LA ENTREVISTA
James Rhodes, pianista y escritor: "Las salas de concierto son como el último refugio"
El 1 de noviembre empieza en Gijón una gira que le llevará por ciudades de toda España

El pianista James Rhodes. / Xavier Amado
Pianista sobre todo, escritor, filántropo, amante de la fotografía, James Rhodes (Londres, 1975) llegó a nuestro país en 2018 y tiene la nacionalidad española por carta de naturaleza, para que tuvo que abandonar la británica. Es feliz aquí, aunque ha empezado a ser consciente y a reconocer algún pero en esta especie de país de las maravillas que le deslumbró. Ha estudiado gallego, "el idioma más bonito que he oído en mi vida". Está enamorado de Galicia y busca una casa allí.
Ante la gira con su piano, ¿a qué santo se encomienda?
Yo soy ateo. No rezo a nadie.
¿No se confirma que reza a Bach por las noches?
Bueno, mi manera de rezarle es estudiarle y tocar sus obras lo mejor que pueda. Siento bastante presión cuando toco. Voy a Palau de la Música o al Liceu y están allí mirándome Brahms y Bach. Con Beethoven me da igual, porque era sordo y no oye nada.
Su segundo libro dice: Interpreta a Bach en seis semanas. ¿Esto no es un poco como los métodos de adelgazar? ¿Si me compro el libro, para Navidad bordo La Pasión según San Mateo, o las Variaciones Goldberg?
Bueno [ríe] las Goldberg… Pero el Preludio número 1 …Cantidad de gente me ha contado que solía tocar cuando eran niños y lo echan de menos. Y les digo: Si tienes cuarenta minutos al día y un teclado electrónico, incluso de ochenta pavos, el libro te enseña cómo leer la partitura y cómo practicar. Y tocas este preludio. Es una pasada. Porque, por ejemplo, las fugas son muy complicadas para memorizar. Yo sigo tocando de memoria 80.000 o 100.000 notas, cada una con su propio dedo y su propio texto. Pero lo raro es que si me preguntas qué he desayunado no tengo ni idea, no recuerdo ni en qué día o mes estamos.
Lleva siempre dos camisetas negras: en una pone Bach; en la otra, Chopin. ¿A quién quiere más a papá o a mamá?
Es muy complicado. ¿Messi o Maradona? ¿Serrat o Sabina? A estas alturas yo creía que Mozart era el más grande de todos. Pero luego escuchas a Bach, o a Chopin, o a Brahms o a Rajmáninov y todos tienen sus cosas. Lo bueno para mí de esta gira que comienzo es que normalmente, en un concierto de música clásica, tienes que tocar dos o tres piezas de veinte o treinta minutos. Pero yo prefiero hacer ocho o nueve piezas un poco más cortas, pero cada una con su propia historia y contexto. Y cuento con una banda sonora de Bach, Schumann, Rajmáninov, Chopin, un viaje muy íntimo desde mi tierra, Londres, hasta aquí en España, donde encontré mi casa, mi paraíso con esta música.
Entonces el concierto que va a ofrecer en la gira es autobiográfico.
Tal cual. Cien por cien. Y con una banda sonora inmortal. ¿A dónde podemos ir hoy en día donde no haya móviles, ni publicidades ni redes sociales, nada? Solo quiero apagar las luces, cerrar los ojos y durante una hora y cuarto escapar por completo de este mundo, con una música tan linda, tan inmortal. Hoy en día el mundo está tan jodido que hasta hay wifi en los aviones. No hay manera de escapar. Las salas de concierto son como el último refugio.
Su libro de memorias, best seller internacional, fue casi prohibido en el Reino Unido. Intervino hasta la Corte Suprema. ¿Qué les molestaba? ¿Que contara los abusos sexuales que sufrió en su infancia?
