Opinión | ASTURIAS

El periódico que viene de afuera

Nos conviene que haya un diario nacional enraizado en Asturias que entienda y refleje nuestras inquietudes en todo el Estado

Todas las aventuras empresariales, incluso las más timoratas -y es obvio que éste no es el caso-, contagian un ánimo ilusionante. Agradezco a la editorial Prensa Ibérica que me haya permitido compartir las esperanzas que alienta EL PERIÓDICO DE ESPAÑA. Al inicio de la expedición, deseo el mejor de los rumbos a Fernando Garea y su equipo.

Recibí las primeras noticias de EL PERIÓDICO DE ESPAÑA hace unos meses. Pensé entonces en los avances tecnológicos que facilitan los lanzamientos de nuevas cabeceras. Cualquiera con un poco de paciencia puede hacer inventario de las que saturan la pantalla del teléfono móvil: una inflación de medios dispuestos a informar de todo lo imaginable, desde la jaqueca de un tertuliano hasta los problemas de obesidad de su mascota.

Me dirán que EL PERIÓDICO DE ESPAÑA no compite en esa liga, que su vocación es otra, el periodismo de calidad. Bien está, pero como ese piélago de sargazos digitales existe, se reproduce y espesa sin cesar, esa voluntad conlleva la obligación de distinguirse desde el primer día para hacerse sitio entre los grandes.  

Uno de los deberes cívicos que podríamos imponernos políticos y periodistas es contribuir a la oxigenación de la viciada atmósfera nacional"

Ya estoy en condiciones de plantear la cuestión. La pregunta no es si EPE puede añadir un nombre más a un listado que tiende al infinito, sino si hay sitio para un buen diario de información general en el mercado. Utilizo el sustantivo mercado con toda la intención: no basta con cuidar el producto, hay que lograr que resulte viable, porque todo lo demás son ensoñaciones o trampas en el solitario. De esa ambición hablamos. 

El contrastado talento empresarial de Javier Moll me exime de adentrarme en esos vericuetos, los más pedregosos. Sin embargo, voy a tener la osadía de pisar un terreno que tampoco es el mío para responder que sí, que existe hueco para un proyecto periodístico de altura. Comprendan que, como lector diario de LA NUEVA ESPAÑA, mi razonamiento tome como referencia este gran periódico asturiano. Me limito a tres razones.

La primera es la conveniencia de ensanchar el debate público, ahora angostado en la estrechez y las penurias propias de las trincheras, las políticas y las mediáticas. No me refiero a las líneas editoriales, que allá cada cual, sino al respeto y ejercicio de la pluralidad, a ampliar el campo para contrastar la diversidad de pareceres y de planteamientos. 

Uno de los deberes cívicos que podríamos imponernos políticos y periodistas es contribuir a la oxigenación de la viciada atmósfera nacional. Para ello, nada mejor que abrir puertas y ventanas, favorecer la ventilación cruzada de opiniones y criterios que permita conocer otros argumentos.

Para eso, también sirven los medios, y LA NUEVA ESPAÑA, perdón por la reincidencia, da buen ejemplo: con independencia de la posición del periódico, sus páginas y tribunas están disponibles para todos, respalden o no su planteamiento. Por ello, de EL PERIÓDICO DE ESPAÑA espero, nada menos, que ayude a limpiar y sosegar el debate público.

Como presidente del Principado, he celebrado más de una vez que la crispación estatal -¿debería escribir la crispación madrileña?- no se trasladase a la política asturiana. Hasta ahora, hemos conseguido evitarlo, pero resulta paradójico que, a estas alturas del Estado autonómico, la perspectiva centralista continúe dominando tanto la lectura de lo que ocurre.

Esta es la segunda razón por la que defiendo que hay lugar para este proyecto: a diferencia de los demás medios de alcance nacional, EL PERIÓDICO DE ESPAÑA no nace en el centro para atender de reojo la periferia, sino al revés: se ha hecho fuerte extramuros para acabar peleando su implantación en Madrid. Parte, por tanto, con una ventaja considerable: una mayor capacidad de comprensión de la compleja realidad española

La tercera, finalmente, se resume en la experiencia y la capacidad. Con 24 diarios, a Prensa Ibérica no hace falta enseñarle el oficio ni aleccionarla sobre las exigencias de innovación que impone el desarrollo tecnológico. En su caso, el desafío es otro: sacarle el mayor provecho a su potencial para fortalecer EL PERIÓDICO DE ESPAÑA. La palabra adecuada, que estuvo de moda hace unos años, es sinergia. 

Qué le vamos a hacer. Ya reconocí que las aventuras empresariales, y ésta es de las buenas, contagian entusiasmo, así que mi bienvenida es ilusionada, hasta un punto cómplice. Pero también debo ser sincero: a Asturias, una comunidad pequeña que afronta la transformación de su paradigma económico -la más intensa de todas las comunidades-, también le conviene que haya un buen periódico nacional bien enraizado en el Principado que conozca, entienda y refleje nuestras inquietudes en el espacio público estatal.

Que las informaciones referidas a Asturias no se traten con displicencia o como añadidos ocasionales, a menudo más fieles a los tópicos que a las realidades. 

Confesado ese interés, me queda desear suerte a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA. A Javier Moll y a Fernando Garea, en primer lugar, pero también a quienes intuyo que no andan lejos de esta iniciativa. Pongamos, por ejemplo, Isidoro Nicieza, Ángeles Rivero y Gonzalo M. Peón. Buena fortuna a todos.