LA ENTREVISTA
Lorena Macías (@hazmeunafotoasi): "Las 'influencers' se hacen las tontas, pero están levantando billetes con una retroexcavadora"
Publicista y creadora de contenidos, comenzó en redes durante la pandemia y hoy combina la docencia en másteres con su agencia de comunicación, un pódcast y la autoría del libro Cien años de mendigram (Penguin Random House)

La 'influencer' Lorena Macías / Lorena Macías
Publicista, creadora de contenidos en las redes, donde empezó para distraerse durante la pandemia, da clases en varios máster, tiene una agencia de comunicación y un pódcast y ha publicado un libro, Cien años de mendigram (Penguin Random House), donde señala las trampas y postureos de las y los influencers y cómo intentan, en la mayoría de los casos, vivir del aire, gratis total. Su cuenta de Instagram, @hazmeunafotoasi, tiene más de 350.000 seguidores.
Más que creadora de contenidos alguien la ha llamado "destructora de contenidos". ¿Es usted el látigo, la apisonadora de las y los influencers?
No, yo creo que no. Lo que hago es coger alguna actitud que me parece señalable, bien porque alguien sea un jeta o porque haya hecho un anuncio sin ningunas ganas, o porque esté leyendo el briefing a cámara sin aprendérselo, o porque ayer anunciaba Adidas y hoy anuncia Nike. Ese tipo de actitudes. Y luego cosas muy risibles. Por ejemplo: Ayer alguien dijo: “No os puedo contestar a todos ni aunque tuviera un chino trabajando todo el día”. Y lo dijo con esa naturalidad. Yo creo sketchs o parodias a partir de actitudes o cosas que me parecen graciosas o susceptibles de ser parodiadas. No sería una apisonadora, porque tampoco voy contra nadie concretamente.
Fue community manager en un hotel de lujo y allí vio lo que no está en los papeles.
Vi todo lo que no está en los escritos: Gente que te pedía seis noches de hotel gratis en plena temporada alta, y tú les decías: Mira, te puedo dar como mucho tres, y las otras tres con un sustancioso descuento. Y te añadían: Ah, bueno, pues las tres gratis, que al final ha habido cambio de planes y voy a estar solo tres días. Y al cuarto comprobabas que se habían ido a otro hotel que le había dado las otras tres noches gratis. Influencers que vaciaban el minibar y luego se negaban a pagarlo; influencers que pedían langosta y champán todo el tiempo, como si estuviera dentro del acuerdo.
¿Para ser influencer hace falta pasear kilos de cara dura?
Parecería que sí, ¿no? Que no te dé vergüenza pedir. Lo de mejor pedir que robar ellos lo llevan tatuado. Aunque en el caso del hotel hubo el caso de una que se podría categorizar de robo. Se hospedó allí, tenía una marca de joyas y le parecía que encajaba perfectamente en su storytelling y blablá. Y cuando hizo el check out, después de un fin de semana a todo trapo, todo lo que había publicado era la foto de uno de sus anillos engarzado en un arbusto del hotel.
¿Los influencers son sobre todo mujeres? ¿Por qué?
También hay hombres. Pero creo que históricamente hay más gusto por el sector de la moda, la belleza. Y luego también creo que las mujeres consumimos más tiempo de redes sociales y, por supuesto, somo las destinatarias principales de las marcas de belleza y moda. Todo se retroalimenta.
Una creadora de contenidos sube a su historia de Instagram la foto de un producto diciendo que se le ha acabado. Es lo que usted llama “mendigram”. Porque supongo que rápidamente la marca manda a la quejica de todo y por su orden.
Claro. La influencer mira a cámara y dice: “Ay, ¿sabéis de algún sitio donde vendan tartas?” o “Se me ha roto el televisor LG” o “Me voy a Mallorca del 15 al 20 de agosto. ¿Me dais recomendaciones de hoteles y restaurantes?”. Y compruebas que al día siguiente tiene una tele nueva; cuando llega el cumpleaños de su hijo tiene una mesa entera llena de tartas y al llegar agosto se va a Mallorca y qué casualidad: sus amigos de Hotel NH o de Hotel Hesperia vieron el story y le dijeron: Mujer, pues quédate aquí gratis los cinco días.
Un representante que le proponía utilizar el hotel donde usted trabajaba le dijo: “Los cumpleaños de las influencers son la versión patria del Baile de la Rosa de Mónaco”. ¿Cree que se había pasado con alguna sustancia?
Yo creo que lo dijo convencido. Estaba borracho de su propio ego, de su propia dismorfia de la realidad. Los representantes tienen mucha culpa de llenarles la cabeza de pájaros a las influencers, y de hacerles creer que son la última cocacola del desierto. Lo dijo con toda la seriedad del mundo y no le dio la risa ni se puso colorado.
¿Las marcas temen a las influencers? ¿Se someten sin rechistar al simpa, a que se vayan de rositas?
En la gran mayoría de casos, sí, porque al final tienen la sartén por el mango. Tienen audiencias muy grandes, y las marcas tienen miedo a las represalias.
¿Usted, que imparte másteres, se ha planteado dar talleres para vivir del cuento?