Me dijeron que era tóxico. Y es que mi ex mujer, aunque vive en Estados Unidos, dijo que el libro hacía un daño irreparable a nuestro hijo si lo leía. Y me parece absurdo, porque el libro es una carta de amor a mi hijo y a la música. Me hubiera podido gastar dos millones de euros en abogados: cada llamada, 500 euros, y en Londres, más. Solo para imprimir los papeles para el Supremo fueron 30.000 euros. Pero al final gané por unanimidad en el Tribunal.
La polémica fue positiva para usted.
Hay dos cosas buenas a raíz de este libro: por él conseguimos al fin la Ley de Protección Infantil en España, porque el libro me dio un micro para llegar a La Moncloa, y contribuir a que se llevara a puerto la Ley -que tiempo atrás había propuesto sin recorrido el Partido Popular- y, en segundo lugar, encontré a mi mujer, después de que leyera el libro. Fue un milagro. Una argentina, fíjate. Nunca hablamos de las Malvinas ni de Maradona ni de nada.
Es una pasada cómo me han mentido todos los judíos de mi infancia, y en la sinagoga, diciéndome que Israel nunca atacaría a nadie
Contaba en sus memorias cómo, a raíz de los abusos que sufrió, que le produjeron trastornos alimenticios, daños en la columna vertebral, depresión, traumas, intentó suicidarse. ¿Qué le contuvo? ¿Qué le llevó a frenar?
La idea de suicidarme no era porque quisiera morir, sino porque no veía ni una salida ni otra opción. ¿Cómo frenas? Con mucha paciencia, mucho amor. Hoy en día hemos olvidado cómo escuchar a la gente. Estás hablando con un amigo y él mientras está mandando un WhatSapp o mirando el móvil. Hemos perdido la idea de que si alguien está hablando hay que escucharle, pero con todo el cuerpo, con el alma, y más si está luchando internamente con estos demonios. Escuchar, escuchar, escuchar fue para mí el único remedio. Tuve mucha suerte con algunos psiquiatras, psicólogos y amigos. Pero muy pocos. Aunque luego veo cómo se comportan en el Congreso, por ejemplo, y digo: no me sorprenden para nada. Es como un patio del cole. De hecho, he visto a un montón de adolescentes, en mis conciertos o fuera, que tienen más respeto y más madurez que la inmensa mayoría de los políticos que he conocido.
¿Es cierto que vino a España por elementos como Goya, Javier Perianes, la comida y el Brexit?
Javier Perianes es un genio. El Brexit para mí fue un error catastrófico. Y representa la idea que tienen los ingleses de que, a pesar del país de mierda que es Inglaterra, somos mejores que el resto del mundo. El Brexit es muy triste, pero es lo que hay. Y ahora soy español, tengo la nacionalidad. Tuve e que renunciar a la inglesa y más rápido imposible, aunque pago más impuestos.
¿Quiere que hable con la ministra de Hacienda, a ver si le hace un apaño?
[Ríe] Yo estoy contento con pagar los impuestos. Prefiero que vayan a los coles de educación musical, a la salud mental y la sanidad pública y no al bolsillo del hermano de Díaz Ayuso.

El pianista James Rhodes. / EPE \ Xavier Amado
Ha escrito un libro llamado Made in Spain. ¿Qué cree que es aquí realmente made in Spain?
Para mí es una manera de vivir con un equilibrio, una dulzura muy linda. Se nota inmediatamente la diferencia con Londres. Aquí la gente tiene más respeto. Estoy en una sala de espera del médico, entra una pareja vieja mirando alrededor y diciendo buenos días y todo el mundo responde. Eso es impensable en Inglaterra. No miran en los ojos a un extranjero, y menos le saludan. Hay aquí el equilibrio de trabajar para vivir, y no al revés. En Inglaterra todo el mundo mira hacia abajo, con un nivel de estrés…
¿Está seguro de que habla de España? Le veo muy optimista.
