Opinión | LA MIRADA DEL LÚCULO

Aquellos "españoles tontos" de Maruja Callaved

Cuando la locutora pionera de los programas culinarios de este país recomendaba a los televidentes comer platos nacionales para combatir los nuevos apetitos que fomentaba el desarrollismo

"Vamos a la Mesa", de Maruja Callaved

"Vamos a la Mesa", de Maruja Callaved

Embargado por el frágil recuerdo adolescente, me vino a la memoria un fogonazo de Maruja Callaved mientras leía una de las bien engarzadas piezas periodísticas que Joan de Sagarra escribió en la década de los sesenta para el ya hace tiempo desaparecido vespertino de Barcelona "Tele/eXprés", más tarde recopiladas como "Las rumba" y vueltas a reeditar en 2021, transcurridos cincuenta años. Sagarra, recientemente fallecido, irrepetible cronista de la vida barcelonesa, hijo del escritor Josep Maria de Sagarra, criticaba en el artículo al que me refiero, "¡Coma español!", a la locutora de televisión Callaved y sus intentos de vernos a todos comiendo migas a raíz de haber escuchado al propietario de un restaurante decir que los españoles que visitaban su casa preferían un lenguado meunière o una fondue a los platos nacionales. No se olviden del contexto, hablamos de finales de los años sesenta y el desarrollismo traía consigo nuevos apetitos. Callaved concluía: "Así somos de tontos los españoles!". Fiel a su estilo burbujeante pero también sermoneador, Sagarra irónicamente proponía una campaña pro puchero nacional y junto al eslogan inspirado en las palabras de la locutora, otros tres más: "¡Meriende Patria!", "¡Cene Historia!", "¡Desayune con El Tostado tostadas la Santa!". Con El Tostado aludía, supongo yo, al clérigo y escritor abulense Alonso Fernández de Madrigal. Sagarra, nacido ocasionalmente en París, era un defensor acérrimo de la cocina francesa, para él la cocina occidental por antonomasia. "A mí, aparte de la paella, hecha en casa; aparte del bacalao al pil-pil –lo más exquisito de la cocina española– que no me saquen de la cocina francesa. Ahora bien, mi apetito y mi curiosidad siempre me han llevado a gustar de todos los pucheros, por más exóticos que fuesen". Los nacionales, evidentemente, había dejado de serlo.

La aragonesa Callaved presentaba "Vamos a la mesa", pionero de la programación culinaria en la televisión nacional. El programa con una dirección de quince minutos llegó a emitirse antes y después del telediario de la comida. Dirigido por José Luis Uribarri, recurría a los dibujos animados para sus explicaciones culinarias a falta de una cocina en el estudio como era habitual en otras televisiones del mundo. Duro un solo año, entre 1967 y 1968, pero sentó un precedente para sus sucesores. Más tarde "Con las manos en la masa", se convirtió en referencia para otra generación de españoles. Presentado por Elena Santonja, a las recetas culinarias sumaba la entrevista con un famoso, invitado al programa. Después de siete años en antena, fue cancelado debido supuestamente a la negativa de Santonja de incluir publicidad en el programa sin obtener a cambio una retribución. Luego, en los noventa, vino "El menú de Karlos Arguiñano". Y ahora, desde hace un tiempo, priman los concursos estilos Masterchef y proliferan los canales temáticos.

Maruja Callaved estaba distanciada de Julia Child por algo más que un océano. Igual que España lo estaba del resto del mundo, la pedagogía era otra. En su programa de cocina, "The French Chef", Child hablaba en 1964 de la elegancia para referirse a los huevos: escalfados o en cocotte, o a una tortilla francesa con champiñones. Todo esto parece ahora de lo más simple, pero no lo era así en aquella época, en el país donde todo consistía en lanzar los huevos a la sartén y revolverlos (scramble) con una espátula. Mucho más sofisticado era hablarles a las amas de casa americanas de un gigot de cordero, un suflé de queso, un arroz indio con curry, un salmón en un caldo corto de verduras o un risotto. Child llegó a tener una complicidad tan enorme con los televidentes; gracias a ella se introducía en las cocinas de los hogares de costa a costa. En las cocinas domésticas americanas, donde pude echar un vistazo siempre hallé un ejemplar del libro de Child.

La tortilla francesa de Marcel Boulestin, cremosa, perfecta, dicen que fue en 1937 el primer plato que se cocinó en un plató de televisión, cuando los televisores costaban el equivalente de unos ocho mil euros y eran electrodomésticos de lujo únicamente asequibles para seres pudientes. En realidad, "Cook’s Night Out", así se llamaba el programa emitido por la BBC, estaba pensado para ayudar a prepararse la cena a los señores cuyo personal de cocina se ausentaba por las noches con el fin de disfrutar de unas horas libres. A la tortilla le siguieron, en los episodios posteriores, un filete de lenguado Murat, un escalope de ternera Choisy, una ensalada y unas crêpes flambeadas. De esa manera se componía un menú, con la ensalada ocupando como era acostumbrado por entonces el lugar que ahora se reserva al prepostre. Boulestin se dirigía a la audiencia inglesa de una manera pausada y confiable, con naturalidad, como si les estuviera hablando a unos amigos de siempre. Poseía la voluntad pedagógica que reflejaban los libros de cocina que escribió, empezando por el primero de ellos, "Simple French Cooking for English Homes", lleno de ocurrencias y buenas ideas, o su propia y celebrada autobiografía, "Yo mismo, mis dos países". Transmitía a sus oyentes y lectores conocimiento de las cosas. Todo adobado con un característico sentido del humor. "Para hacer un risotto, pon en la cazuela una libra de arroz. No lo laves. Lávate la cara, lávate las manos, lávate la conciencia, pero no laves el arroz".