MODA Y POSMODA

Oleada de 'millenials' en quirófano para cerrar orejas dilatadas: "Fue lo más doloroso de mi vida"

La cultura emo de los años 90 y 2000 popularizó las dilataciones en las orejas

La cultura emo de los años 90 y 2000 popularizó las dilataciones en las orejas / Tamara Gore en Unsplash

Analía Plaza

Analía Plaza

"Voy tatuadísimo, pero las dilataciones y los piercings no me llamaban la atención. Hasta un día, con 22 años o así, dije: me las voy a hacer. Y lo hice a lo bestia, de no tener nada a abrirme un agujero de 20 milímetros en dos semanas. Hay gente que lo hace poco a poco, pero a mí el anillador me dijo que podía hacerlo de golpe con unas agujas de gran diámetro. Te ponen vaselina en la punta y sin anestesia ni nada. Solo me dieron un vaso de agua porque me mareé. Ha sido lo más doloroso que me ha pasado en la vida, no recuerdo nada tan fuerte. Y ahora reniego de ellas".

Alberto tiene 35 años, es madrileño y en 2009, cuando las dilataciones empezaron a pegar fuerte en España, se sumó a la moda y se abrió las orejas. Cuenta que se inspiró en el personaje El Postilla, de la serie web Malviviendo, que llevaba dos enormes boquetes además de un séptum (el aro que cuelga del tabique nasal). Alberto convivió con un par de agujeros de dos centímetros de diámetro durante años, hasta que se cansó y se quitó los pendientes que los sostenían.

El Postilla, personaje de Malviviendo

El Postilla, personaje de Malviviendo / Malviviendo

"A ver si se me cierran", pensó. "Tengo amigos a los que sí se les ha cerrado. El problema es que, como me reventaron la oreja en lugar de ir poco a poco, no se me cierran. Se me han quedado colgando y por el agujero me cabe un dedo entero".

El boom de las dilataciones en las orejas alcanzó su apogeo entre 2012 y 2013. Aunque hay quien sigue llevándolas y haciéndoselas de nuevas, el progresivo declive de la cultura emo/hardcore que triunfó en los 2000 terminó con su popularidad. Los gráficos de tendencias de Google son muy descriptivos, tanto en inglés como en español.

Al tiempo que sus búsquedas caen, empiezan a colarse otras: las que tienen que ver con arreglar el estropicio. La técnica se llama lobuloplastia y, en contra de lo que muchos creen, no consiste en dar "un puntito". Hay que perforar la piel para volver a unirla con varios puntos, primero por delante y luego por detrás. Si la dilatación era muy grande y apenas queda lóbulo, habrá que cortar y reconstruir.

Lobuloplastia

Lobuloplastia / Clínica Ibiza

Este artículo tiene algo de personal porque yo fui una de esas personas que en los 2000 se dilató las orejas. Corría el año 2007 y ya había cumplido los 18, pero aún me quedaban dos meses de instituto y pasar la Selectividad. Entre mis amigas sobrevolaba la idea de hacerse 'dilatas'. Una de ellas, un par de meses mayor, fue la primera en lanzarse. Y yo no podía ser menos, así que en alguna de las tardes que bajamos a Madrid desde la periferia pasé por el Factory, una tienda de tatuajes y piercings de la calle Montera, y me compré el famoso cuerno.

Este instrumento de apariencia tribal era el punto de partida para agrandarse los agujeros de los pendientes:

No recuerdo si por aquel entonces me había hecho ya algún tatuaje o piercing (hasta no hace demasiado, llevé uno en la ceja). Lo que sí recuerdo es que abrir las dilataciones fue algo dolorosísimo, una tortura autoinfligida bajo el agua caliente de la ducha porque se suponía que eso ayudaba al cuerno a pasar. La realidad es que había que apretar bastante, reventarse el lóbulo, y que ni la vaselina ni el calor lo hacían soportable.

La idea era enchufarse el cuerno, llevarlo unos días colgando para asentar la dilatación y después ponerse el pendiente. Y pasar a la otra oreja. Así durante varias semanas hasta ir aumentando el diámetro: 2 milímetros, 4, 6, 8, 10...

En mi experiencia, ni los tatuajes ni los piercings duelen tanto. Ni de lejos. Esto solo me parece comparable a la depilación láser de la época, que algunas mujeres recordarán.

Esto es lo que nos metíamos en las orejas

Esto es lo que nos metíamos en las orejas / Dilataciones.es

Con los años me cansé de las dilataciones. No de su estética —solo llegué a 10 milímetros y con el pendiente en negro no quedaban mal— sino de su practicidad. Usaba pendientes de una pieza y los perdía habitualmente porque el agujero había cedido un poquito. Cada vez que perdía uno tenía que volver por Montera, comprar otro de repuesto o un par nuevo. Podía haber cogido piezas de 12 milímetros que me quedaran más ajustadas y evitaran el problema, pero entonces hubiera seguido agrandando el orificio.