Para nada. Al principio, sí. Es verdad que luego intentas involucrarte en la política y las cosas han cambiado. Yo estaba en mi fase de luna de miel con España, todo era maravilloso, cuando llegué a Moncloa -estaba Sánchez, pero me da igual quién esté de presidente- para intentar conseguir la ley de protección a la infancia. Y automáticamente, de un día para otro, la mitad de la Prensa empezó a decirme: "Vete a tu puto país, rojo de mierda, perro de Sánchez, deja a nuestros niños". Eso es España. Por eso no soy demasiado optimista. Pero mi relación con España es casi como la que tienes con una mujer: al principio estás superlindo y superbién y con la convivencia descubres cosas. Pero aún así, si hay un amor verdadero, sigues enamorado, se profundiza ese amor. Vox ha intentado deportarme oficialmente, echar al pianista de Sánchez. A mí me da igual. Es el mundo en que vivimos.
Se refería a la que podríamos llamar su aportación a la legislación española, la que Pablo Iglesias llamó Ley Rhodes, sobre protección integral de la infancia y adolescencia. ¿Fue fácil?
¿Hay algo fácil con los políticos? No fue solo cosa mía. Y Pablo Iglesias llamó así al texto sin consultarme. Había mucha gente que estaba trabajando en ella durante años sin que los políticos hicieran caso. Yo lo conseguí porque escribí una carta abierta en El País a Sánchez diciéndole que este país es una maravilla, pero que qué carajo estaba pasando con los abusos sexuales. Él no tenía más opción que invitarme a La Moncloa y decir que íbamos a charlar. Si yo llamo por privado, ni caso. Fui con el director ejecutivo de Save the Children, Andrés Conde, y le dije al presidente que tenía que prometerme que haría esa ley. Él me miró a los ojos y me dijo: James, te prometo que voy a hacerla. Salí convencido de que lo habíamos conseguido. Andrés se reía y me decía: Si un político te promete algo, son tres años y medio más.
Hoy en día hemos olvidado cómo escuchar a la gente
Pasó un tiempo. No todo el mundo llega a Moncloa, llama a la puerta y dice: Buenas, vengo a proponerle una ley.
Cuando se hizo pagué una factura que te cagas, porque la gente te usa como munición, ya que todo está politizado. Hubo quien me dijo que no apoyaría la ley porque yo no había hablado suficientemente de lo que hizo el PP para sacarla adelante. Para conseguir su apoyo tuve que asegurar, y era cierto, que originariamente la ley fue idea de ellos, y que eran maravillosos. Así salió la Ley Orgánica 8/2021 de 4 de junio de Protección integral a la Infancia y la Adolescencia frente a la Violencia.
Judío, proveniente de clase alta. ¿Cómo vive la masacre de Gaza?
Clase alta no sé. No somos como Dawnton Abbey. Tampoco Dickens. Dicho esto, es una pasada cómo me han mentido todos los judíos de mi infancia, y en la sinagoga, diciéndome que Israel nunca atacaría a nadie, vamos a proteger a todos, porque los judíos somos buenos. Y no se trata de judío o no serlo. Se trata de Israel y de los políticos de allí. No cabe ninguna duda de que están cometiendo un exterminio, un genocidio. Y me parece bárbaro, espantoso. Un abuso tan grave de los derechos más fundamentales. ¿Quién puede discutirlo?
Trump.
Pues ahí tienes la respuesta, Ya está. Que se jodan todos. Son mentirosos.
"Sólo el sonido del piano consiguió, y aún lo hace, acallar mi ruido interior".
Eso sí. Siempre. Y esa palabra maravillosa que no existe en inglés que es el duende. Cuando yo esté en esta gira, en la que voy a introducir cada pieza desde el escenario y luego apago las luces, me siento al piano y toco una obra maestra de Chopin o de Rajmáninov, no habrá ruido en la cabeza. Solo necesitas dos oídos y puedes cerrar los ojos, escapar. Eso para mí es un lujo. Esa hora u hora y cuarto es como recargar las pilas.
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