CALENTAMIENTO GLOBAL

El "infierno climático" de Asturias: "Nuestra región dista hoy bastante de ser un paraíso natural"

"Por muy verde que esté, muchos de nuestro ecosistemas están empobrecidos", alertan los científicos justo cuando se celebra en Egipto una cumbre sobre el calentamiento global

Los pueblos más bonitos de Asturias

Los pueblos más bonitos de Asturias

Mónica G. Salas

Estamos en una carretera hacia el infierno climático con el pie todavía en el acelerador". Ese fue el duro mensaje que el secretario general de la ONU, António Guterres, lanzó esta semana en la Cumbre del Clima de Egipto. El político portugués fue firme y claro ante mandatarios de todo el mundo: "La humanidad tiene que cooperar o perecer. Nos estamos acercando peligrosamente al punto de no retorno". Las heridas están ahí, son visibles y globales: la subida del nivel del mar se acelera, el deshielo de los glaciares bate récords, los fenómenos meteorológicos extremos causan devastación, la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera no tiene freno... ¿Y qué está pasando en Asturias? ¿Cómo es su "infierno climático"? Los investigadores de distintas áreas contestan.

Un calentamiento de 1,56 grados en los últimos 60 años

Según el delegado territorial de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), Ángel Gómez, la temperatura media anual aumenta en Asturias un media 0,26 grados centígrados por década. Es decir, el Principado se ha calentado 1,56 grados en las últimas seis décadas. En este mismo intervalo de tiempo, España subió 1,32 grados. Es decir, se calentó menos que Asturias. Como se sabe, la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera sigue creciendo, sin embargo, apunta Gómez, "el sistema climático tiene un tiempo de respuesta lento, debido a la gran inercia térmica de los océanos (lleva mucho tiempo calentarlos)". Lo cual significa que lo peor está por llegar. Atendiendo a las proyecciones existentes, apunta Gómez, "en Asturias esperamos para el periodo 2081-2100 un aumento de la temperatura de hasta 4 grados". De la misma forma, "prevemos una disminución en la precipitación anual de hasta el 10 o el 15%, mientras que en el sur peninsular podrían ser del 20%".

Más alteraciones alimentarias, fiebre amarilla, cólera...

Asegura Adonina Tardón, catedrática de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Oviedo, que el cambio climático está afectando ya a nuestra salud y de "muchas maneras" diferentes. Por ejemplo, enumera, "provocando muertes y enfermedades por fenómenos meteorológicos extremos cada vez más frecuentes, alterando los sistemas alimentarios, aumentando las zoonosis y las enfermedades transmitidas por alimentos, agua y vectores... Además, apunta, "el calentamiento global ya ha alterado drásticamente la biodiversidad del planeta, lo cual favorece la transmisión de patógenos causantes de enfermedades como paludismo, asma, tuberculosis, ébola, fiebre amarilla, cólera y diarreas".

Tardón advierte de que "la contaminación del aire exterior es una amenaza para la salud pública en el mundo". "Los estudios en animales han demostrado que los contaminantes del aire pueden llegar al cerebro directamente a través del bulbo olfativo y son proinflamatorios". En humanos, algunos de sus estudios han demostrado la influencia perjudicial que tienen ciertos gases de efecto invernadero en el desarrollo neuropsicológico infantil. "Hemos medido que la exposición a partículas PM 2,5 durante el embarazo retrasa el desarrollo motor en los niños pequeños. Además, la exposición a contaminación atmosférica (fundamentalmente NO2 y PM 2,5) en las primeras etapas de la vida aumenta el riesgo de infección respiratoria de vías altas y bajas en niños. Por último, los síntomas de bronquitis en niños asmáticos y la disminución del desarrollo de la función pulmonar aumentan en relación con la exposición prolongada a NO2", explica.

Asturias, cada vez menos "paraíso natural"

Daniel García es catedrático de Ecología e investiga sobre la pérdida de biodiversidad provocada por el cambio climático. "En Asturias –dice– estas pérdidas son, de momento, moderadas si las comparamos con las que provoca el uso humano del territorio o la sobreexplotación de especies". Pero hay motivos suficientes para preocuparse. Aunque nuestra región "tiene mayor biodiversidad que otras regiones de España, dista bastante de ser un ‘paraíso natural’. Que sea verde todo el año y que tenga aún bastantes kilómetros de costa sin urbanizar no quiere decir que no tenga graves problemas ambientales. El eslogan es una eficiente campaña turística, pero no es real desde una perspectiva científica ecológica", comenta.

