CANARIAS

Mafias, abusos y violaciones tras la ruta canaria de la migración

Cruz Roja encuentra 49 casos de inmigrantes víctimas de trata entre los desembarcados en las costas canarias y dos jóvenes narran las explotaciones sufridas

Salvamento rescata a 16 mujeres y un bebé a 203 kilómetros de Gran Canaria.

Salvamento rescata a 16 mujeres y un bebé a 203 kilómetros de Gran Canaria. / Ángel Medina G.

Isabel Durán Bolaños

Las mafias de la

inmigración

se nutren de la miseria que padecen las personas que deciden aventurarse en la que es tal vez la ruta migratoria más peligrosa del mundo, la conocida como ruta canaria. Esas mafias son el último eslabón de una cadena de explotación que muchos migrantes padecen desde que nacen. Están interconectadas a su vez con otras mafias que comercian con las personas cuando no son la misma cosa. Así, muchos migrantes son también víctima de trata.

Durante 2021, Cruz Roja encontró en Canarias 49 casos de trata, 40 en la provincia de Las Palmas y nueve en la de Santa Cruz de Tenerife. Una de las víctimas era un hombre y el resto mujeres. Llegaron de manera irregular a las costas isleñas huyendo de la explotación en sus países de origen o engañadas para comercializar con ellas bajo la promesa de una vida mejor para ellas y sus familias. Este reportaje narra la historia de dos de estas víctimas, el único hombre y una de las mujeres.

"Me obligaban a mendigar y cuando no conseguía la cantidad impuesta o no recitaba bien los versos del Corán, me castigaban y me azotaban. Con ocho años, me desnudaban y los hombres se echaban encima de mí. Yo no podía hacer nada. Con mi hermano pequeño hacían lo mismo". Aunque las víctimas de trata son mayoritariamente mujeres, esta es la historia de Ismael, un joven senegalés que logró romper las cadenas invisibles que le ataban a sus explotadores después de diez años de abusos.

Ismael -quien quiere mantener su anonimato- llegó en patera a Tenerife en noviembre de 2020, en plena crisis migratoria. Tenía solo 16 años, pero no creyeron que era menor de edad y fue reseñado como adulto, porque no tenía documentación que acreditara su fecha de nacimiento. Fue atendido por Cruz Roja y derivado a un centro de atención humanitaria de la isla, donde permaneció cuatro meses hasta que lo trasladaron a un recurso de la Península. Allí encontró un entorno seguro y decidió a contar su historia personal, marcada por la pobreza y la precariedad.

Pasó su primera infancia en Gambia, pero su familia pronto se trasladó a Senegal con el objetivo de mejorar sus condiciones de vida. La situación empeoró cuando tuvieron que amputarle una pierna a su padre. Ante este escenario, con solo cinco años, su tío lo cedió a una escuela coránica -conocidas como daras- donde se iban a encargar de su manutención y alfabetización. Así se aliviaba la economía familiar. Poco después, su hermano menor siguió sus pasos. La vida en la casa escuela consistía en mendigar en las calles durante más de siete horas diarias, a las que se sumaban otras diez horas de estudio. Apenas dormía cuatro horas y, con suerte, podía hacer una comida al día.

Varias mujeres esperan para ser atendidas por la Cruz Roja al desembarcar en el puerto de Tarifa (Cádiz)

Varias mujeres esperan para ser atendidas por la Cruz Roja al desembarcar en el puerto de Tarifa (Cádiz) / A.Carrasco Ragel

Lanzó reiteradas llamadas de auxilio a través de su tío, pero durante más de una década no supo nada de sus padres. "Un día me desnudaron para agredirme delante de mi hermano. Pude ver su dolor, pero no contábamos con el apoyo de ningún adulto que nos defendiera", relató Ismael, quien identifica ese momento como un punto de inflexión en su vida. Fue entonces cuando se decidió a buscar una vida mejor para los dos y emprendió su viaje hacia Europa a través de la peligrosa ruta atlántica, en la que el año pasado murieron más de 4.000 personas.

Ismael logró ponerse a salvo, pero su hermano pequeño seguía atrapado en el infierno de la trata. Su principal demanda era sacarlo de ese pozo y ponerlo a salvo de los abusos sexuales y de la mendicidad. El equipo de profesionales que lo acompañaba en su recuperación inició los trámites para solicitarle protección internacional y ayudarle a restablecer el contacto familiar de forma segura. Sin embargo, el reencuentro de estos dos jóvenes ya no será posible. El hermano menor falleció en mayo en la escuela coránica en la que fue explotado durante años.

A las pocas semanas de conocer el trágico final de su hermano, con 18 años recién cumplidos, el joven gambiano decidió abandonar el centro en el que estaba restableciéndose y preparándose para la vida en autonomía. Su solicitud de protección internacional aún no se ha resuelto. Aunque la capacidad de lucha y resiliencia de Ismael son extraordinarias, las agresiones le han dejado muchas cicatrices. Las más dolorosas son las emocionales.