Bueno, doy clase en cuatro máster que no sé si son exactamente de vivir del cuento. Tienen que ver con explorar tu creatividad si trabajas en publicidad o en la creación de contenidos. Talleres de vivir del cuento no me lo he planteado. Sería un cierre de la historia perfecto, pero mantengo mi trabajo y me sigo tomando las redes como un entretenimiento.
Titula un capítulo de su libro “La insoportable levedad del (influen)ser”. ¿De qué pasta están hechas estas personas? ¿Son tan simples como las pinta?
Bueno, todo está parodiado, y esa hipérbole es la que muchas veces genera el humor. En muchos casos son imprudentes, no se piensan ni cinco minutos lo que publican -como la de “aunque tuviera un chino trabajando”- y muchas también interpretan un personaje, se hacen más tontas de lo que en realidad son, porque en el fondo muchas son empresarias que han visto en las redes el trampolín para tener negocios online u offline y siguen teniendo que hacer, de cara a las redes, ese personaje de chica cercana, alocada, naif, cuando en realidad muchas son tías inteligentes. Digo en el libro que nos creíamos más listos que ellas y en realidad ellas lo son mucho más, porque desde el día uno están haciéndose las tontas, pero levantando billetes con una retroexcavadora.
Confiese que usted no paga una crema, un bolso o un pareo.
Me encantaría, la verdad [ríe]. Sobre todo por ver cómo reaccionan mis seguidores, y si me decían: ¿Pero cómo te has vuelto tú una jeta? Me encantaría que fuera así, porque soy una persona muy rata, muy mirada con el dinero, y esto en el personaje de hazme [@hazmeunafotoasi, su cuenta de Instagram] también lo tratamos mucho. En cuanto ponen mi libro de oferta en algún sitio enseguida aviso: Venga, veinte céntimos menos. Soy mirada en ese sentido, pero no soy rata hasta el punto de irme de vacaciones a un sitio y escribir antes a todos los hoteles para que me den alojamiento gratis.
Dice que la suerte la ha pillado siempre “haciendo el imbécil”. ¿Es lo que más practica?
La verdad es que sí. Trato de divertirme muchísimo y de darle a todo el aire paródico, básicamente tomármelo todo a risa. Y me suele funcionar bastante bien.
¿Cuántos seguidores hay que tener para considerarse una influencer mínimamente respetada?
No sé si es tanto una cosa de seguidores como de la vinculación que tengas con tu audiencia. Hay gente que tiene dos millones de seguidores y éstos no se creen una sola de las palabras que salen por su boca. Y otra que tiene 5.000 seguidores, pero su comunidad se identifica con esa persona y se cree a pies juntillas todo lo que dice.
¿Las redes tienen más peligro que una piraña en un bidé?
Sí, en efecto. Mal usadas y mal entendidas, como se hace en la mayoría de casos. Hay gente haciendo trabajos de divulgación, de entretenimiento, que son muy válidos y muy buenos, y que han encontrado en las redes un canal para darlos a conocer. Un trabajo impecable es, por ejemplo, el del youtuber y cineasta Carles Tamayo y su documental de Prime Cómo cazar a un monstruo, sobre un pederasta. Él ya venía haciendo reportajes de investigación en Youtube y ahí encontró su canal. Pero el grueso de gente está haciendo el imbécil y a ver qué le cae.
¿Cuál es el colmo del postureo?
El colmo del postureo es ir a un evento, hacer que te lo estás pasando superbién, que estás disfrutando muchísimo, y en realidad te has hecho una foto en el photocall porque te pagaban y te has ido a tu casa a ponerte el pijama.
Alguien muy presente en redes, como María Pombo, presume de no haber leído un libro en su vida. ¿Los que creemos que leer no perjudica a la salud estamos en el error?
A mí no me sorprendieron en absoluto las palabras de María Pombo, porque al que lee se le nota y al que no lee se le nota. Sí dije que estaba de acuerdo en que leer no te hace mejor persona, y esa batalla encima no se termina nunca, porque el que lee se cree mejor que el que no lee, y el que lee ciencia se cree mejor que el que lee bestsellers, y se hace un bucle infinito en el que siempre hay alguien a quien miras por encima del hombro. Leer no te hace mejor, pero no hay que leer porque te haga mejor persona, sino porque te va a dar léxico, te va a mejorar tus habilidades cognitivas y de atención, te va a permitir vivir otros mundos. Yo creo que no estamos errados. La que si acaso está errada y se está perdiendo muchísimas cosas para su desgracia es ella.
¿Qué tendría que hacer yo para ser influencer de mayor? ¿Qué me aconsejaría? ¿Empiezo por colarme en el Baile de la Rosa?
Bueno, eso puede ser. Hubo una chica que se colaba en las alfombras rojas hasta que se destapó que no era actriz, que no era nadie, pero le funcionó un tiempo. Ese podría ser un truco. Otro, empezar a pelotear a alguna influencer grande y esperar a caerle en gracia, como ha pasado otras veces.
Qué pereza.
Pues así le ha funcionado a alguna gente. Algunos satélites adyacentes a las influencers grandes nacieron así.
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