Según Daniel García, nuestra región "sufre la crisis de biodiversidad y muchos de sus ecosistemas están empobrecidos". Y esto es un gran problema en un contexto de calentamiento global: "La biodiversidad supone un seguro frente a la crisis climática, pues los ecosistemas más biodiversos son capaces de amortiguar mejor el cambio climático y sus efectos".

Precisamente, el profesor del departamento de Biología de Organismos y Sistemas estudia cómo la pérdida de los hábitats y de la propia diversidad de especies influye en la capacidad de los ecosistemas para "automantenerse". "Trabajamos con los bosques nativos de Asturias, evaluando cómo los animales que acarrean las semillas de los árboles influyen en la capacidad de los bosques tanto para regenerarse como para expandirse hacia áreas donde se reduce el impacto humano. Hemos encontrado dos cuestiones importantes. Una, que aquellos bosques con más biodiversidad de animales tienen más capacidad para autoregenerarse y expandirse hacia zonas deforestadas. Dos, que esa capacidad de autoregeneración y expansión decae fuertemente cuando el bosque es escaso y está muy fragmentado", profundiza.

¿La recuperación del oso se estanca?

El cambio climático podría truncar la recuperación de la especie más emblemática de Asturias: el oso pardo. Según Vicenzo Peteriani, investigador del Instituto Mixto de Investigaciones en Biodiversidad, la población de plantígrados –actualmente, entre 230 y 270 ejemplares– podría reducirse a la mitad en los próximos cincuenta años debido a una "drástica disminución" de los bosques de roble, productores de una de las principales fuentes de alimentación de la especie: la bellota. Además, la distribución de estos árboles –al menos de los pirenaicos y pedunculados– se desplazará hacia el norte, "donde la densidad de habitantes e infraestructuras humanas es más alta". Esto obligará a los plantígrados "de las zonas montañosas más salvajes" a bajar a los pueblos en busca de comida. Por lo que, augura el investigador, habrá "más conflictos entre humanos y osos".

Plantas y árboles

Borja Jiménez-Alfaro, también científico del Instituto Mixto de Investigación en Biodiversidad, se centra en las plantas. Su reflexión de partida es que los efectos del cambio climático en ellas son "menos impactantes en Asturias que en la cuenca mediterránea". No obstante, hay alteraciones importantes. "En lugar de extinciones inmediatas de especies, el primer impacto observable es el cambio en la fenología de las plantas: adelantos o retrasaos de floración y fructificación, o dos floraciones en el mismo año, o nuevos patrones anuales de productividad. También estamos observando que en años muy secos, como el 2022, algunas especies ven limitadas su capacidad de fecundar flores o de producir semillas. Estos cambios, aunque puedan parecer inofensivos, van siendo cada vez más frecuentes, lo que a la larga afectará a las interacciones con otras especies y a la regulación natural de los ecosistemas", manifiesta.

El cambio climático, continúa, afecta de forma diferente a cada especie. Así, "algunos árboles como el castaño, el roble y las encinas ganarán competitividad frente a especies como el haya, que se refugiarán en zonas más elevadas". Es justamente en las zonas de montaña donde los cambios son más evidentes. "En el año 2018 constatamos la extinción funcional (quedan apenas dos o tres individuos sin capacidad de reproducirse) de dos especies de alta montaña que llevaban refugiadas en la Cordillera Cantábrica desde la última glaciación: ‘Juncus balticus’ y ‘Salix hastata’. Sabemos que la extinción local de estas especies está provocada, al menos parcialmente, por el calentamiento climático de los últimos 100 años", agrega.