Llegada de 79 inmigrantes rescatados en un cayuco y una patera al sur de Gran Canaria

Llegada de 79 inmigrantes rescatados en un cayuco y una patera al sur de Gran Canaria / Ángel Medina G

Redes de explotación sexual

A sus 27 años, Fatoumata llegó en patera Canarias con una enorme mochila de duras experiencias vitales. En diciembre de 2021, finalizó el viaje que inició para escapar de la explotación sexual y laboral. Pasó su infancia en Costa de Marfil, donde la extrema pobreza se apoderó de su familia tras la muerte de su padre. A los 17 años le ofrecieron un puesto como empleada doméstica. Trabajaba las 24 horas del día y dormía en un rincón de la cocina. En el suelo. Asegura que jamás recibió una compensación económica por su labor y que durante años solo pudo salir para hacer la compra. En una de sus visitas al mercado conoció a una mujer que le prometió ayuda para construir una nueva vida en Marruecos. Lejos de mejorar su situación, Fatoumata entró en una red de explotación sexual.

"Me quitaron la documentación nada más llegar y me violaban cada día", rememora la joven marfileña. Debido a las agresiones, se quedó embarazada y le practicaron un aborto forzoso y clandestino en una casa. Estuvo a punto de perder la vida durante la operación. Debido a su mal estado de salud, la dejaron literalmente tirada en la calle. Ya no les servía.

Llegada al puerto de Motril, en Granada, de 116 personas de origen subsahariano, entre ellas 42 mujeres

Llegada al puerto de Motril, en Granada, de 116 personas de origen subsahariano, entre ellas 42 mujeres / Alba Feixas

Cuando se recuperó, logró reunir fuerzas para iniciar su viaje hacia Canarias en busca de una vida digna. Fatoumata fue acogida en un dispositivo para mujeres y allí creó un estrecho vínculo con una de las educadoras, quien se convirtió en su confidente y en su soporte. Una vez identificada como víctima de trata, se la trasladó a un centro específico de Cruz Roja, donde está acompañada por otras mujeres que han pasado por situaciones similares y recibe el apoyo de un equipo multidisciplinar de profesionales.

Con mucho esfuerzo, Fatoumata ha logrado dejar de responsabilizarse de todo lo que le pasó, es consciente de sus derechos y tiene confianza en ella para hacerlos valer. Ha mejorado su domino del castellano y se está preparando para la vida laboral. Además, Cruz Roja trabaja para que pueda conseguir un permiso de residencia y trabajo que le permita reiniciar su vida en España.

Riesgo y vulnerabilidad

Hay personas que han sido tratadas en sus países de origen, como es el caso de Ismael y Fatoumata, y otras que son captadas aquí, debido a su situación de riesgo y vulnerabilidad. Ambas vías tienen en común que las víctimas no se reconocen como tales, señala la referente del Programa de Trata de Cruz Roja, Rosa Flores, quien achaca esta situación a que en sus países de procedencia se normalizan prácticas como la explotación laboral o las agresiones sexuales. Subraya que quienes logran escapar de las redes de trata en sus países de origen y llegar a España necesitan espacios seguros para recuperar la confianza, asimilar lo que les ha ocurrido, verbalizarlo y comenzar la recuperación para retomar sus vidas.

Una de las señales de alarma para detectar a los migrantes que arriban a nuestras costas como víctimas de trata es que no saben explicar para qué han emigrado. "Detrás de ellos hay otras personas que han decidido qué deben hacer con sus vidas", detalla Flores. Las víctimas más rentables para las mafias de trata son las mujeres jóvenes, de entre 18 y 35 años, porque pueden explotarlas en la agricultura, en el servicio doméstico y, sobre todo en la prostitución -España es el país europeo con mayor demanda de sexo pagado-.

Hay ocasiones en las que los profesionales se encuentran ante casos en los que las mujeres no son capaces de salir de las redes de la trata, porque sus familias están amenazadas en sus países de origen y no quieren que sus hijos pasen por el mismo sufrimiento que ellas. Las mafias utilizan a estas mujeres hasta que saldan la deuda impuesta por el viaje, a la que se suma la que acumulan aquí por cuestiones como el uso de preservativos, poner la lavadora o utilizar sábanas.

"Acaban terriblemente rotas. Su salud mental se deteriora y terminan disociadas entre quienes son como personas y quienes son en el contexto de la explotación", apunta Flores, quien resalta que la reconciliación y la recuperación de la identidad es un proceso muy largo. A los problemas de salud mental se suman las enfermedades de transmisión sexual y las adicciones, ya que a muchas se les obliga incluso a menudear o consumir sustancias. "La recuperación existe", asegura la referente del Programa de Trata de Cruz Roja, quien sostiene que "son mujeres con una fortaleza descomunal y eso juega a su favor en el lento proceso de recuperación".

