SALUD MENTAL

El amor derriba el tabú de la esquizofrenia: la historia de Ilya y su novia

Una pareja asturiana es ejemplo de convivencia gracias al Prometeo Salud Mental de Siloé, un programa único en España que cumple quince años

Iliya Velishkov, a la izquierda, y L. L. D., en su piso.

Iliya Velishkov, a la izquierda, y L. L. D., en su piso. / MARCOS LEÓN

C. M. Basteiro

Cuando le conoció, dice ella, el mundo se paró un momento. Y añade él que desde que están juntos la vida ya no le duele. Ella aparecerá en este reportaje, por razones personales, con las iniciales que se corresponden con su identidad (L. L. D.). Él es Ilya Velishkov. Los dos están diagnosticados de esquizofrenia. Son pareja desde hace un lustro, llevan tres años viviendo juntos. Entrelazan las manos, sentados en el sofá, para narrar su historia. Empiezan así: “Vivir juntos, todo lo que tenemos ahora, no habría sido posible sin la Fundación Siloé”.

Ilya Velishkov y L. L. D. se conocieron en el Prometeo Salud Mental de Siloé. Se cumplen quince años de la puesta en marcha de este programa, único en España, en el que también participan la Fundación Municipal de Servicios Sociales y Salud Mental del área sanitaria de Gijón. Se trata de un plan de intervención psicosocial con el objetivo de la vida independiente para personas en riesgo de exclusión social con diagnóstico de enfermedad mental grave.

Pablo Puente-Baldomar, director de la Fundación Siloé, hace un rápido balance: “Actualmente hay cuarenta y cinco personas en el Prometo, las hospitalizaciones entre los que entran al programa se reducen en un 80 por ciento. Estamos contentos con los resultados, queremos seguir avanzando”.

Porque las cosas grandes empiezan siempre con un gesto pequeño. Como las sonrisas que se cruzaron Ilya Velishkov y L. L. D. en una de las salidas del programa Prometeo. “A mí él me gustaba muchísimo, pero no me atrevía a decirle nada porque pensé que ya tenía novia”, explica ella. Ilya estaba igual: “Me daba apuro preguntarle para salir, así que se lo conté a una monitora. Ya sabes, que me gustaba ella…”. La monitora le dijo que por qué no le pedía una cita. “Bueno, la invité a un café, y aquí estamos”.

“No es solo un trabajo de Siloé, el éxito de Prometeo reside en la colaboración. En una coordinación realmente buena entre los servicios sanitarios, el Ayuntamiento y el tercer sector”, matiza Puente-Baldomar. Era un programa tan ambicioso que, reconoce, al principio les daba un poco de vértigo. Sobre todo, la primera fase, la de rehabilitación psicosocial intensiva.

Durante un tiempo límite, un máximo de 18 meses, un equipo multidisciplinar trabaja en un plan consensuado con cada persona. Busca la mejora de los ámbitos básicos para su independencia y tiene lugar en un contexto de alojamiento seguro (hay tres pisos de VIPASA destinados a esta etapa del programa). “El trabajo del equipo, de todos los que intervienen en este momento del programa que es el más delicado, es intachable”, apunta Puente-Baldomar.

A esta primera fase, si resulta con éxito, sigue el 'housing led'. La etapa de autonomía y objetivo final del programa, donde las personas se independizan y comparten una vivienda a través de la gestión de sus propios recursos. “Pueden ser viviendas de alquiler social o del mercado particular, depende de cada situación”, apunta Puente. El seguimiento es más liviano, aunque los profesionales de Siloé siempre están disponibles si surge cualquier contratiempo.

A veces, si estamos nerviosos, sí que llamamos. Porque nos calman y nos ayudan a gestionar las emociones”, explica Velishkov. Él y su pareja llevan tiempo en la segunda fase: “Al terminar la primera, me fui a casa de mi madre. Luego lo pensé y me di cuenta que quería seguir viviendo con ella”, reconoce.

Nunca más se separaron: “Este año nos fuimos de viaje a Bilbao, los dos solos. Ahora estamos esperando a ver si Siloé tiene alguna ayuda y organiza un viaje en el que podamos ir todos juntos a algún sitio, nos gustaría Portugal”.

Por la izquierda, Marco Luengo, Pablo Puente-Baldomar y Begoña Hernández, en la oficina de coordinación del programa Prometeo.

Por la izquierda, Marco Luengo, Pablo Puente-Baldomar y Begoña Hernández, en la oficina de coordinación del programa Prometeo.

El director de la Fundación Municipal de Servicios Sociales, Marco Luengo, explica que la función del Ayuntamiento de Gijón en el programa Prometeo no se queda en lo económico. “También tenemos que ser capaces de poner a disposición de las personas más vulnerables todos los recursos disponibles”, apunta.

Desde las ayudas de emergencia hasta su abono en una piscina municipal. “Tenemos que profundizar para que accedan a los derechos y prestaciones con la misma facilidad que el resto de la ciudadanía”, añade. Reconoce que, si bien en el ámbito de la atención a la psicopatología se ha avanzado mucho, “sigue siendo un reto que las personas con dificultades no se sientan solas dentro de la comunidad”.

Dicen Ilya Velishkov y L. L. D. que nunca se han sentido estigmatizados socialmente: “Quizás por todo el apoyo que recibimos en el Prometeo, pero la verdad es que no nos hemos sentido señalados por nuestro diagnóstico”. “Nos gusta hacer cosas juntos, somos un equipo”, añade él. Comparten el amor por el cine y por ir a comer fuera algún día. “Ahora nos ha mejorado la situación económica, y hacemos más cosas”.

Son solo un ejemplo de los casos de éxito de Prometeo. No es suerte, es trabajo en el detalle. Apunta Begoña Hernández, coordinadora del programa, que las personas que se independizan comparten piso con los compañeros más adecuados: “Se tienen en cuenta las capacidades, la necesidad de apoyo y la compatibilidad, entre otros factores”, matiza. La clave para que Prometeo funcione, coinciden tanto desde Siloé como desde la Fundación Municipal de Servicios Sociales, es “el acompañamiento”. “Nos sentimos satisfechos de lo conseguido en estos quince años”, reconocen.

Han hecho cosas grandes. Hasta la inmensidad de facilitar que las personas vivan el amor. Ilya Velishkov no tiene que pensarlo nada cuando le preguntan por qué se enamoro de su pareja: “Porque, desde el primer día, sentí que la conocía de siempre. Porque sé como es, y me gusta como soy gracias a ella”. En agosto, invitarán a todos sus compañeros a su boda. Será en una finca de Siloé: “Queremos que estén todos, no se van a perder el mejor día de nuestra vida”.