LIMÓN & VINAGRE

Mark Zuckerberg, caído a un paso de la Meta

Mark Zuckerberg en Limón & Vinagre.

Mark Zuckerberg en Limón & Vinagre. / EPE

Matías Vallés

Matías Vallés

"Me gusta ser cuestionado", le desafiaba Mark Zuckerberg a su entrevistador un mes atrás, enfundado en la camiseta verde OTAN de Zelenski y con el mismo aire del optimista asediado por los villanos.

-¿Le gusta ser odiado?

-El cuestionamiento no es lo mismo que el odio.

El creador de Facebook, o de "Fishbull" en la muy adecuada transposición de Belén Esteban, mentía o deliraba en aquella conversación. No le llegaba la camiseta al cuerpo, y no solo porque los músculos delicadamente entonados por un entrenador personal definan a los nuevos titanes globales, con la misma exactitud que los puros habanos a los robber barons originales y a Michael Jordan. En la versión sin prejuicios que exige una sección avinagrada, el primer billonario con capucha estaba engañando a su entrevistador. Le colocaba el Metaverso, con mañas de un vendedor de fajas y maleta de cartón forrado, como un paraíso de "conexión y comunicación", cuando a sus presuntos compradores solo les interesa saber si podrán besar a Ana de Armas en el universo paralelo.

Nassim Nicholas Taleb ordena despreciar las predicciones de quienes no se juegan la piel en sus argumentos, y Zuckerberg ha perdido cien mil millones de euros en un año persiguiendo su sueño de un universo mejor y más caro. Se ha caído a un paso de la Meta. En el abrupto despertar, los socios financieros no compartían su largueza económica. De ahí el despido de 11.000 trabajadores, en la estela del Elon Musk que es el patrón oro de los embaucadores digitales.

Si la criptoeconomía resuelve sus encrucijadas expulsando a trabajadores que considera un gasto superfluo, no se distingue demasiado del palo y la zanahoria paleocapitalistas. Con el matiz de que el 'high tech' inexpugnable no despedía jamás, prometía un empleo indefinido con mesa de ping pong junto a la máquina de café. Ahora no caen los emigrantes ceilaneses prescindibles que han levantado el Mundial de Qatar, sino los ingenieros de currículum LinkedIn en universidades con seis cifras de matrícula anual. Os habéis lanzado a estudiar matemáticas y Zuckerberg os considera superfluos, mientras evoca "a aquel adolescente que no atendía a las clases en el instituto, porque prefería escribir programas informáticos a escondidas en mi cuaderno".

La red asocial ha coronado la paradoja de los sitios antes de moda, adonde ya no va nadie porque siempre están llenos"

Ya nadie se atreve a confesar públicamente que utiliza Facebook, un vicio más anticuado que seguir el telediario de una cadena convencional o aguantar los 90 minutos interminables de un partido de fútbol. La red asocial ha coronado la paradoja de los sitios antes de moda, adonde ya no va nadie porque siempre están llenos. Su magia se ha evaporado. El alumno de Harvard que no encajaba tardó diez años en alcanzar sus primeros mil millones de clientes, ahora quiere colocarle a otro miliardo de personas unas anteojeras que rechazaría una caballería. Cobrando, claro. El Metaverso se ha estrellado contra la realidad.

Mark Zuckerberg es un robot bien cableado incluso cerebralmente. Asume deportivo un "touché", no muestra incomodidad al responder que "no lo sé" o "no recuerdo" a cuestiones elementales su empresa. Su personaje inseguro fue esculpido por Aaron Sorkin en el primitivo Metaverso, también conocido como Hollywood. La red social pasará a la historia por su discusión inicial. Tiene gracia que corresponda al mismo guionista que biografió a Steve Jobs, expulsado asimismo de su paraíso por morder la Apple prohibida.

"No somos el ministerio de la Verdad", se defiende Zuckerberg. Demuestra que entiende el 1984 de Orwell algo mejor que Feijóo, que no es decir mucho. El responsable supremo de controlar la barbarie literaria en su red explica que, si reciben muchos mensajes sobre las elecciones estadounidenses con IP de Rumanía, sospechan que algo huele a podrido en Bucarest. Ni el inspector Clouseau, nuestras abuelas eran más diligentes al detectar los fraudes en el mercado de verduras. El magnate no descarta que haya creado sin querer el Ministerio de la Mentira. En su versión salomónica, "puede ser preferible que se cuelen algunos malos a expulsar a algunos buenos". Maniqueísmo 1.0.

El escalofrío que te recorre cuando Zuckerberg presenta su Metaverso como "un Zoom perfeccionado" confirma que se ha construido un edificio teórico de dimensión planetaria donde la humanidad ha depositado su capital íntegro, y que pende de un hilo. Usted puede seguir creyendo en los supremos guías Zuckerberg o Musk, pero ahora desde la convicción de que ambos no tienen ni la menor idea sobre la meta de este accidentado viaje.