Mar García, coordinadora de Accem: "Las víctimas de trata son captadas por personas que comercializan con seres humanos"

Mar García, coordinadora de Accem en Canarias, trabaja desde hace más de 15 años en el ámbito de las migraciones, desde 2021 en el Archipiélago. García, psicóloga y doctora internacional en Estudios Migratorios, analiza el drama que viven las mujeres migrantes que llegan a las Islas y son víctimas de trata.

¿Cuál es la diferencia entre trata y tráfico de seres humanos?

Ambos son delitos. La diferencia es que el tráfico tiene un carácter puntual, porque una persona cruza una frontera de manera irregular y ahí acaba. La trata es un proceso largo y es un delito contra la persona, no contra el Estado. Los tratantes someten a las víctimas a un proceso de comercialización, que finaliza cuando ellos consideran que han pagado la deuda contraída.

¿Cuál es el perfil de las víctimas?

Los perfiles son muy diversos. La trata se da en todos los estamentos sociales y en todas las partes del mundo. El hecho de que las personas tratadas sean pobres, no tengan acceso a información y se encuentren en una situación de vulnerabilidad les hace ser más susceptibles de caer en una red de trata. Por esto, es más fácil que las personas migrantes sean tratadas. Huyen de territorios en guerra, de entornos sociales en los que la violencia está normalizada y de contextos socioculturales masculinizados que legitiman la comercialización de mujeres y niñas.

¿Cómo proceden las mafias que trafican con personas con el fin de explotarlas?

Las víctimas son mayoritariamente mujeres que proceden de entornos sociales que no les ofrecen nada. Hablamos de unos niveles de miseria y de necesidad que desde aquí cuesta imaginar. Esta situación hace que sean más susceptibles de ser captadas por personas que comercializan con seres humanos. Juegan con sus sueños y aspiraciones, porque les prometen ayuda, regularización inmediata o reagrupación familiar. Después hay actores que se encargan de transportarlas hasta el lugar en el que las explotan.

¿De qué países proceden principalmente los migrantes que llegan a Canarias siendo víctimas de trata?

Las mujeres subsaharianas son víctimas de la pobreza y la exclusión social. A pesar de su fortaleza y de su resiliencia, se encuentran en situaciones con muy pocas opciones. Un alto porcentaje sale de origen en grupos como mujeres tratadas; y otras, ante la dureza del viaje, terminan insertándose en redes de trata. Suelen llegar desde países como Ghana, Nigeria, Guinea Conakry, Camerún, Costa de Marfil o, incluso, de Marruecos. Proceden de entornos en los que las mujeres están muy cosificadas. Huyen de dramas como la mutilación genital femenina o la explotación sexual.

¿Cómo se detectan estos casos a su llegada a las Islas?

El hecho de que vengan desde determinados países y por determinadas rutas ya es un indicativo. Además, se les nota la presión a la que están sometidas por terceras personas para llegar a un lugar concreto. Detectamos comportamientos sutiles que nos dan pistas. Cuando llegan les damos información sobre recursos y generamos espacios de confianza para que se sientan seguras y puedan plantearse qué puede hacer con sus vidas. Es importante que este proceso lo hagan al ritmo que les sea posible, ya que muchas están amenazadas en sus países de origen, donde permanecen sus familias. Ellas sienten que su sufrimiento aquí tiene sentido porque son las proveedoras de sus seres queridos, que tienen unas altas expectativas puestas en ellas. Hablamos de mujeres tremendamente inteligentes y resilientes, pero sus circunstancias no les ofrecen margen de acción.

¿Su proceso migratorio es similar al de resto de personas que llegan de manera irregular a Canarias?

No. El proceso migratorio de estas mujeres está mediatizado por sus tratantes, No es una elección propia. Les roban la libertad. Durante el viaje pasan por lugares comunes al resto de migrantes, pero durante el camino sufren especial violencia y control.

¿Qué secuelas sufren las víctimas de trata?

Sufren secuelas psicoemocionales y físicas. Viven en un entorno de enorme violencia, que genera daños como estrés postraumático, desestructuración emocional o trastornos de ansiedad, además de daños ginecológicos o adicciones.

¿Cómo terminan las mujeres cuyos casos de trata no se logran descubrir?

Las víctimas de trata viven en el infierno durante largos periodos de su vida. Son coaccionadas y violentadas. El dinero que ganan no es para ellas y ejercen la prostitución de manera forzada. Se les promete, por ejemplo, un puesto de trabajo en el bar de unos conocidos de su país de origen, que aseguran que las van a ayudar. Al final esas personas no existen y el trabajo es en un prostíbulo. Llegan a acumular deudas de entre 30.000 y 50.000 euros, que tienen que pagar en forma de prostitución. En ocasiones, incluso, se comercializa también con sus hijos.

¿El sistema de acogida de migrantes está preparado para encontrar estos casos?

Se ha avanzado mucho en este terreno. Actualmente el sistema cuenta con numerosos profesionales formados en esta materia. Lo cierto es que son intervenciones muy complejas y largas, pero se han registrados grandes avances, incluso a nivel jurídico.