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Opinión | PENSAMIENTO PERIFÉRICO

Escenificar la impotencia

Tanto la amenaza de una ruptura de Junts con el PSOE como la resurrección del referéndum, más que estrategias viables, son escenificaciones destinadas a recuperar protagonismo mediático

Archivo - El presidente de Junts, Carles Puigdemont, durante la celebración del V aniversario de Junts.

Archivo - El presidente de Junts, Carles Puigdemont, durante la celebración del V aniversario de Junts. / Glòria Sánchez / EP

Junts per Catalunya atraviesa una etapa crítica, marcada por la creciente frustración generada por un pacto de investidura con el PSOE del que no ha obtenido los beneficios esperados y por la pérdida de terreno ante la emergente Aliança Catalana, que, según las encuestas, amenaza seriamente su territorio de caza. Casi dos años después del acuerdo que permitió la continuidad de Pedro Sánchez, Junts no puede exhibir logros tangibles derivados de su alianza con el PSOE, solo promesas y gestos limitados. Los incumplimientos del llamado Acuerdo de Bruselas se acumulan: la amnistía sigue sin aplicarse a Carles Puigdemont, la oficialidad del catalán en las instituciones europeas continúa siendo una declaración de intenciones, por mucho que justo ayer se anunciase un acuerdo con el Gobierno alemán para incluir en el próximo Consejo de Asuntos Generales un texto sobre la oficialidad de las lenguas cooficiales en España. En definitiva, Junts carece de éxitos que justifiquen la continuidad de la alianza y sostengan su credibilidad política, dejando en papel mojado la idea de cobrar por adelantado. En paralelo, Junts se enfrenta a una creciente competencia dentro del espacio independentista. Aliança Catalana, que combina un discurso soberanista con una fuerte carga identitaria, ha ido ganando protagonismo, erosionando la posición de Junts. Este avance ha generado preocupación entre alcaldes del partido, quienes han trasladado a la dirección su inquietud por la previsible pérdida de apoyos en las decisivas elecciones municipales de 2027.

Y en este contexto, la inacción ya no parece una opción viable, y el partido se ve abocado a decidir entre dos caminos inciertos. Por un lado, agitar la amenaza de ruptura con el PSOE ante la falta de resultados del pacto de investidura. Justamente la cuestión que se dirimirá en la reunión de Perpiñán que se celebrará el lunes donde se evaluará si mantener o romper una relación que, por ahora, no ha dado los frutos deseados. No se descarta que Puigdemont someta la decisión a consulta entre las bases, lo que le permitiría legitimar un eventual cambio de rumbo y, de paso, compartir las responsabilidades por el desenlace. Sin embargo, una ruptura solo tendría consecuencias reales para Pedro Sánchez, que ya descartó someterse a una cuestión de confianza, si Junts decidiese apoyar una moción de censura, hipótesis que tropieza con un obstáculo mayor: la necesidad de alinearse, aunque fuera de manera instrumental -para convocar elecciones, algo que ya no descarta- con PP y Vox, lo que resultaría difícil de justificar ante su electorado. Y, además, nada garantiza que, de celebrarse elecciones, Junts obtenga mejores resultados y siga siendo decisiva. Más bien parece que ocurriría todo lo contrario, según se deduce de todos los sondeos.

Otra opción, esta encaminada a mantener el apoyo a Sánchez, podría ser la de elevar el listón de sus demandas, tal y como sugiere la resolución presentada en el reciente Debate de Política General celebrado en el Parlament, que plantea volver a poner sobre la mesa el referéndum. Con ello, Junts intenta reactivar los elementos identitarios del procés y marcar distancia respecto a la pragmática ERC, pero también recordarle al PSOE que esta es la última bala -esa y reunirse con Puigdemont posibilidad que Sánchez ya no desdeña- para seguir dándole aliento. Sin embargo, el referéndum sigue chocando de lleno con la realidad jurídica, dado que que el artículo 2 de la Constitución consagra la indisoluble unidad de la nación española, y que la jurisprudencia del Tribunal Constitucional ha vetado cualquier vía para celebrar un referéndum de autodeterminación. Pero también choca con la realidad política puesto que el PSOE no puede ni quiere abrir ese debate, consciente del coste interno y de la posible fractura que tendría en su electorado. Por ello, la apelación al referéndum, quizás eficaz en términos de movilización simbólica, carece de recorrido. E incluso en el improbable caso de que lo tuviese, en estos momentos celebrar un referéndum sería del todo contraproducente para los intereses del independentismo, dada la pérdida de apoyo social de este movimiento.

En consecuencia, tanto la amenaza de una ruptura con el PSOE como la resurrección del referéndum, más que estrategias viables, son escenificaciones destinadas a recuperar protagonismo mediático. Pero, en realidad, lo que hacen no es sino evidenciar la impotencia de Junts ante una situación que escapa a su control. Por ello, en última instancia, la única carta que está realmente en sus manos es la de respaldar una moción de censura junto a Vox y PP, una apuesta tan audaz como peligrosa, ya que podría terminar siendo un bumerán. Y paradójicamente, solo así dejaría de escenificar para pasar, realmente, a decidir.