En una de estas ocasiones, decidí no reponerlos y esperar a ver qué pasaba con la esperanza de que terminarían cerrándose. Y es que, como la del "puntito", existía la teoría de que los agujeros de hasta un centímetro vuelven por completo a su ser. Es mentira. Dos años después, los agujeros seguían ahí.

Con un centímetro no se te quedan las orejas 'colganderas', pero es tamaño suficiente para que el boquete se vea y quede extraño. Así que, a lo tonto, llevo tres años sin recogerme el pelo en público para disimular.

Este año, me dije, había que ponerle remedio. Busqué cómo repararlo, dónde podían darme puntos y descubrí que ya hay bastantes clínicas de estética que posicionan en Google con "cerrar dilataciones" y "lobuloplastia dilataciones". Pedí presupuestos y el miércoles pasado acudí a la intervención.

Los precios en Madrid oscilan entre 600 y 1.200 euros por ambas orejas. Yo pagué 750. Te ponen anestesia y, a diferencia del dolor del cuerno, no te enteras de nada. Pero lo que más me sorprendió fue que en la clínica dijeran que es una intervención muy habitual y que todas las semanas cierran alguna dilatación.

"Como la gente que se quita las prótesis del pecho"

"Vienen pacientes con dilataciones y pacientes que han llevado pendientes muy grandes. La gente no es muy consciente, pero estos pendientes agrandan el orificio hasta dejarte una raja. La cirugía para unos y otros es la misma. Es muy popular, una intervención en aumento y ligada a la otoplastia, que elimina las orejas de soplillo", dice Coli Adamuz, la directora de comunicación de la Clínica Diego de León.

Hasta no hace mucho, las lobuloplastias se hacían a personas (principalmente mujeres) que tenían el lóbulo rasgado por utilizar pendientes pesados. Las clínicas también atendían a mujeres con lóbulos envejecidos, que habían dejado de tenerlos redondeados y querían una reconstrucción.

Lóbulo extremadamente dilatado

Lóbulo extremadamente dilatado / iStock

Pero de un tiempo a esta parte "se ha visto un incremento muy evidente de dilataciones", afirma Ignacio Ortega, cirujano plástico de la Clínica Ibiza. "La primera vez que cerré unas dilataciones fue hace dos o tres años. Empiezas a ver que te preguntan, que piden presupuestos. Yo casualmente esta semana he hecho dos, hace un mes hice otra... De repente hay oleadas. Es como la retirada de las prótesis. Se pone de moda aumentarse el pecho y ahora lo que se lleva es quitarse el aumento. Después de una moda, viene una contramoda".

Esta tendencia a la inversa no es, como las dilataciones, propia de España. En Reino Unido, como en Estados Unidos, ya tuvieron la suya.

Esther, fotógrafa madrileña de 31 años, lleva cinco años con los agujeros de sus orejas al aire. Llegó a tener dos centímetros en cada una. "Voy con mi oreja colgando. Me las quiero cerrar porque me las hice cuando era más chavalilla. Las llevaba todo el mundo y para mí suponía renegar de lo femenino. Cuanto más grandes, más me gustaban", cuenta. "Y así hasta que me las tuve que quitar porque me petó una oreja. Siempre lo hice a lo bestia, comprando 'dilatas' más grandes. Llegó un momento en que no se me curaban. Ahora me pongo aros y pendientes con brillantitos, pero el boquete se ve perfectamente".

Esther, como la arquitecta madrileña María, de 32 años, ha valorado cerrárselas pidiéndoselo al médico de cabecera.

"Me arrepentí cuando vi que no podía seguir con esa imagen de cara a trabajar y que tu personalidad no está marcada por los piercings que llevas en la cara. Pregunté si la sanidad pública lo cubría y me dijeron que no, al ser algo que te has hecho tú porque has querido", dice María.

"Supongo que depende del médico", añade la fotógrafa, "porque yo conocí a una chica a la que sí se lo hicieron. Las llevaba muy grandes, le cortaron lo que le sobraba y se las volvieron a coser".

Andrés, anillista profesional en el estudio valenciano Samaruc, se dedica tanto a abrir como a cerrar dilataciones. "Abro más que cierro", afirma. "Pero también viene gente joven que ha encontrado un trabajo y tiene que quitárselas o gente que ya se ha cansado".

Cerrarse las dilataciones no es, conceptualmente, muy distinto a cerrarse los agujeros de los piercings o borrarse los tatuajes. Para los cirujanos plásticos ya se ha convertido en una parte del trabajo más.

"Cerrarse el piercing del labio es muy típico. Y el del pezón. Y con los tatuajes se notaba cuando había oposiciones a Policía o Guardia Civil [ahora ya los tienen permitidos, aunque con excepciones]. Había gente que se hacía incluso injertos de su propia piel para eliminarlos", concluye Ortega. "Al final vamos arreglando las locuras de la adolescencia".

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