LA VAQUEIRADA

La fiesta de Asturias que rompe seis décadas de tradición con la primera boda civil: "Hay que estar con los tiempos"

El párroco, en franco desacuerdo, alega: "No podemos representar una obra de teatro"

Fiesta Vaqueira en la Braña de Aristébano.

Fiesta Vaqueira en la Braña de Aristébano. / TURISMO ASTURIAS

A. M. S.

Sesenta y un años de tradición, férrea si bien no escrita, acaban este verano en la braña de Aristébano, donde cada año se celebra el Festival Vaqueiro y de la Vaqueirada. La edición número sesenta y dos estará protagonizada, como siempre, por la boda vaqueira; pero con una modificación digna de reseñarse: los novios, esta vez, contraerán matrimonio por lo civil. Sonia Areces, ovetense de 47 años, y Julio Fernández, valdesano de 49, que viven juntos en La Pereda (Tineo), se darán el "sí quiero" el próximo 31 de julio en el mismo lugar de la braña donde lo exige la tradición. Eso sí, quien les unirá no será un cura, sino el presidente del Gran Consejo Rector.

Alejandro Fuentevilla, párroco de varios pueblos de los municipios de Tineo y del valdesano valle de Paredes, fue quien dio la noticia. Al reunirse con los contrayentes antes de la boda para conocer, como es preceptivo, la profundidad de su fe cristiana, se encontró con que "creían en algo, pero que no tenían fe". Así las cosas, el cura recomendó a los novios un enlace civil, dado que, a su parecer, una boda es una boda, y aunque se celebre en la braña de Aristébano, "no se trata de representar una obra de teatro". La pareja dijo "sí", porque tampoco le quedaba de otra. 

"Forzar lo que no se cree no tiene sentido", se extiende el sacerdote, que, al comentar sus impresiones con el Gran Consejo Rector de la Vaqueirada, el encargado de la organización del festival, encontró la puerta abierta. Y Fuentevilla es ahora todo comprensión: ve "positivamente" que también pueda celebrarse una boda civil: "Hay que respetar a las personas no creyentes que tienen ascendencia vaqueira". Todo evoluciona, claro.

El presidente del Gran Consejo Rector, José Luis Rodríguez, tiene todos los números para asumir las funciones de juez de paz en el enlace de Sonia Areces y Julio Fernández. Pero, por ahora, prefiere no hacer muchas valoraciones sobre el asunto. "Acepto, sin más", dijo escuetamente.

Más entusiasta se muestra el vicepresidente del mismo colectivo. Paulino Lorences se dice "encantado" con la decisión de abrir el festival a las bodas civiles porque, a su juicio, "hay que estar con los tiempos y con la sociedad". "No sabemos qué parejas pueden querer casarse por este rito en el futuro y además los vaqueiros nunca fueron muy religiosos ni muy practicantes", detalla. 

Ajenos casi del todo a la polémica, los contrayentes se declaran "ilusionados" con su pronta boda. Son pareja desde hace siete años. Se animaron a ser novios candidatos tras ver un anuncio en las redes sociales, en 2019. "Vi que se buscaba pareja y me acordé de mis raíces vaqueiras", cuenta Julio Fernández. El novio es descendiente de una familia de vaqueiros de Ayones, en Valdés. 

La pandemia retrasó el enlace matrimonial. "Teníamos muy claro que queríamos casarnos en Aristébano y la espera fue larga; pero al final todo llega", señala la novia, Sonia Areces. Para Julio Fernández, el momento que se avecina es "muy especial" no solo por contraer matrimonio con la persona que comparte su vida, sino también por participar como protagonista en un enlace vaqueiro tal y como se celebra desde 1959. Ni él ni ella conocen la fiesta "en directo". "Todo será nuevo para nosotros", detallan. Han alquilado los trajes y antes estudiaron con detalle el atuendo vaqueiro "para que no falte ninguna prenda". 

La boda Vaqueira

Uno de los acontecimientos más importantes de la cultura Vaqueira siempre ha sido el matrimonio. En el Occidente asturiano, los matrimonios mixtos de Vaqueiros y aldeanos eran escasos. Que los Vaqueiros se casaran entre sí era algo muy lógico, por tratarse de una comunidad de signo pastoril y trashumante. El padre del novio acudía a casa de la novia y allí se determinaba, con regateo incluido, lo que cada cónyuge tenía que aportar al matrimonio. El día de la boda, la comitiva formada por los novios, padrinos e invitados, iba precedida del ajuar llevado en un carro del país tirado por dos vacas. En él se portaba un arca o baúl con ropa blanca, rodeado de sacos de trigo y los enseres que componían el ajuar. Por encima de todo sobresalía la cama matrimonial y en tropel y a galope acudían los caballos con mozas a la grupa y lanzando desde sus monturas gritos de alegría y celebración.

Gran parte de los cánones de esta tradición se siguen recreando hoy en día. La jornada sigue comenzando al mediodía, cuando se reúne la caravana oficial en el alto de la braña y parte junto al cortejo nupcial que va a caballo. Para muchos es el momento más oportuno del año para lucir caballerías y trajes festivos. La cesta de la madrina, adornada con lazos que contienen pan, manteca, huevos y dulces añade más notas pintorescas a la espectacular comitiva. La pareja de novios, hoy como siempre, siguen siendo los protagonistas indiscutibles y se les agasaja con un séquito de gaitas y grupos folklóricos. Frente al altar improvisado al aire libre se intercambian las arras y se da el beso que sella el compromiso. A continuación se sucede un banquete popular, una comida campestre en la que no falta el chosco, el jamón cocido, los frixuelos, sidra, natas montadas de las propias brañas y café vaqueiro.