madrugadora del New York Bar de la capital francesa. “Este es para mí el origen más creíble. De todos modos, un cóctel es más que una bebida, es una experiencia, y las historias que se cuentan sobre él forman parte de ese romanticismo que envuelve a la coctelería clásica”, explica Pau Braso, experto en destilados y cofundador de Drink Organic, un servicio de envío de ‘packs’ para preparar cócteles en casa con productos orgánicos y de calidad.

El local originario, por cierto, acabó mutando en el mítico Harry’s New York Bar, por el que deambularon en la década de los años 20 del siglo pasado yanquis de la talla del propio Hemingway, Scott Fitzgerald, Gertrude Stein, Humphrey Bogart, Ava Gardner y muchos otros que querían comprobar en persona que ‘París era una fiesta’. Y a los que seguramente Petiot preparó más de un Bloody Mary para reponer fuerzas tras una larga noche. Sin duda, el cóctel y la literatura o el cine combinaban muy bien en esa época de excitación creativa, y eso multiplicaba a su vez las historias, cuentos y leyendas.

La evolución de la receta

Luego Petiot se trasladó a Nueva York para trabajar en la coctelería del St. Regis Hotel, donde parece que evolucionó su mezcla rudimentaria para adaptarla al gusto más explosivo de los estadounidenses, añadiendo limón, sal, pimienta, Tabasco y salsa Worcestershire o Perrins. Aunque un conocido cómico de Broadway, George Jessel, reclamó también para sí el ‘invento’, explicando que una mañana de resaca en la suite de un hotel empezó a mezclar sin mucho criterio todo lo que se encontró en el mini bar. Luego, entró en la habitación su amiga Mary, quién derramó por accidente el contenido del vaso. “Bloody, Mary!”, es decir, “Maldita sea, Mary” se quejó él, bautizando el cóctel para la posteridad. Como dicen los italianos, ‘se non è vero, è ben trovato’.

Y es que el origen del nombre también se ha convertido a lo largo de este siglo de vida en objeto de múltiples historias, sin saber muy bien cuál es la verídica. Puede ser la que contaba Jessel, o bien la que asegura que cuando Fernand Petiot dio a conocer el cóctel en París, uno de sus clientes comentó que le recordaba (vete a saber por qué) a su novia de Chicago, que se llamaba Mary y trabajaba en el cabaret Bucket of Blood (cubo de sangre).

También podría ser que, debido a su característico color rojizo, a la hora de ponerle nombre se inspiraran en la auténtica Bloody Mary: María I de Inglaterra, que reinó entre 1553 a 1558 y acabó por ganarse el apodo de María la Sanguinaria después de perseguir a sangre y fuego a los protestantes y anglicanos para reinstaurar el catolicismo en las islas. Por cierto, era hija de Catalina de Aragón y Enrique VIII y en la serie ‘Los Tudor’ se explica bien su singular historia familiar.

Revitalizante y versátil

Más allá de todas las historias queda el cóctel en sí. ¿Tiene peso suficiente para aguantar 100 años más? “Creo que sí, porque es uno de los más revitalizantes que conozco junto a la Michelada mexicana. Además, es fácil de preparar en casa sin tener muchos conocimientos y es muy versátil, por lo que cada ‘bartender’ puede darle su propio toque de autor”, argumenta Pau Braso. Eso sí, pone una condición indispensable: que el zumo de tomate sea de calidad y, a poder ser, ecológico.

La forma clásica de decorarlo es con una rama de apio, pero el fundador de Drink Organic propone una alternativa para obtener una mezcla más mediterránea. “Una rama de romero con las puntas quemadas, para despertar toda una serie de aromas que nos son más familiares”, detalla. O bien darle una finalización de whisky ahumado para llevarlo a otro nivel.

En todo caso, una de las claves para la supervivencia de cualquier cóctel es que sea aceptado por las nuevas generaciones. Y parece ser que el Bloody Mary, como mezcla diurna por excelencia junto a la Mimosa, ha conquistado al público más joven gracias a la explosión del fenómeno ‘brunch’. También se produjo una revitalización de su popularidad –sobre todo en las redes sociales– tras el estreno en el 2013 de la película de ‘El Gran Gatsby’, adaptación de la novela que Scott Fitzgerald publicó en 1925 y en la que los personajes no paran de darle a los cócteles.

En Estados Unidos, además, el 1 de enero se celebra el Día del Bloody Mary, haciendo buena la creencia de que se trata del mejor y más glamuroso remedio contra la resaca. Otra historia que puede resultar más o menos cierta, pero que sin duda ayuda a seguir fortaleciendo su leyenda ya centenaria.

La mutación constante del Bloody Mary

La versatilidad del Bloody Mary da pie a muchas variaciones, algunas que merecen un aplauso y otras una firme condena. Muchas de ellas se deben al uso del destilado más popular en cada zona, adaptando el nombre. Por ejemplo, si se usa tequila en vez de vodka tenemos un Bloody María. Con whisky sería un Bloody Brown, con ron un Bloody Pirate y con ginebra un Red Snapper. También hay una versión en que no se utiliza ningún tipo de alcohol, que recibe el bien pensando nombre de Virgin Mary.

Aparte, los ‘bartenders’ con cierta gracia siempre pueden encontrar pequeñas variaciones fruto de la creatividad bien entendida, ya sea a nivel de ingredientes, proporciones, aromas o presentación. Pero hay otros que se pasan de la raya al convertirlo en un pseudo-cóctel de gambas o ensalada o bien al añadirle bacon, banderillas o todo tipo de hierbajos. Por el descanso eterno de la primeriza María la Sanguinaria, mejor dejar las cosas dentro de un cierto límite.