ASTURIAS

Jarrio, un hospital asturiano con mando femenino

La gerente, la mitad de los jefes de servicio y la mayoría del personal del centro sanitario del Occidente de Asturias son mujeres

«No estamos encerradas en un despacho, hacemos lo que el resto», dicen las seis jefas de servicio, que alaban el buen ambiente del hospital

«Aquí el paciente es de todos y los servicios trabajan muy conectados», sostienen las profesionales 

Las mujeres toman el mando en el Hospital de Jarrio

Las mujeres toman el mando en el Hospital de Jarrio / T. Cascudo

T. C. Loza

Parece lógico. Si las mujeres son mayoría en las facultades de Medicina y también ocupan la mayor parte de los empleos de la red sanitaria, no debe resultar extraño que un hospital esté bajo su gobierno. Es el caso del centro comarcal de Jarrio, ubicado en la comarca occidental de Asturias, en el concejo de Coaña. Este poder rompe con una estadística que puede ser considerada machista: a nivel estatal solo un veinte por ciento de mujeres ocupa puestos de dirección en la sanidad. En el hospital de Jarrio las mujeres en puestos de mando superan a los hombres. De hecho, de los doce servicios médicos del centro, la mitad están liderados por doctoras. Además, está capitaneado por otra mujer, Bárbara González de Cangas, y ellas son mayoría, pues representan el 84,3 por ciento del total de la plantilla. En los puestos médicos suman el 62%.

«Cada vez la mujer está más presente en este hospital. En Rayos, por ejemplo, somos todas mujeres y que lleguemos a los puestos de mando es lo lógico», dice la responsable, desde 2020, del servicio de Radiología, la doctora Elba González. Con ella, que lleva veinticuatro años ejerciendo en este hospital asturiano, coinciden las otras cinco jefas médicas, que ven su acceso a los cargos de responsabilidad como un proceso «normal». En la conversación con este diario participaron la doctora María Fernández, que desde septiembre de 2015 es la jefa del Servicio de Atención al Ciudadano; Alejandra Menéndez, jefa del servicio de Urgencias desde octubre de 2020; Raquel Salazar, que está a punto de cumplir dos años al frente de Oftalmología; Tania Rubio, que es la responsable de Farmacia desde julio de 2021, aunque trabaja en el centro desde hace dos décadas, y Susana Filgueira, que dirige el servicio de Medicina Interna desde enero de 2019.

Susana Filgueira recuerda cómo hace años era fácil que, al entrar en una habitación, los pacientes dieran por hecho que era enfermera, pero cree que cada vez se dan «muchísimo menos» situaciones de este tipo. Las compañeras más jóvenes dicen haber sentido más discriminación por la edad que por el género.

Sobre si hay diferencias entre el mando femenino y el masculino hay diversidad de opiniones. La doctora Tania Rubio opina que no y que las cualidades a la hora de ejercer la jefatura van con la persona y su profesionalidad. Sin embargo, Alejandra Menéndez sugiere que quizás ellas aporten una mayor implicación emocional. «Creo que quizás nos diferenciemos en estar más pendiente de esa parte personal o emocional, que va más allá de hacer un planing de trabajo», opina también Filgueira. En lo que coinciden todas es en lo diferente que es ejercer una jefatura en un centro pequeño en comparación con los grandes hospitales. «No somos jefas encerradas en un despacho, de hecho la mayoría ni lo tenemos, hacemos lo mismo que el resto de compañeros y luego tenemos las tareas propias de la jefatura», explican. «No estamos por encima, eres un compañero más y haces lo mismo», apunta Filgueira.

Las que son madres como Alejandra Menéndez o Raquel Salazar señalan las dificultades que supone conciliar la crianza con un puesto de mando y la mochila de culpa que arrastran por ello. Las entiende bien María Fernández, la más veterana del grupo, quien recuerda haber sido tildada de «malamadre» por irse a congresos o depender de cuidadores cuando su hija era pequeña: «Lo pasé muy mal», reconoce.

Todas están de acuerdo en lo fácil que es ejercer el mando en un hospital como Jarrio, donde el trato es familiar y donde los problemas del paciente «se comparten» entre los diferentes servicios, que trabajan «muy conectados».

«Aquí el paciente es de todos y todo el mundo está enterado de lo que le pasa», apunta la jefa de Farmacia, que explica que el hecho de trabajar en un hospital más pequeño permite también formarse con una visión más amplia. «Conozco compañeros que igual solo saben de tratamientos oncológicos, yo aquí hago de todo y eso te enriquece», señala. Por poner una pega, Raquel Salazar echa en falta más recursos tecnológicos, pues cree que en los centros pequeños hay menos renovación de material.

Dicen las doctoras que en Jarrio hay mucho compañerismo y se trabaja a gusto, por eso, suele pasar que «la gente llega llorando y marcha llorando». «El ambiente que hay en este hospital en cuanto a compañerismo y ayuda es increíble», sostiene María Fernández. Lo corroboran sus compañeras, molestas con la «mala imagen» que a veces se traslada del centro. «Nos falta vender mejor lo bueno», opinan. En este sentido, creen que para atraer más médicos y cubrir los puestos vacantes hacen falta incentivos más allá de los contratos. «Se están ofreciendo buenos contratos y la gente prefiere quedarse en el área central cobrando peor, por eso hay que buscar otros incentivos», señalan, convencidas de que el hospital de Jarrio es un buen lugar para ejercer.