Los anfibios, altamente amenazados

Germán Orizaola, profesor del departamento de Biologia de Organismos y Sistemas de la Universidad de Oviedo, destaca que los anfibios son hoy "el grupo de vertebrados más amenazado, debido a múltiples factores, entre ellos el cambio climático". Y se explica: "Los procesos de cambio climático están desregulando los ciclos vitales de los anfibios, muy dependientes del régimen de lluvias, cada vez más irregulares, incluyendo largos periodos de sequía. Además, el incremento generalizado de las temperaturas está haciendo que aquellas especies que necesitan de condiciones frías se estén desplazando hacia zonas más elevadas, llegando algunas de ellas a sus límites térmicos". Los trabajos de Orizaola y su equipo han mostrado que, como consecuencia del aumento de las temperaturas, los ciclos de muchas especies se acelerarán, lo que contribuirá a acelerar los procesos de envejecimiento en estas especies, lo que podría a su vez comprometer la supervivencia de muchas poblaciones.

En Asturias, según Orizaola, hay 15 especies de anfibios. Las más amenazadas, puntualiza el biólogo, son aquellas que tienen su límite sur de distribución europea en Asturias, como las ranas bermejas, el tritón alpino (que podrían quedar fuera de sus límites térmicos) o especies con distribuciones muy restringidas como la salamandra rabilarga o la rana patilarga. "Todas las especies se verán afectadas por los cambios en la intensidad y frecuencia de lluvias, ya que eso afecta directamente a la permanencia de las zonas acuáticas que necesitan para reproducirse", aclara.

Sin laminarias en el mar

José Manuel Rico Ordás es catedrático de Ecología, además de decano de la Facultad de Biología de la Universidad de Oviedo. Su campo de estudio son las plantas acuáticas. Rico señala que "la frecuencia e intensidad de las olas de calor marinas en Asturias se ha intensificado en los últimos diez años, especialmente en verano, y podría ser esa la explicación para la desaparición de los bosques submarinos de laminarias, que a su vez son el hábitat de numerosas especies de invertebrados y peces, algunos de ellos objeto de explotación en pesquerías artesanales". Según sus investigaciones, el verano marino cada vez tiene más protagonismo en la región con temperaturas que superan los 22 grados centígrados. De seguir la tendencia actual, el agua se calentará una media de cinco grados por siglo.

El cambio de paisaje marino se aprecia perfectamente en la costa de Cudillero, donde José Manuel Rico se sumerge para analizar las consecuencias del calentamiento global. En 2009 ya detectó que los bosques de laminarias "ochroleuca" empezaban a perder ejemplares y en 2014 su colorido pardo desapareció por completo. El biólogo constata, tras años de estudios, otro dato preocupante: el desplazamiento de la frontera que separa las aguas templado- frías, provenientes del Atlántico, y templado- calientes, del golfo de Vizcaya. Antes se situaba entre el Cabo Peñas y Cabo Vidio; y ahora, se ha desplazando hacia el Occidente y se localiza casi en la costa de Tapia.

Mayor mortalidad en los bosques

José Roces es profesor del grado de Ingeniería Forestal en la Escuela Politécnica de Mieres e investigador del Instituto Mixto de Investigación en Biodiversidad. Más que de calentamiento global, prefiere hablar de "cambio global". "Los bosques españoles en general, y asturianos en particular, presentan un patrón similar de cambios durante las últimas décadas. Resumiendo mucho se puede describir así. Por un lado, más superficie arbolada –el aumento se debe en buena medida a un menor uso agrícola y ganadero–. Y por otro, una mayor cantidad de biomasa". Roces profundiza en esta segunda transformación: "Una menor presión humana en muchos ecosistemas forestales está llevando a que la mayor parte de las masas sean más densas (un mayor número de árboles) y a que acumulen mayores niveles de biomasa por unidad de superficie".

Estudios recientes, explica el investigador, "han mostrado cómo estos procesos pueden llevar a que los bosques españoles presenten mayores niveles de mortalidad, y también menores niveles de reclutamiento (los árboles jóvenes que pasan a formar parte de las masas)". Por si fuera poco, "estamos viendo un aumento generalizado de temperaturas, que se espera sea aún mayor durante las próximas décadas. Por ello, la demanda evapotranspirativa de la vegetación (la cantidad de agua que necesita para realizar sus funciones vitales) también está aumentando. Debido a ello, la vegetación puede presentar mayores niveles de estrés hídrico, que favorecen la presencia de plagas o enfermedades y que trae obviamente menores niveles de humedad. Y esta biomasa puede ser combustible susceptible de arder". Pasto para los incendios.