ASTURIAS

Yoga contra las secuelas del cáncer: "Salen empoderadas al ver que pueden hacerlo"

El objetivo de la actividad, que en ningún caso sustituye a ningún tratamiento o prescripción médica, es mejorar la calidad de vida y ayudar durante la recuperación de la enfermedad

Susana Riestra hace ejercicios de brazos para mejorar la movilidad tras una mastectomía.

Susana Riestra hace ejercicios de brazos para mejorar la movilidad tras una mastectomía. / IRMA COLLÍN

Elena M. Chorén

"Tengo cáncer de mama. Soy triple negativo. Me diagnosticaron en noviembre de 2020. Fui a urgencias por un dolor en el pecho y me dijeron: ‘El cáncer de mama no duele’. A primeros de diciembre, ya me estaba poniendo la primera sesión de quimio". Susana Riestra, de 45 años, resume casi de carrerilla su historia con el cáncer. Sonríe mucho y se considera una persona positiva. Se pone metas y no para. A día de hoy, tras dos años de tratamientos, se ha propuesto recuperar la movilidad de su brazo derecho, afectado por la mastectomía. Se estrena en una actividad novedosa en Asturias: el yoga oncológico.

Tumbada sobre el mat –la esterilla de yoga– inicia la clase con unas respiraciones para tomar conciencia de su cuerpo. Es su primer contacto con la disciplina. Le ha costado mucho llegar hasta aquí.

Susana notó hace dos años un bulto en su pecho que, además, le dolía. Pero no debía preocuparse, tal como le dijo su médica de cabecera, a la que visitó tras su visita fallida de urgencias al Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA). Fue una clienta de su frutería quien le recomendó ir a un médico privado y no dejar pasar más tiempo. "El chico que me hizo la ecografía enseguida me dijo que había algo que no le gustaba", recuerda. Esas pruebas lo aceleraron todo y pronto comenzó con el tratamiento.

El proceso es largo y el cuerpo sufre. Fueron 16 sesiones de quimioterapia, una cirugía (mastectomía radical con vaciamiento de ganglios), 25 sesiones de radioterapia y 8 meses de quimioterapia oral. En marzo de este año, con el pelo más corto y un brazo "tocado", terminó este viaje hacia la curación. "Ahora empieza lo peor", asegura. Se refiere a las revisiones y el temor a una recaída. También le queda recuperarse de las secuelas físicas provocadas, sobre todo, por la radioterapia en la zona del pecho, la axila y parte de la espalda.

Pese a que acudió a la cirugía con mucho miedo, todo fue bien y no tuvo dolores. Tampoco sufrió los vómitos y el cansancio extremo de la quimioterapia. Lo peor llegó con la radiación: "Ahí fue cuando empecé a perder movilidad". En las últimas sesiones ya tenía la zona quemada y "lo que quemas por fuera también se quema por dentro". "Noté que perdía mucha sensibilidad y movilidad". Fue entonces cuando encontró a un fisioterapeuta especialista en casos como el suyo y descubrió el yoga oncológico.

"La enfermedad es un palo, pero o arrancas o te quedas"

Encontró la actividad gracias al grupo de mujeres con cáncer de mama al que pertenece. Tuvo claro que era una buena forma de superar el miedo a hacerse daño al mover el brazo: "Me animé porque está todo adaptado a mí y a lo que puedo hacer". El día de su estreno, su cara de relajación y satisfacción al término del primer bloque de ejercicios lo dice todo. "No sabía yo que había este tipo de yoga", comenta con una sonrisa.

El tipo de yoga del que habla Susana es una modalidad pensada para gente con problemas de salud. "Tiene como base la práctica de yoga, pero se adapta a la persona según el tipo de cáncer que tenga, el estadio en el que esté o el tratamiento que siga", explica la profesora, Beatriz Ledesma.

En el caso del cáncer de mama, por ejemplo, es importante saber si han vaciado ganglios, porque hay determinadas posturas que no se pueden hacer para evitar que se genere un linfedema (un edema generado por la acumulación de la linfa, muy común tras una cirugía axilar que altera la los vasos linfáticos).

Cada paciente es un mundo y las sesiones cambian a diario, según el momento del tratamiento en el que se encuentre el paciente. El objetivo es mejorar la calidad de vida de los enfermos y ayudarles durante su recuperación. En ningún caso sustituye a ningún tratamiento o prescripción médica.

Las alumnas –porque en las clases de Ledesma son todo chicas– notan que recuperan su capacidad para moverse de forma más fluida. También afecta al estado anímico. "Cuando estás en un proceso oncológico tienes unas directrices médicas marcadas y muchas personas sienten una pérdida de su poder de decisión. En las clases suelo dar opciones en todas las posiciones, y el hecho de poder elegir les da seguridad y salen empoderadas al ver que pueden hacerlo", apunta.

Las sesiones duran una hora, pero pueden tener más porcentaje de meditación que de ejercicios, dependiendo de cómo se encuentre la paciente. Ledesma aprendió hace años a trabajar con gente con problemas. Fue casi una casualidad. En sus clases, cada vez se encontraba más gente con problemas lumbares o dolencias. Recuerda a una chica con una pierna ortopédica a la que ayudó. Intentando adaptar sus clases a estas personas llegó a la Fundación Radika, donde aprendió más sobre el "yoga sensible al trauma". Más tarde, se especializó en enfermos de cáncer.

El yoga oncológico es muy novedoso en Asturias. Hace unos meses que Ledesma llegó desde Madrid, donde trabajaba, y se propuso traer este servicio al Principado. Hasta el momento, trabaja con cinco chicas con cáncer en su estudio ubicado en la ovetense plaza de Primo de Rivera. A las que no pueden desplazarse al centro las visita en casa.

– ¿Con qué se queda de su trabajo?

– Para mí es muy satisfactorio ayudar a los enfermos oncológicos porque hay muy pocos monitores que hagan este tipo de yoga. Yo no he tenido cáncer, pero sí conozco a personas que lo tienen y he visto como, poco a poco, van perdiendo movilidad. Las historias de las alumnas también te llegan y te emocionan.

Mientras lo dice, mira a Susana, que le responde con su característica sonrisa. Nunca la pierde. Su forma de ver la vida es sencilla y efectiva: "Esta enfermedad es un palo tremendo, pero hay dos caminos: o arrancas o te quedas; yo tomé el de arrancar". Cuando le diagnosticaron el cáncer, pensaba en su hija de 22 años, en su pareja y familia. Asegura que ellos lo llevaron muy bien "porque me vieron bien". El reto ahora es saber qué hacer cuando acaban las instrucciones médicas; cómo retomar la vida con la sombra de la enfermedad en el cuerpo y la mente. "O arrancas tú y te buscas la vida o no hay información sobre qué hacer después", reprocha. Ella arrancó.