Opinión | OPINIÓN

El avispero iraní

Impacto de un misil iraní contra un edificio residencial en la ciudad de Beersheva, en el sur de Israel.

Impacto de un misil iraní contra un edificio residencial en la ciudad de Beersheva, en el sur de Israel.

Con el ataque a Irán se corre el riesgo de repetir los mismos errores de Afganistán e Irak, pero también de Ucrania, creyendo que se puede derrocar en cuatro días, en este caso a un régimen teocrático asentado en la represión durante 47 años. Pese a la contestación interna que arrastra desde 2009 y sus limitadas capacidades militares, sus aparatos represores siguen teniendo el control interno del país y manejan dos tercios de la economía. Las élites seguirán resistiendo y la oposición dividida, tanto internamente como en el exterior no reúne las condiciones para un levantamiento generalizado en un país objeto de ataque externo. Pero sí cabe esperar un aumento de la represión. 

Ninguna intervención exterior, desde Afganistán 2001, Irak 2003, hasta Libia 2011, llevó estabilidad a estos países. Y aún menos cabe esperarlo en un país de mayores dimensiones y 92 millones de habitantes. Todas demostraron una superioridad militar, pero carecieron de planificación de la posguerra y de transiciones inclusivas. Un claro ejemplo es la violencia sectaria que se desató en Irak tras el derrocamiento de Sadam Hussein, prohibiendo al todopoderoso partido Baas. El hecho de no integrar en la transición a un partido que hasta entonces lo dominaba todo y tenía a dos millones de afiliados, contribuyó, entre otras cosas, a que penetrara el terrorismo sunita en el país y pasara largos años atentando contra enclaves chiítas, desatando un encarnizado conflicto confesional interno.

Como más diversas son aún las etnias y confesiones de la mitad de la población iraní. La exclusión del baaísmo del nuevo sistema político iraquí llevó a un dominio de las milicias chiítas pro-iraníes, que son las que han acabado por gobernar el país. Mientras el principal objetivo declarado de la operación Libertad Duradera en Afganistán era desmantelar Al Qaeda, ésta pasó décadas atentado en Europa y EEUU. Necesitaron incrementar los recursos militares y financieros para estabilizar al país, ya que se promovió un modelo muy dependiente de la ayuda exterior, para que al final volviera a caer en manos de los Talibán. Libia es hoy un país dividido territorial y fraccionalmente hablando. La misma suerte que podría correr Irán por sus dimensiones y por tener grupos separatistas kurdos y baluchís en zonas fronterizas. Un escenario que Israel ya está explotando en Siria apoyando a la comunidad drusa al sur de Damasco para expandir su control de los Altos del Golán y a provincias limítrofes. 

El tipo de uranio con el que se pueden producir bombas, el 235, lo tenían enriquecido al 60%, y para llegar a tener potencia de bomba tenían que llegar al 90%. Irán estaba siendo monitorizado por la IAEA y sometiéndose a supervisiones periódicas, como fruto de su firma del acuerdo nuclear. Tensando la situación podría llegar a salirse del acuerdo, como hizo Corea del Norte en 2003, con lo que se tendría menos control de lo que vaya haciendo. Y más si Venezuela es su principal suministrador. Aunque cabe esperar que, al igual que con Corea del Norte y Rusia, sea China quien le ponga el cascabel ante cualquier tentativa nuclear con fines bélicos. Sus más potentes aliados, como Rusia, no se involucrarían en la guerra. 

Con la respuesta que ha dado confirma lo que viene siendo habitual desde el asesinato de Soleimani en 2020, que oscila entre represalias cosméticas y ataques limitados a objetivos israelíes y USA. Pero no hay que olvidar que tiene proxies dispuestos a actuar en forma de atentados en EEUU, incluso Europa, o contra representaciones de estos en otras zonas del mundo. El sistema nacional de alertas terroristas de EEUU elevó el riesgo de amenaza por el ataque, en un momento en que Trump tiene a todas sus fuerzas, incluido a los marines, empleados en las deportaciones.

Sus votantes podrían verse traicionados al reabrir la brecha intereses nacionales versus ingentes gastos militares en guerras lejanas que no les comportan beneficio alguno. En un momento en que se dispara la deuda interna, una extensión de esta guerra, más si hubiera un cierre prolongado del estrecho de Ormuz, llegando el petróleo a superar los 150 USD/barril, repercutiría en aumento inflacionario y la temida recesión. Ni se han destruido las capacidades nucleares de Irán ni el cese de hostilidades es creíble.